Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

JFK y las llaves perdidas

Autor:

Juana Carrasco Martín

Cincuenta años y la verdad sigue guardada bajo siete candados. ¿Quién mató a John F. Kennedy? Elemental, las balas disparadas en Dallas el 22 de noviembre de 1963 sellaron un golpe de Estado donde estrecharon sus manos la CIA y la extrema derecha del poder político-económico estadounidense para utilizar como sicarios a mafiosos italo-estadounidenses y terroristas anticubanos de Miami.

¿Lee Harvey Oswald? Un cuento de ficción, sin ciencia, en el que prácticamente hace mucho que los ingenuos dejaron de creer. El infeliz chivo expiatorio buscado y fabricado para el intento de vincular a Cuba, con el objetivo de encontrar un nuevo pretexto que les facilitara actuar contra la Isla de la resistencia y la dignidad, una campaña de rumores y desinformación que estuvo vinculada a la CIA y que se repite en un reciente libro escrito por el ex oficial de la agencia de Inteligencia, Brian Latell.

No solo era Cuba el punto focal; estaba una guerra comenzada contra Vietnam que era de interés del complejo militar industrial continuar; existía un tratado para iniciar el desarme nuclear, alejando el peligro a que había estado abocada la humanidad durante la Crisis de octubre de 1962.

La conspiración amplia tejió una telaraña de pistas falsas, documentos censurados, oportunas muertes de testigos o participantes de alguna manera en el magnicidio o en las infructuosas investigaciones… Pero si nunca se ha llegado a la conclusión cierta, y la ciudadanía estadounidense fue paralizada por medios, políticos y autoridades no interesadas en llegar a la verdad, la duda persiste: el 61 por ciento de los estadounidenses está convencido de que Oswald no actuó solo…

Quizá el asesinato de JFK sea uno de los acontecimientos que más literatura ha producido, y no me refiero a los cientos de miles de artículos escritos en prácticamente todos los países de este planeta. Hablo de libros, de extensos volúmenes dispuestos a demostrar una teoría y otra, y que se calculan en más de 2 000.

A cinco décadas del misterio, nuevas investigaciones salen a la luz, como la del periodista italiano Claudio Accogli aventurada en su libro Kennedy deve morire (Kennedy debe morir), o la de James W. Douglas expuesta en JFK and the unspeakable. Why he died and why it matters (JFK y lo innombrable. Por qué murió y por qué importa), o lo expresado por David Talbot en La conspiración (cuyo título original es Brothers) y quien en una entrevista reciente explicaba: «El complot contra JFK fue orquestado por expertos y tenía todas las características de una operación de inteligencia sofisticada. Tan pronto como Robert (N.R.: Kennedy, fiscal general de EE.UU.) se enteró de la muerte de su hermano, supo que se estaba enfrentado a un enemigo poderoso. Y sabía que no podía confiar en las agencias de seguridad que habían traicionado a su hermano, la CIA , el FBI o el Servicio Secreto…».

Casualmente, asesinar al Presidente de EE.UU. no era un crimen federal en 1963, solo se le declaró así en 1965; pero ocultar lo cierto en la historia mantiene su vigencia en el país imperial, y difícilmente se abran, en 2017, los candados que resguardan una historia que pertenece al pueblo norteamericano y al mundo entero, contenida en más de 1 100 archivos relacionados con el magnicidio.

Hace también 50 años —el 23 de noviembre de 1963— que Fidel, en un discurso analítico sobre el terrible suceso, alumbraba al mundo y llamaba a los estadounidenses a buscar quiénes y por qué habían actuado en «un plan macabro para llevar a cabo una política de guerra y agresión, para poner el Gobierno de Estados Unidos a merced de los círculos más agresivos del monopolio, del militarismo y de las peores agencias del Gobierno de Estados Unidos. Es por nuestro propio interés, por el interés de todos los pueblos y del pueblo de Estados Unidos que demandamos esto».

El emplazamiento no ha sido respondido, la herida por la que se desangró el Presidente, hace 18 250 días, no se ha cerrado todavía, las muchas preguntas están sin respuesta.

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