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Argentina en el año de la pandemia

Como en todas partes, la irrupción del SarsCoV-2 ha entorpecido la gestión peronista en su retorno; pero ello no ha lastrado un encargo social que ha bregado por imponerse al lastre económico durante su primer año de mandato

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Los debates para legalizar la interrupción voluntaria del embarazo cierran el año legislativo y, también, la relación de acontecimientos relevantes anotados en Argentina durante los primeros 12 meses del retorno peronista. Pero los hechos que más marcarán la vida de la nación están en la economía y en la misma sociedad, a merced ambas, como todo en este mundo, del azote y el enfrentamiento de la pandemia.

La interrupción del embarazo será la última votación que asuma el Senado el día 29 de este mes luego de su aprobación en la Cámara de Diputados, lo que podría deparar si se aprueba, el cumplimiento de una de las más importantes promesas de campaña del ejecutivo que preside Alberto Fernández.

Y aunque el asunto concita la atención de defensores y detractores, discute espacios en los medios con la llegada, en los dos primeros meses de 2021, de diez millones de dosis de la vacuna contra la Covid-19, negociada con Rusia por intermedio directo del presidente Vladimir Putin para auxiliar a un país que acumula más de 40 000 decesos por el Sars-Cov-2, pese a los esfuerzos del Gobierno en la atención a la enfermedad y a los enfermos.

Pudiera decirse que la irrupción de la pandemia en marzo, apenas tres meses después de la llegada del Frente de Todos al poder, ha atravesado su gestión presidencial en los albores, al punto que el Jefe de Estado ha afirmado que cuando se escriba la historia será recordado como «el presidente de la pandemia».

El Senado argentino aprobó tambien La Ley de Aporte Solidario y Extraordinario para la Covid-19. Foto Getty Images

Enfrentar el coronavirus ha resultado mucho más difícil para una nación a la que los mandatos de Mauricio Macri dejaron, como suelen decir los argentinos, «en terapia intensiva» y estaba, por tanto, en peores condiciones para dar cara a una crisis que ha seguido haciendo estragos.

En octubre de 2019, todavía en plena gestión de Cambiemos, el oficial Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) reportaba que la pobreza había subido al 35,4 por ciento y la indigencia al 7,7 por ciento.

Fue ese el escenario donde las restricciones impuestas frente al riesgo del contagio se cebaron, de modo que al cierre del primer semestre de 2020, el Indec reportaba otra ligera subida de la pobreza en cinco puntos porcentuales hasta el 40 por ciento, en tanto el precio de la canasta básica ascendía en un 20 por ciento: nueve por ciento más de lo que aumentó el ingreso total familiar que creció en 11 puntos, con lo cual las familias siguieron quedando a la baja…

El sustrato era visible en los números macro dejados por Macri: al término de sus dos mandatos la inflación había escalado del 25 al 50 por ciento anual, la devaluación del peso acumulada era de 540 por ciento, se habían enflaquecido las reservas y, lo peor: la deuda externa era equivalente al 95 por ciento del PIB en un país que no crecía.

Argentina estaba en virtual default o impago.

Frente a esa realidad no es visible aún el impacto de lo que constituyó el mayor desafío y ahora es, también, el más grande éxito del nuevo gobierno: la renegociación del 99 por ciento de los bonos de deuda atesorados por los tenedores privados, acuerdo que salvó al país de la cesación de pagos y soltó amarras para que, pese a todo, el barco vuelva a navegar.

La reprogramación de los pagos —como acostumbra a decir el joven y talentoso ministro de Economía, Martín Guzmán, porque solo se han distanciado los plazos pero Argentina pagará— terminó de concretarse en septiembre y, aunque quizá pasó de soslayo en medio de las contingencias desatadas por la Covid-19, puede considerarse trascendental. Abonando intereses de la deuda era imposible pensar en cualquier plan de revitalización nacional.

La llegada del coronavirus se sumó a otros problemas que ya enfrentaban los argentinos. Foto: Getty Images

Se reestructuró el pago de 66 137 millones de dólares de deuda bajo legislación extranjera en diez años con una quita en el entorno del 60 por ciento, de modo que solo quedaban pendientes los débitos pactados con el propio Fondo Monetario Internacional, relativamente «comprensivo» ahora pero responsable de un desembolso inédito aprobado a Macri de 57 000 millones de dólares, de los cuales se recibieron 44 000 millones. Pese a su cooperación en el proceso con los bonistas, el Fondo intentará negociar con el Gobierno imponiendo recetarios que el ejecutivo argentino no quiere aceptar…  

El éxito negociador con los privados posibilitó que, el mes pasado, el legislativo aprobase un presupuesto ambicioso y optimista para 2021 que contempla la previsión de un crecimiento económico de 5,5 por ciento tras el derrumbe en un 12,1 por ciento del año que termina, una desaceleración de la inflación que irá del 32 por ciento reportado este año, al 29; y un déficit primario de 4,5 por ciento, entre otros aspectos.

Martín Guzmán, hacedor del plan aprobado ya por el Congreso, ha dicho que ese será uno de los elementos que utilizaría para negociar un nuevo programa de facilidades extendidas con el FMI.

Las intervenciones del FMI en Argentina han recibido el rechazo popular. Foto: AFP

Ofrecer el hombro a la gente

Pero el beneficio que acarree algo de ello aún no es visible hoy, cuando la adversidad de las cifras económicas ha sido aminorada por el Gobierno con medidas de corte social, encaminadas a hacer menos pesada la carga sobre la gente.

Ese arrimar el hombro debe ser el responsable de que, a pesar de los pesares, el ejecutivo que encabezan Alberto y la expresidenta Cristina Fernández cierre el año con índices de popularidad que expresan al mandatario un respaldo del más del 50 por ciento.

Un ideólogo neoliberal empeñado en el descrédito lo tildaría de «populismo»; pero ese pensar en las personas es, precisamente, lo que ofrece los matices que diferencian a los modelos desde el punto de vista socio político.

Entre esas medidas de emergencia se anotan la ley de Solidaridad y Reactivación Productiva, que suspendió la fórmula de ajuste de las jubilaciones y pensiones y propició su estabilidad; la elevación de las retenciones sobre las exportaciones, el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos durante todo el año, la creación del llamado Impuesto PAIS a las compras con dólares de modo de incrementar el ahorro, y el aumento de impuestos solo a quienes reciben más ingresos.

Además, se dieron pasos para el fortalecimiento de las cadenas de producción locales de modo de abaratar los productos, y se decidió la creación de una tarjeta de alimentos que hará un seguimiento de la calidad nutricional de las familias.

Entrevistado por el medio alternativo El Destape, Alberto Fernández ha confesado los rigores de gobernar un país que recibió en crisis y al que luego ha vilipendiado el coronavirus. Pero, también, ha dejado ver que se siente tranquilo.

Durante los últimos tres meses la recaudación excede por casi tres puntos a la inflación, apuntó; industrias como la automotriz produjeron en noviembre un 20 por ciento más que en el mismo mes del año anterior; y los informes aseveran que «en los barrios más populares, donde la gente más necesita, la demanda en los comedores ha caído», afirmó.

«Entonces digo: no me equivoqué».

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