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Los engañosos discursos del cuarteto negacionista

La Asamblea General de la ONU, «reunida» de manera virtual, compiló el martes a cuatro de esos especímenes. Sus discursos no movieron precisamente a risa, sino a un rechazo por la hipocresía y la perfidia de las que hicieron gala

Autor:

Juana Carrasco Martín

De pícaros y mentirosos está llena la literatura, y probablemente aporten una mayor amenidad al drama o a la comedia; pero también de pícaros y mentirosos está llena la política, al punto de que esos sinvergüenzas —por lo general ambiciosos, ladinos y corruptos— logran llegar al poder, y se dan el lujo de hablar en nombre de sus pueblos. Las consecuencias son trágicas.

 La Asamblea General de la ONU, «reunida» de manera virtual, compiló el martes a cuatro de esos especímenes. Sus discursos no movieron precisamente a risa, sino a un rechazo por la hipocresía y la perfidia de las que hicieron gala. Así fueron…

Chile

 Sebastián Piñera, el chileno, se lavó las manos sobre la violencia de los carabineros contra el pueblo al afirmar que permitió el ingreso al país de una comitiva de la Alta Comisionada para los DD.HH. de la ONU y la Interamericana.

 Refería a que «en Chile ciudadanos de todas las edades, de todos los sectores, salieron a la calle a demandar mejores pensiones, salud, educación. Y también menores desigualdades y menor costo de los servicios públicos, mayor igualdad ante la ley y mejor control de conductas abusivas». Sin notar cómo crecía su nariz aseguró: «El Gobierno escuchó con atención, sensibilidad y con un sentido de urgencia estas demandas y puso rápidamente en marcha una nueva agenda social».       

 Con total desparpajo narró: «Durante estos meses difíciles y violentos, mientras ejercíamos nuestro deber de restaurar el orden público y de resguardar la seguridad ciudadana, para lo cual recurrimos a estados de excepción que están contemplados en nuestra Constitución, nuestro Gobierno tomó todas las medidas y precauciones necesarias para garantizar el respeto de los derechos humanos de todos nuestros compatriotas».

 ¿Habrá que considerar un pequeño lapso de memoria el hecho de que no mencionara las 34 personas reportadas oficialmente como fallecidas en la represión, entre octubre de 2019 y marzo de 2020, y a las 459 víctimas de trauma ocular por las balas disparadas por carabineros?

 Desde el ángulo de Piñera, nada tienen que ver con los derechos humanos los números que presenta la pandemia de COVID-19 en toda la geografía del largo y angosto país andino. Con una población de 19 458 310 habitantes, presentaba el martes, mientras hablaba su Presidente, 450 000 personas infectadas y 12 345 fallecimientos.

Colombia

 Iván Duque —presidente del país que la Oficina de ONU contra la Droga y el Delito (UNODC), en su Informe de 2019, señala como aquel donde se produce más del 70 por ciento de la cocaína existente en el mundo— hizo lo suyo y cumplió la misión que parece haberle dado el imperio como punta de lanza contra Venezuela: «el régimen de Maduro es una amenaza constante para la democracia en la región y en todo el mundo», es una «dictadura» sostenida con «recursos del narcotráfico».

 Pero quizá fue mayor la burla cuando se acercó a la pileta en que Piñera se lavó las manos y expresó: «Quiero aprovechar este espacio para honrar a las víctimas de la violencia en mi país», y destacó a «líderes y lideresas sociales que construyen una sociedad más digna, más generosa y que, a pesar de las dificultades, no cesan en su empeño de construir un país para todos». ¿Estaría refiriéndose a cerca de mil líderes sociales asesinados desde la firma del acuerdo de paz con las FARC en noviembre de 2016, y 228 exguerrilleros? Esa violencia que el Gobierno de Iván Duque no ha sido capaz de detener ha perpetrado en lo que va de este 2020 más de 50 matanzas con al menos 246 víctimas.

