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Trump cierra, pero hay caminos abiertos hacia el sur y el este

Cuando la Asamblea General se pronuncie próximamente sobre el cerco estadounidense hacia Cuba, lo hará rodeada de evidencias muy «frescas» y palpables del carácter inhumano del bloqueo; y del abusivo de la soberanía ajena y del Derecho Internacional por parte del presidente estadounidense

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Posiblemente nunca como ahora se votará en la ONU, con más argumentos a la vista, la resolución cubana que demanda el fin del bloqueo. Nunca antes tampoco fue tan irracional y agresivo el intento estadounidense de asfixia; ni tan irrespetuoso con el mundo. 

La Asamblea General se pronunciará al respecto los próximos días, y sus miembros lo harán rodeados de evidencias muy «frescas» y palpables del carácter inhumano del cerco contra Cuba; abusivo de la soberanía ajena y del Derecho Internacional, y no solo porque en su vertiente extraterritorial amenaza y castiga a terceros.

Además, su recrudecimiento está determinado, en alguna medida, por un fin doméstico y casi personal: el deseo reeleccionista de Donald Trump y, para colmo, la triste dependencia que, para lograrlo, ha hecho de la reacción anticubana de Florida.

Resulta grosero y desconsiderado trasladar tales sentimientos bajos, traducidos en mentiras y acusaciones falsas, a la Asamblea General, donde los representantes de los Estados miembros debieron zamparse el lunes la verborrea prepotente de quien está, lamentable y hasta peligrosamente, sentado en la Casa Blanca, pero sigue pensando y actuando con la mentalidad de un magnate inmobiliario, al tiempo que retoma posturas cercanas a las de W. Bush en su estilo ignorante y reaccionario. Venezuela, Corea del Norte, Irán y China fueron otros de los países en la mirilla de Trump, cercano a lo que el otro habría denominado «oscuros rincones del mundo» excluyendo, desde luego, a Beijing. 

No hablo solo de las amenazas proferidas con jactancia. Además, materializan ese carácter imperial y empecinado, después de 60 años de fracaso, las inéditas medidas de castigo aplicadas contra nuestro país en las últimas semanas, empeñada la actual administración ya no en hacernos rendir por necesidades alimentarias o de medicamentos —algo que no han conseguido ni este Gobierno USA ni sus predecesores—, sino por falta de energía. Claro que no será energía universal ni vital, porque esas nos sobran; hablo de petróleo.

A la lista negra de embarcaciones y entidades relacionadas con el transporte del crudo que, de manera soberana y mutuamente ventajosa llega a Cuba desde Venezuela, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) sumó tres empresas con registro en Panamá y otra en Chipre, así como a cuatro buques de bandera istmeña.

Para desgracia de Trump, sin embargo, frente a su arremetida no convencional —como la ha identificado nuestro canciller Bruno Rodríguez Parrilla—, se yerguen los propios lazos solidarios por los que, supuestamente, nos castiga, y el respaldo de potencias emergentes que cada vez más desafían y son contrapeso al mundo unipolar que fue, después de 1990. Léase Rusia y China.

Frente a la obcecación y las relaciones retrógradas que quiere imponer el imperio, el multilateralismo también suena: Nicolás Maduro fue recibido el miércoles por Vladimir Putin, en encuentro durante el cual ratificaron el deseo de profundizar los nexos, algo que ya habían acordado el Presidente cubano Miguel-Díaz-Canel y el líder ruso cuando la visita del primero a Moscú, durante su amplia gira euroasiática del pasado noviembre.

Más reciente, y como resultado de las buenas relaciones ratificadas en aquella oportunidad, tuvo lugar la primera exposición comercial de Cuba en Rusia —algo prometedor para el intercambio—, así como los encuentros que ha sostenido en Moscú el vicepresidente del Consejo de Ministros Ricardo Cabrisas; diálogos fructíferos para sectores trascendentes como el transporte.

Una donación china por valor de más de cien millones de dólares fue realizada a la Isla en el contexto del Convenio de Cooperación Económica y Técnica suscrito entre ambas naciones, así como otros donativos que beneficiarán a los sectores hidráulico, de la biofarmacia y de las comunicaciones.

Sí, Trump quiere dejarnos a pie y, encima, cerrarnos los caminos. Pero otros senderos se abren hacia el sur y el este. No somos los únicos rebeldes ante los imperiales designios norteños.

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