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Brasil y Bélgica no creen en Calderón

Brasil vence a México y supera los fatídicos octavos de final, en donde ya habían caído algunos grandes

Autor:

Enio Echezábal Acosta

Rusia no llora a estas alturas. En un punto en que muchos nativos pensaron haberse olvidado del Mundial, la risa es como una epidemia que se esparce por toda la gigantesca nación euroasiática. Tras los acontecimientos del domingo, cuando la tropa de Cherchésov dejó fuera a la «armada» española, la ilusión de los «pequeños» volvió a ser protagonista. México, que ya había enviado a los alemanes directo a terapia intensiva, hacía planes para el ansiado quinto partido.

Agarrados al clavo ardiente de las estadísticas históricas frente a los brasileños, los habitantes de la nación azteca creyeron como pocas veces en la posibilidad de sorprender. «¿Por qué no?», habrán pensado también Juan Carlos Osorio y sus muchachos. Al final tampoco es que fueran a lograr nada nuevo rompiendo los pronósticos del torneo.

La historia de los mexicanos en campeonatos mundiales es muy parecida al juego de «Serpientes y escaleras». Por cosas del azar, o de cualquier otro factor místico-esotérico, las súbitas y constantes fluctuaciones del Tri resultan casi un elemento intrínseco a estos torneos. La memorable victoria frente a los vigentes campeones del mundo, y la posterior derrota por goleada ante  Suecia, explican de alguna forma semejante trastorno de bipolaridad futbolera. Pero si hay algo que inquieta tanto —o más— que sus «cambios de humor», es que siempre sus equipos se las arreglan para que les demos el beneficio de la duda.

Lo cierto, la realidad tiene la mala costumbre de recordar su dureza demasiado seguido, y sobre todo en los momentos en que mejor nos vendría alguna concesión de su parte. Bien lo sabe México, que lleva 32 años de sueños rotos a la altura del cuarto partido.

Esta vez el Brasil de Tite fue el designado para vestir la máscara de verdugo. La Pentacampeona, más pragmática que artificiosa, llegaba a la ronda de 16 apercibida por las honras fúnebres que aún se ofrecen en homenaje de los gigantes caídos. No iban a ser ellos una nueva víctima de la «parca», a pesar de que durante un buen rato los reyes de la Concacaf propusieron un enfrentamiento incómodo sobre el verde de Samara.

A los seis minutos del complemento, la canarinha establece conexión sináptica con su ADN futbolístico durante el tiempo necesario para romper el encanto. Neymar encara por la izquierda del área, mete un taconazo para Willian, que llega desde segunda línea. Acto seguido el «10» se va en busca de la devolución, cerca del segundo palo. El resto es historia. Al 88’, Firmino remacha una contra que finaliza con la habilitación del astro paulista.

Al final, el destino castigó el mal uso de las libertades por la parte norteamericana. Igual que dijera Pedro Calderón de la Barca, en este caso los brasileros ganaron «porque en batallas tales/los que vencen son leales/los vencidos, los traidores». Más de 300 años después, en la vida siguen sin bastar los sueños que enzalzara el literato español.

Bélgica rompe la guardia Samurai

Por el choque que cerró la tercera fecha de los octavos de final, de nuevo volvió a pasearse el fantasma del maestro barroco. Esta vez en Rostov del Don, los excesos de confianza convirtieron otra posible sorpresa en una exhibición de contundencia y redención.

De más está decir que hacer apuestas en esta edición mundialista está resultando ser una práctica bastante poco rentable, y si le quedan algunas dudas, pregunte en Alemania o España. Lo de ayer fue otra muestra de que en este 2018, las predicciones están sobrevaloradas.

Luego de una primera mitad con claro —e inefectivo— control por parte de los belgas, el complemento se anticipaba como una extensión de la historia, en la cual solo los rojos atacaban, mientras que del otro lado los asiáticos esperaban katana en mano por una apertura en la defensa rival.

Y resultó que la espada terminó por salir de su vaina un par de veces antes de que los dirigidos por Roberto Martínez se percataran de lo que pasaba. Primero fue Genki Haraguchi el que finalizó el ataque nipón, con un derechazo cruzado —e inevitable— para el meta Thibaut Courtois. A continuación, Takashi Inui, genio y figura para los suyos, volvió a realizar un corte profundo en la armadura de los europeos, y con un disparo largo al palo derecho puso el 2-0.

Herido y disperso, el talentoso once encabezado sobre la cancha por Eden Hazard, tuvo que partir desde atrás y jugar a ser un equipo diferente. En ellos les ayudó la entrada de Marouane Fellaini y Nacer Chadli, revulsivos en un esquema que ya se veía agotado.

Un cabezazo a priori inocente abrió la brecha. Jan Vertonghen puso la testa desde la izquierda del rectángulo de ataque, y Eiji Kawashima subestimó la ponzoña que traía su disparo. Había partido. Más tarde, los dos suplentes dieron la razón al míster: primero Fellaini empató con otro balón aéreo, y casi al caer el telón, fue Chadli quien cerró un contrataque que desterró los fantasmas de un nuevo batacazo, e hizo añicos todas las imaginaciones de los Samuráis azules.   

Resultados del 2 de julio: Brasil 2-0 México (Neymar 51’ y Firmino 88’); Bélgica 3–2 Japón (Vertonghen 69’, Fellaini 74’, Chadli 90+4’/Haraguchi 48’, Inui 52’).

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