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Una vez más se arma el tinglado contra Cuba

Vuelven las acusaciones provenientes de Estados Unidos sobre los supuestos ataques sónicos ocurridos en La Habana. ¿Qué hay de cierto en esa acusación renovada? ¿Dónde están los hechos probatorios? ¿Qué papel  tienen en la prolongación de este novelón los personajes politiqueros de la Florida?

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

La «privacidad» impide al Gobierno de Estados Unidos revelar nombres y localización, mucho menos historias clínicas, de 19 supuestas personas que visitaron Cuba y también les enfermó la «sordera».

Las interrogantes se abren: ¿Qué hay de cierto en esa acusación renovada? ¿Dónde están los hechos probatorios? ¿Qué papel  tienen en la prolongación de este novelón los personajes politiqueros de la Florida?

La «noticia» se conoció el lunes, cuando un grupo de empresas turísticas de Estados Unidos aseguraba que Cuba es un destino seguro y, a pesar de las advertencias de las autoridades del Departamento de Estado de su país, los viajes —dentro de las 12 categorías abiertas durante el Gobierno de Barack Obama— no están prohibidos por las medidas de Donald Trump, aunque si han sido restringidos a viajes organizados en grupo.

También esas medidas, anunciadas y firmadas en memorando por Trump en Miami el 18 de junio pasado y reguladas por los departamentos del Tesoro, del Comercio y de Estado en noviembre de 2017, reforzaron el bloqueo contra Cuba prohibiendo a empresas estadounidenses hacer transacciones monetarias con empresas cubanas estatales del turismo, aduciendo que pertenecen al sector militar de la Isla. Recordemos que en su detallada relación de 180 empresas, prácticamente dejaron vedada La Habana Vieja a los visitantes procedentes de Estados Unidos.

Inútil empeño, aunque no deja de dañar los intereses de cubanos y estadounidenses. En un foro organizado en La Habana por Insight Cuba, al que asistieron importantes ejecutivos de agencias de viaje, hoteles, turoperadores, aerolíneas y cruceros de Estados Unidos, estos ratificaron su interés de mantener e intensificar las relaciones de negocios con Cuba, a sabiendas de las oportunidades económicas que ello representa.

«El mensaje es que Cuba está abierta a negocios, es segura, maravillosa y legal para los viajeros de Estados Unidos», afirmó Terry Dale, presidente de la Asociación de Tour Operadores de Estados Unidos, citado por Cubadebate.

La realidad es que durante  2017 más de cuatro millones de viajeros llegaron a Cuba, de ellos 1 070 000 procedentes de Estados Unidos y unos 620 000 fueron estadounidenses y ninguno tuvo problemas de salud durante su estancia en la Isla.

No es óbice subrayar también que ninguno de los estadounidenses eran «turistas», pues las leyes del bloqueo lo prohíben, con lo que violan sus derechos constitucionales y civiles; como tampoco resulta ocioso recordar que en su empeño por impedir que se conozca la realidad cubana, el Departamento de Estado emitió un alerta de viaje que luego transformó en un llamado a «reconsiderar la posibilidad de un viaje a Cuba».

Ahora, el reciclado alegato «sónico» —enunciado por una portavoz del Departamento de Estado—, para tratar de construir un muro que, más que a Cuba, aísla al propio pueblo norteamericano, ocupa espacios y titulares de algunos medios.

Se arma la marquesina en una segunda versión de la obra de teatro, a pesar de que en la audiencia que se inventaron el pasado 9 de enero en el Senado, los personeros del Departamento de Estado admitieron no tener certeza de que se tratara de agresiones acústicas.

Pero del guion de exacerbar divergencias en lugar de fomentar relaciones normales, esa portavoz recitó su parte: el Departamento de Estado «no está en posición de evaluar médicamente ni proporcionar consejos médicos individuales», pero alienta «a los que estén preocupados a que lo reporten y busquen atención médica».

Parece que todos los personajes mentirosos de la literatura universal han establecido residencia en Washington y dan conferencias de preparación a las autoridades de la administración trumpiana.

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