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Otra guerra: libros críticos y artículos pagados

Autor:

Juana Carrasco Martín

 ¿Cómo negar esta realidad?

 

 

 

 

 

 

En Iraq las cosas van de mal en peor. En primer lugar para los iraquíes que ya han puesto 654 965 muertos, según un estudio que el Pentágono y la Casa Blanca rechazan —pero que ha sido publicado en la revista científica británica Lancet— realizado por investigadores iraquíes en el terreno y un equipo médico de la respetada escuela de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins y financiado por otra prestigiosa escuela, el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT).

A ese sangramiento, provocado por la guerra y sus secuelas de violencia, se unen otros males padecidos por los iraquíes: los niveles de vida continúan en declinación constante en el país mesopotámico, uno de cada cinco personas viven por debajo de la línea de la pobreza, un aumento del 35 por ciento desde que comenzó la agresión estadounidense, y el número de quienes están en «absoluta y desesperadas condiciones de deterioro» ha sobrepasado los dos millones, teniendo en cuenta que la tasa de desempleo en Iraq es del 60 por ciento. Estos datos los proporciona el Ministerio iraquí de Asuntos Laborales y Sociales. ¿También los refutarán en Washington?

¿O no creerán las cifras que recién acaba de dar a conocer Ron Redmond, vocero del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados?: Por lo menos 914 000 iraquíes han tenido que dejar sus hogares desde que comenzó la invasión de marzo de 2003, un tercio de ellos obligados por el auge de la violencia durante este año.

Por otra parte, hay informaciones que proporciona el Departamento de Defensa de EE.UU.: 2 789 de sus soldados han muerto cumpliendo servicio guerrero al amparo del sacrosanto nombre de la libertad y la democracia. Otros 340 estadounidenses han causado baja mortal en Afganistán. También la ocupación de ese país parece que fue dictada por un dios inmisericorde en extremo. Y no soy yo quien comete la herejía.

Es bueno saber que el general Peter Pace, jefe del Estado Mayor Conjunto, acaba de decir que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, basa su labor en lo que dios le dice «que es lo mejor para nuestro país», así que ya no es solo el mandatario George W. Bush quien tiene el privilegio de hablar en directo con el Señor. De seguido, el general se deshizo en alabanzas sobre «un hombre cuyo patriotismo, foco, energía y motivación no excede nadie». Bueno, que ese dios nos coja confesados.

PARA ENCUBRIR CRÍMENES Y FRACASOS

Con tales elementos en juego, no es de extrañar que dos tendencias contradictorias hayan tomado cuerpo en Estados Unidos. Por un lado, dice AFP, las librerías de ese país están repletas de obras críticas sobre la guerra en Iraq y en ellas se acusa a George W. Bush y su equipo «de errores de estrategia, ceguera política, conspiración o simplemente ineptitud». La agencia los describe como «un pequeño ejército de académicos, periodistas, ex asesores y ex diplomáticos que hacen fila para clavar sus cuchillos». Y los libros vuelan de los estantes convertidos en best sellers.

Mark Crispin Miller, profesor de cultura y comunicaciones de la New York University, asegura que esa literatura —con nada de ficción por cierto— es «una reacción al fracaso de los principales medios estadounidenses para informar adecuadamente sobre Iraq», por eso la gente acude a salidas alternativas que encuentra en los libros, las películas independientes —recordemos la de Michael Moore— y los sitios en Internet, aunque estos no ejerzan igual influencia si se les compara con el poder de las cadenas de televisión, por ejemplo.

El comentario del profesor Miller imbrica perfectamente con la otra tendencia antagónica, y esta la propicia el Pentágono, empeñado en encubrir crímenes y fracasos. Recién el Departamento de Defensa, en una muestra más de cinismo, ha determinado que su política de pagar por la publicación de artículos favorables en la prensa iraquí es legal. El interés del Pentágono se enfocó en selectos medios de prensa y ha destinado para ello 161 millones de dólares a fin de insertar artículos pro-Estados Unidos en el exterior.

En la práctica, el proyecto que dicen comenzó en 2005, funciona así: el Pentágono contrató a la empresa Lincoln Group para organizar a soldados estadounidenses que escriben en inglés artículos elogiosos para sus fuerzas, estos se traducen al árabe y se paga a los periódicos iraquíes para que los publiquen.

Mas la campaña no se origina realmente en esa fecha; mucho antes el Rendon Group había vendido la Primera Guerra del Golfo de George Bush, el padre de este hijo, y también está profundamente involucrado en el actual conflicto. Tampoco estas dos empresas son las únicas...

