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Chile: el cambio a escala pequeña

La toma de posesión de los alcaldes y concejales electos en mayo inicia la construcción fragmentada de un nuevo modelo a nivel local, allí donde se fragua el poder popular

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Mientras las expectativas de un año electoral agitado empiezan a ubicarse en las presidenciales de noviembre, podría decirse que Chile está jugando ya con el balón de ensayo de un nuevo modelo de Gobierno y lo hace a pequeña escala, en apenas entre una cincuentena y un centenar de comunas.

Quizá sirvan para graficar lo que ocurre, las declaraciones de Daniel Jadue, primer alcalde del Partido Comunista que ha sido reelecto en La Recoleta, y aspirante a las primarias de un sector de la izquierda con vista a los comicios que tendrán lugar en solo cuatro meses.

Interrogado acerca de cuestionamientos realizados a su programa de gobierno local, Jadue respondió con una explicación que bien pudiera servirle para la campaña electoral presidencial si, en las primarias, resultara el candidato del sector que representa: «Me parece muy bien que todos los economistas neoliberales que decían que Chile (…) era un modelo para todo el mundo, critiquen, porque nunca tuvieron la voluntad y no la tienen hoy tampoco de resolver los problemas que este país demanda».

«(…) Nunca hubiese esperado —dijo antes— que a los economistas y que los sectores que se han favorecido de este modelo, incluidos los dueños de los medios, les pareciera bien un programa que pretende terminar con los abusos y con los privilegios de los cuales ellos han sido principales protagonistas».

En sus palabras se halla la explicación que muchos ya entienden bien: los resultados adversos que la derecha recogió en las elecciones para gobernadores y alcaldes de mayo, constituyen la materialización en las urnas del rechazo a expoliadoras condiciones sociales que origina política económica centrada solo en el crecimiento macro, sin reparar en la gente.

Y eso se ha expresado con una profusión de sufragios que no se veía desde los tiempos de la Unidad Popular y Salvador Allende.

El aviso fueron las manifestaciones populares que estremecieron al país a fines de 2019 y 2020 por reclamos diversos que fueron respondidos, dicho sea de paso, con saña que recordó los tiempos del dictador Augusto Pinochet.

Unos meses después, alcaldes y concejales izquierdistas o sencillamente progresistas, algunos de los cuales acudieron al torneo electoral de modo independiente, desbancaron en no pocas localidades a la oficialista Chile Vamos, en lo que se consideró otra derrota para Sebastián Piñera.

La toma de posesión de esas autoridades hace cuatro días ha vuelto a convertir en noticia esa elección de fatídicos presagios para la derecha, que ha perdido localidades donde gobernó históricamente, y que por eso, se considera representativa. También podría ser el preámbulo de lo que está por venir.

Veamos los números: de las 344 alcaldías que se renovaron en las votaciones del 15 y el 16 de mayo, los grandes vencedores fueron los candidatos independientes que se quedaron con 162 municipios, lo que se ha considerado un revés para los partidos tradicionales.

Y, si se mira a nivel de partidos, «de modo horizontal», la cuenta favorece a la izquierda y lo que se ha denominado centroizquierda, no por la cantidad de territorios ganados, sino por el salto cualitativo de esas victorias toda vez que en muchas de ellas se reemplazó a agrupaciones de derecha entronizadas por largo tiempo.

El Partido Socialista se quedó con 22 municipios, el Partido por la Democracia, 17; el Radical, 11; y el Comunista y Revolución Democrática, 11 también.

Si bien sus totales (56) no superan a la derecha, que obtuvo un total de 78 comunas, la variación en la correlación de fuerzas es ostensible en relación con el panorama anterior.

Entre las tomas de posesión de los nuevos alcaldes izquierdistas más comentadas, se ubican esas que tradicionalmente eran del otro bando como Ñuñoa, al nororiente de la capital, donde la nueva alcaldesa, Emilia Ríos, recordó: «Después de 25 años de gestión de un mismo signo político, esta administración cambia», y lo hace, dijo, «en un contexto en que todo está cambiando en nuestro país».

Igual ocurrió en Estación Central, también santiaguina, a cargo desde el lunes de Felipe Muñoz, un independiente apoyado por el izquierdista Frente Amplio, quien al jurar destacó el hecho de ser «el primer alcalde nacido y criado en esta comuna», algo que da la idea también de que el poder se democratiza.

Otro nombre que suena es el de la exdirigente estudiantil Karina Delfino, del Partido Socialista: una más de los muchachos y muchachas que se iniciaron en la lucha social desde la secundaria y la Universidad, con aquellas movilizaciones de 2006 y 2011 que abrieron los ojos del país, y quienes ahora asumen como líderes territoriales. Ella tomó el mando de la alcaldía de Quinta Normal, poniendo punto final a la administración allí de la Democracia Cristiana.

Se suman la llegada de Tomás Vodanovic, de Revolución Democrática, a Maipú, también capitalina, en remplazo de la ultraderechista UDI, organización que perdió además la alcaldía de Viña del Mar, en manos de la igualmente muy joven Macarena Ripamonti, de RD, quien anunció que su municipalidad «pone a todos y a cada una de las personas al centro», lo que también significará un desempeño transformador de lo vivido hasta hoy.

Pero tal vez la juramentación más simbólica fuera la de la comunista Irací Hassler, porque lo ha hecho al frente de la alcaldía de la céntrica comuna de Santiago, en sustitución del conservador Felipe Alessandri, de Renovación Nacional.

«Vamos a construir un gobierno comunal participativo, con esperanza y con la gente», anunció Irací, quien se declaró honrada de encabezar lo que llamó «un proyecto colectivo y transformador surgido de nuestros propios barrios».

Con estos antecedentes, la elección presidencial llegará previamente sazonada, como nunca, por el aroma de ese nuevo país por el que buena parte de la población chilena, hace rato, se pronuncia, y que abajo ya se cuece.

Frente a quienes maniobrarán para mantener todo como está, muchos de los constituyentistas que, paralelamente, iniciarán el 4 de julio la redacción de una nueva Carta Magna, tratarán de dejar estampadas allí las bases del nuevo modelo.

El panorama parece más alentador que nunca para los que sufren el desempeño neoliberal, y lo rechazan. Si esos que quieren el Chile nuevo logran marchar unidos, nuevas sorpresas podrían constatarse en noviembre.

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