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Carlos Kindelán, swing a la adversidad

Si se trata de buscar un jugador que haya brindado una extraordinaria lección de voluntad en nuestras series nacionales, pocos se pueden equiparar a la que nos legó el valioso intermedista de Industriales, Metropolitanos y sobre todo, de Henequeneros y Matanzas: Carlos Kindelán Limonta

Autor:

Osvaldo Rojas Garay

Su nombre raras veces se menciona cuando se habla de los grandes peloteros que han desfilado por nuestros clásicos beisboleros —aunque no fue un jugador cualquiera—, pero siempre sentí una admiración especial por Carlos Kindelán Limonta (1963-1998), por la manera elegante con que encaró las adversidades de la vida.

Debutó en las series nacionales con la franela azul de Industriales en la temporada de 1981-1982; sin embargo, en la capital tenía pocos chances de jugar, sobre todo por la presencia de Juan Padilla Alfonso en la defensa del segundo cojín.

Así, animado, entre otros, por Eduardo Cárdenas, enrumbó un día para Matanzas. No había mucho que pensar, en la serie 1987-1988 había compilado 304 con los Metros, sin cometer errores al campo y lo dejaron fuera de la Selectiva.

En la Atenas de Cuba ganó un espacio entre los jugadores de cuadro del conjunto Henequeneros en la contienda de 1988-1989 y alcanzó la gloria que nunca pudo disfrutar en la principal urbe del país, al participar en cuatro play off, titularse campeón en las versiones de 1989-1990 y 1990-1991, y obtuvo el subcampeonato en la justa de 1991-1992.

Vistió el traje del equipo que nos representó en la 10ma. Copa Intercontinental, en Barcelona, 1991, la cual ganaron los cubanos con el espirituano José Raúl Delgado convertido en el héroe del triunfo en el choque final contra los japoneses.

De segundón en la capital había pasado a redondear como regular el cuadro yumurino, pero la vida le depararía una prueba mayor. Mientras jugaba con el Cuba B en una gira por Alemania, en noviembre de 1991, empezó a sentirse cansado, le faltaba el aire, como si tuviera asma, orinaba poco y tenía los pies hinchados y fuerte taquicardia.

Al principio Kindelán no imaginaba la gravedad del caso. Luego se supo la triste realidad, al ingresar en el hospital Hermanos Ameijeiras presentaba insuficiencia renal, la cual requería la aplicación de hemodiálisis y una rápida intervención quirúrgica para el trasplante.

Kindelán fue sometido a un trasplante de riñón en 1992. Otro en su lugar hubiera colgado el guante y los spikes, pero él no. Ocho meses después comenzó a entrenar en el estadio Victoria de Girón. Regresó a la pelota hasta la temporada de 1995-1996. Su corazón dejó de latir el 18 de marzo de 1998, hace hoy justamente 20 años.

Al día siguiente, en el Latinoamericano, la afición guardó un respetuoso minuto de silencio a su memoria, imagino que en los demás parques beisboleros donde se jugó ese día haya ocurrido lo mismo.

Si se trata de buscar un jugador que haya brindado una extraordinaria lección de voluntad en nuestras series nacionales, pocos se pueden equiparar a la que nos legó el valioso intermedista de Industriales, Metropolitanos y sobre todo, de Henequeneros y Matanzas: Carlos Kindelán Limonta.

Sus hazañas

El mismo año en que llegó a Matanzas, Kindelán inscribió su nombre en la relación de los que han disparado tres jonrones en un desafío, hazaña que registró contra los lanzadores de Citricultores, el 24 de diciembre de 1988.

Transcurridos poco más de dos años volvió a repetir la proeza en un choque celebrado en el 5 de Septiembre, de Cienfuegos, el 2 de marzo de 1991, en ocasión de la 17ma. Selectiva. Aquí su compañero de equipo Juan Manrique también largó tres para la calle, pero a pesar del esfuerzo de Kindelán y Manrique, el elenco yumurino sucumbió ante Las Villas, 16 carreras por 17.

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