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Aislacionismo a lo Trump

El mandatario magnate Donald Trump se ha ido de la Unesco, la prestigiosa y bien reconocida Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, encargada de proteger la herencia de toda la humanidad

Autor:

Juana Carrasco Martín

Con diferente justificación, ha repetido lo que ya hizo en  1984 el presidente/cowboy Ronald Reagan. El mandatario magnate Donald Trump se ha ido de la Unesco, la prestigiosa y bien reconocida Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, encargada de proteger la herencia de toda la humanidad.

Reagan adujo entonces «parcialidad a favor de la Unión Soviética». Trump también argumenta «continuada parcialidad… anti-Israel», a lo que agrega un tema que parece le es favorito: «se necesita una reforma fundamental en la organización».

El anuncio llegó con una declaración del Departamento de Estado en la que se dice: «Esta decisión no se tomó a la ligera». Puede que lo hayan pensado mucho, pero desde la ignorancia.

Unas horas después —como no era muy difícil de pronosticar—, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tras congratular la decisión de Washington, le siguió los pasos en la retirada, la que ha sido ampliamente criticada por múltiples sectores, tanto en Estados Unidos y el propio Israel como en el resto de un mundo que se niega a ser peón de un pensamiento ignaro y maledicente.

Pocos y contundentes términos pudieran calificar la aclaración estadounidense de que permanecerán como «Estado observador» para contribuir con sus opiniones y experiencia en temas como la libertad de prensa y la protección de la herencia mundial, dos puntos que probablemente provocaron más de una risotada o cuando menos sonrisas sardónicas.

La víspera Trump amenazaba con cerrarle la licencia a la cadena televisiva NBC News, disgustado por el reporte que esta hizo sobre su petición de aumentar el arsenal nuclear estadounidense y lo que ello significará para el planeta, y basta con ver los destrozos que la guerra en Irak, Afganistán y Siria —por citar las más recientes— han hecho a cunas de las civilizaciones.

El paso aislacionista, uno más en los escasos diez meses de administración imperial, lo alejan de la comunidad internacional y sus más importantes organizaciones.

Irina Bokova, actual directora general de la Unesco, lamentó la posición que enfrenta al multilateralismo que preconiza una entidad cuya misión es fortalecer la paz y la seguridad internacional frente al odio y la violencia, y que defiende los derechos humanos y la dignidad como principios.

Israel ya había  retirado su Embajador ante la Unesco el pasado año, cuando la organización aceptó como miembro a Palestina y le molesta muy especialmente que no acepte a Jerusalén como su capital, pretensión que reniega del acuerdo de las Naciones Unidas de que esa ciudad —que alberga tres de las más importantes religiones: el judaísmo, el islamismo y el cristianismo—, sea la capital del Estado Palestino, cuyo territorio Tel Aviv ha ocupado.

La publicación Foreign Policy, apuntó además, que la retirada de EE. UU. tenía también una motivación financiera porque debía más de 500 millones de dólares en el aporte que debiera hacer a los fondos de la Unesco —detenidos en 2011 cuando la bandera Palestina ondeó en el edificio de París.

Es evidente que en la política de «austeridad» y recortes de gastos, educación, ciencia y cultura pueden restringirse, no así los emolumentos que incrementan la capacidad militar del Pentágono para el que han aprobado una cifra descomunal: 700 000 millones de dólares para el año fiscal que acaba de iniciarse este septiembre.

Parece que la administración trumpiana ha abierto una ventanilla nueva al oscurantismo, mientras se la cierra a la riqueza multicultural de la Humanidad. De ello, en algún momento llegarán a arrepentirse los propiciadores de esta barbarie, y ahora mismo avergüenza a millones de norteamericanos que saben de la necesidad de invertir en la educación, en la ciencia, en la cultura que propicie el diálogo y no en la intolerancia, el extremismo y las guerras.

Otra penosa trompada llega desde Washington.

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