Aunque algunas organizaciones periodísticas estadounidenses calificaron esa compra-venta plumífera de «inaceptable», Lincoln Group recibió el pasado diciembre un nuevo contrato millonario para monitorear a medios británicos y árabes, asesorar al Pentágono en el tema de las relaciones públicas, redactar discursos para las fuerzas estadounidenses en Iraq y buscar argumentos a utilizar en posibles debates. Tarea difícil, porque se trata de predicar «democracia» mientras actúan con saña e hipocresía.

Y estos grupos de la industria de la propaganda manipuladora son los que han recomendado y trabajado para saturar los medios, mantener diaria y consistentemente los mensajes, manejar las expectativas y usar la información para atacar y castigar a los críticos de la guerra y de las políticas gubernamentales estadounidenses. John Rendon se llama a sí mismo «un guerrero de la información».

TODO ESTA EN LAS OPERACIONES PSICOLÓGICAS

El panorama iraquí, el rechazo a esa guerra que crece en sordina dentro de Estados Unidos, les obliga a ese incremento de la guerra psicológica. Despliegan la ofensiva en la batalla «por las mentes y los corazones» porque están a la defensiva.

Sin embargo, nada es nuevo en sus planes, en enero de este año se conoció uno de los secretos del Pentágono, el mapa de ruta para la propaganda de guerra (Information Operations Roadmap), un documento de 74 páginas aprobado personalmente por Donald Rumsfeld el 30 de octubre de 2003, y en el que se llamaba a «límites» o «fronteras» entre las operaciones de información en el exterior y las noticias para los medios en su propio patio, aunque si las buenas nuevas de las operaciones psicológicas se filtraban para el público norteamericano no había problema alguno. Traducido significa que podían engañar al mundo y a sus propios ciudadanos.

Los militares definen las Operaciones Psicológicas (PSYOP) como «operaciones planeadas para transmitir información selecta e indicadores a audiencias extranjeras para influenciar las emociones, motivos, razonamientos objetivos, y en última instancia la conducta de gobiernos extranjeros, organizaciones, grupos, e individuos».

Los militares admiten que PSYOP es una parte vital de las actividades diplomáticas, de información, militares y económicas de Estados Unidos y tiene tres categorías: estratégica, operacional y táctica.

Ellas involucran el uso de cualquier medio —desde los periódicos, libros y carteles hasta la radio, la televisión, Internet, la música y cualquier otra forma moderna de comunicación—, dedicadas todas a diseminar mentiras e historias falsas o lanzar informaciones erróneas que confundan «al enemigo».

Sin embargo, como es hábito —y malo— de la administración Bush, la proyección rutera de Rumsfeld también viola sus propias leyes. La Smith Mundt Act de 1948 —que creó la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA) para la propaganda hacia el exterior—, enmendada en 1972 y en 1998, y varias directivas presidenciales de Reagan y de Clinton, prohíben expresamente al gobierno de Estados Unidos propagandizar para su público la información y las operaciones psicológicas dirigidas a la audiencia extranjera.

Pero los bushianos son especialistas en cruzar ilegalmente fronteras, las de naciones invadidas o las de la legalidad y la constitucionalidad estadounidenses.

He aquí una muestra desfachatada de ese grosero engaño que fue divulgada en abril pasado por Editor and Publisher, una publicación de los periodistas estadounidenses que acostumbra monitorear los problemas de la prensa, las violaciones a la ética o los casos de censura, entre otros. El Cincinnati Enquirer tenía un blog bajo el título Grandma in Iraq (Una abuela en Iraq), y esa abuela de 15, en servicio activo en el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU., con imagen de persona confiable e independiente de las versiones oficiales que dan los voceros militares en Iraq, describía sus puntos de vista sobre la ocupación: citaba los esfuerzos por mejorar los servicios de agua, electricidad y otros, la construcción de estaciones de bomberos y facilidades escolares, y hasta describía un entusiasta juego de fútbol. A sus ojos, todo era favorable en Iraq y los iraquíes aplaudían a las fuerzas armadas salvadoras...

Lo único que no dijo en su momento Suzanne Fournier, la «abuelita» del Cincinnati Enquirer, fue su verdadero cargo y función: oficial de Asuntos Públicos para el Distrito Sur de la Región del Golfo en el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos en Iraq. La Fournier hacía simplemente su trabajo en las operaciones psicológicas para convencer, motivar e influir en el pueblo estadounidense.

Cuando los lectores del Enquirer conocieron de esto, uno de ellos escribió_ «La parte triste es que yo no estoy muy sorprendido de saber que el Pentágono está plantando propaganda en nuestros periódicos».

Así van las cosas en la obcecada administración Bush y sus guerras...

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