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Las horas de una Asamblea inédita

Había que pensar en la fuerza de los pueblos mientras se miraban los detalles, este 10 de agosto, de la sesión de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) desde el Hemiciclo Protocolar del Palacio Federal Legislativo, allí donde el presidente obrero Nicolás Maduro tuvo una alocución magnífica

Autor:

Alina Perera Robbio

CARACAS.— Cuando una Revolución vive atravesada de punta a punta por la espiritualidad, por el corazón vivo, es muy difícil apagarla. ¿Quién puede sofocar el «candelorio» de los pueblos —como llamaba Hugo Chávez al protagonismo histórico de las multitudes— una vez que ese fuego se expande y sube a las libertades?

Había que pensar en ello mientras se miraban los detalles, este 10 de agosto, de la sesión de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) desde el Hemiciclo Protocolar del Palacio Federal Legislativo, allí donde el presidente obrero Nicolás Maduro tuvo una alocución magnífica, cuyo eje conceptual fue el destino de los seres humanos.

En esa sesión en que la entidad del Poder Originario aprobó por unanimidad el decreto que ratifica a Nicolás Maduro como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, se escuchó en voz del mandatario un discurso de nación de mucha altura, y sin embargo tan familiar y sentido… El orador iba de lo general a los detalles más enternecedores de la existencia: su palabra sirvió lo mismo para convocar a los jefes de Estado del hemisferio a reunirse para valorar puntos comunes, o para proponer a Trump un diálogo que haga posible acercamientos futuros entre las dos naciones, que para recordar que la presencia femenina en todo proceso histórico resulta imprescindible.

Sobre este último concepto, Maduro propuso a la ANC sumar una nueva línea de acción a las nueve ya definidas para el trabajo estratégico del poder de poderes: el cuidado de las mujeres, de las jóvenes, de las madres. Esa idea provocó una de las tantas ovaciones que estremecieron al Hemiciclo Protocolar. Feminizar la Revolución, enfatizaba el Presidente ante el júbilo de hombres y mujeres que se ponían de pie.

Eran muchas emociones juntas: felices estaban los constituyentes obreros, los indígenas, los que tienen alguna discapacidad, los empresarios, los militares, los jóvenes. Entre ellos —y quienes tienen ojo fino para ver pudieron percatarse del detalle en el día de la instalación de la ANC— no pocos miraban los techos pintados del Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, pues nunca antes habían estado en un recinto tan de «gente ilustre».

Con esperanza y humildad Maduro entregó a la Asamblea el proyecto constitucional de 1999, ese del cual Hugo Chávez fue padre fundador. Para que lo «perfeccionen, mejoren y amplíen sus horizontes», dijo feliz a los presentes. Feliz porque el mandatario obrero había soñado con ese momento de encuentro con una Constituyente que quiere crear para el pueblo.

Tan importante y esperado fue el momento de este jueves para el Jefe de Estado que Cilia, la esposa y compañera de las mil batallas, había prometido cortarle y coserle el traje para la ocasión. Y así fue: Nicolás Maduro, orgulloso, lucía sus mejores galas gracias a las manos de su mujer, diestra en la costura como Teresa, la madre del mandatario, quien con una maquinita Singer se había ganado el pan de la casa, para los muchachos, mientras el padre era un perseguido político o después no conseguía empleo por su modo de pensar.

En esa historia contada por el ponente, asomaba un concepto urgente para la Venezuela de hoy: el valor del trabajo, saber hacer con las manos, lograr autonomía en pos del bienestar, lo cual es directamente proporcional a la soberanía.

El otro asunto es que muchos constituyentes son hijos de perseguidos políticos, o de hombres y mujeres asesinados en tiempos de dictadura, cuando alentar una idea revolucionaria podía costar la vida, cuando los militares estaban concebidos para mantener un estado de cosas, pero no para echar su suerte junto al pueblo, ese mismo que ahora puede contar con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) para salvarse de cualquier abismo.

La de este jueves fue una comparecencia por el reencuentro y la paz. Maduro hizo entrega, ante los 545 constituyentes, del proyecto de ley contra los delitos de odio, intolerancia y violencia. La paz ha sido palabra clave en una batalla que apenas comienza, una era que le dice a los hijos de la nación que todos caben en la misma tierra de Bolívar, y que los venezolanos —para que el mundo no lo olvide— saben ser muy buenos, pero también fieros (que no significa ser malvados).

Este viernes la ANC tuvo otra sesión de trabajo importante. Hablaron hombres y mujeres de distintas generaciones. Resonaron en el Hemiciclo Protocolar las voluntades en pos del diálogo, de sanar las heridas provocadas por la violencia reciente, y de seguir adelante. La esperanza se ha puesto aquí traje nuevo y va paseando del brazo de cada hijo noble que ama la vida, que sabe cuánta felicidad puede dar esta tierra pródiga en todo; en lo tangible, y en lo que no se ve pero que es materia de todo mito, leyenda o grandeza patria: eso que los luchadores llaman Causa.

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