 ¿Puede el Presidente colombiano desvincularse también de acontecimientos más recientes, donde la brutalidad policiaca  —tras la muerte del abogado Javier Ordóñez a manos de dos uniformados— costó la vida de diez manifestantes? Comportamiento semejante al de noviembre del año pasado, cuando reprimieron las movilizaciones contra la política económica y social del presidente Iván Duque.

Bolsonaro

 Una tercera alocución marcó en el registro de los falsarios, cuando —de acuerdo con la costumbre— el Presidente de Brasil abrió con un discurso de 14 minutos el Debate General del 75to. período de sesiones de la Asamblea General de la ONU. El mundo necesita la verdad para superar sus desafíos, dijo, y a seguidas aseguró que Brasil sufre de una campaña de desinformación sobre la Amazonía y los humedales y que la agroindustria respeta la legislación ambiental.

 «Somos líderes en lo que respecta a la conservación de las selvas tropicales», afirmó como si el mundo hubiera olvidado la crisis de los incendios en la Amazonía el pasado año, producto de las talas provocadas por hacendados y latifundistas nacionales y transnacionales para abrir espacio a terrenos de cultivo y ganaderos. Pero Bolsonaro apuntó a los pueblos indígenas que «queman sus campos en busca de su supervivencia, en zonas ya deforestadas». Con razón algunas organizaciones denunciaron su arenga negacionista de allí fumé, como «delirante e irresponsable».

 Y qué decir del «análisis» sobre la pandemia del SARS-CoV-2 y su gestión de Gobierno: han sido los 27 gobernadores de los estados quienes «dejaron al país casi al borde del caos».

 La «bacinilla» de Pilatos pasaba a manos del brasileño que se ha burlado una y otra vez del uso de la mascarilla y del distanciamiento físico-social; sin embargo, fue capaz de «lamentar cada muerte», aunque no dejó constancia de su número hasta ese momento: 137 000 fallecidos y más de 4,5 millones de contagios.

Estados Unidos

 Por supuesto, Donald Trump emergió como adalid de los derechos humanos, la democracia y la libertad en el mundo, así que se dedicó a reiterar «apoyo a los pueblos de Venezuela, Nicaragua y Cuba», y se autoelogió por las acciones de su administración en libertad religiosa, oportunidades para la mujer, contra la criminalización de la homosexualidad y contra el tráfico humano.

 Provocador, soberbio, escurridizo y falaz, tal como dispone ese complejo de superioridad que lo consume, enfrentó otra vez a la China que le está parando el empuje económico y tecnológico y presentó al SARS-Cov-2 como «el virus chino».

 El aluvión de falsedades incluyó: «Hemos producido rápidamente un suministro récord de respiradores, creando un superávit que nos permitió compartirlos con amigos y socios de todo el mundo. Hemos sido pioneros de tratamientos salvadores de vidas…». Ni una palabra en referencia a su abandono de la OMS y a la infame maniobra de cortarle el  financiamiento en medio de esta crisis sanitaria global, tampoco a que no participara de la coalición de más de 150 naciones que buscan la vacuna que de manera equitativa se distribuirá entre todos los países del mundo para enfrentar la COVID-19.

 «Solo cuando uno cuida a sus propios ciudadanos se encuentra la verdadera base para la cooperación», dijo el mandamás. No sé si el término «ciudadanos» comprendía a los más de 200 000 fallecidos por la COVID-19 y los casi siete millones de contagiados; a los ciudadanos negros que en 2020 han sido víctimas fatales de la brutalidad policial; a los vilipendiados como antipatriotas por salir en número de millones a protestar contra el racismo y la xenofobia y el número desconocido de arrestados y reprimidos en esas circunstancias.

 Retorcidos y sinvergüenzas, son los poderosos del capital, y ellos creen que pueden decir y hacer cualquier cosa. Con esa perfidia llenaron el casi vacío plenario de la Asamblea General de la ONU el pasado martes cuando se abrió el debate general del bisiesto 2020.

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