Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El ruido también ensucia

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Malestares, zumbidos en los oídos sin saber por qué y dolores de cabeza frecuentes eran algunos de los síntomas que presentaba aquella señora después de varias noches en que la música estridente apenas le permitía conciliar el sueño. Como eran ocasionales, esta mujer, ya entrada en años, consideraba que no era necesario acudir a un médico. Pero al fin lo hizo.

Tras los análisis clínicos había llegado el momento del diagnóstico. El especialista le preguntó sobre el ambiente sonoro a que estaba sometida tanto en su casa como en el trabajo, si era una zona tranquila o con sonidos fuera de lo normal. Al concluir el examen de la paciente, el médico certificó: sus trastornos se deben a la contaminación acústica.

Esta es, quizá, la causa más frecuente de quejas de la población y debe considerarse como indisciplina social y, sobre todo, como falta de exigencia en el cumplimiento de las legislaciones establecidas.

Actualmente el ruido es uno de los contaminantes más agresivos, al ser un elemento distorsionador que irrumpe en el ambiente que nos rodea y ocasiona un deterioro en la calidad de vida de los seres humanos, que somos los que más nos exponemos a sus daños y contamos además con un receptor sensible al fenómeno: el oído.

En los últimos años en Cuba ha aumentado la contaminación sonora y gran parte de sus habitantes están expuestos a sufrir pérdida de la audición y otros trastornos de salud, pues se encuentran sometidos a niveles de ruido superiores a los 65 decibeles, límite máximo al que se puede exponer el ser humano sin que ello le ocasione malestares, según los estándares de la Organización Mundial de la Salud.

Aunque muchos piensan que el ruido solo afecta al sistema auditivo, los especialistas clínicos consideran que cuando se detecta la sordera en un paciente, ya este ha convivido con una permanente alteración nerviosa, desórdenes digestivos, insomnio, agresividad, fallos de la visión, hipertensión arterial y bajo rendimiento productivo.

Estudios aseguran que más de 30 horas tarda el oído humano en recuperar su sensibilidad auditiva normal, tras una noche de discoteca. Otros afirman que estas lesiones nunca se cicatrizan del todo.

Entre los grupos de mayor riesgo y más afectados por la contaminación acústica señalan a los jóvenes y obreros industriales. Los primeros por el uso excesivo de MP3, teléfonos celulares y reproductores de CD, en los últimos años, así como por su constante asistencia a discotecas y sitios de diversión donde la música suele escucharse excesivamente alta. Los segundos por no utilizar los medios de protección e incumplir las normas establecidas en los centros de trabajo.

Salvo en casos concretos de denuncias, que se producen cuando la persona llega al límite de su paciencia ante ese vecino o institución, sobre todo recreativa, que no deja vivir en armonía con su música a volúmenes enormes, no se enfrentan las agresiones ruidosas. Quizá por ello diversas organizaciones a nivel mundial han dispuesto legislaciones sobre ese mal.

Los cubanos no son una excepción. La Ley 81 del Medio Ambiente, el Decreto Ley 141/1988, los códigos de Seguridad Vial y Civil..., por solo citar algunos, se destacan entre nuestras leyes, resoluciones y reglamentos de carácter laboral, ambiental, de seguridad vial y de salud relacionados con el ruido, su impacto, medición y control.

Pero, ¿siempre se hace caso a esas normas jurídicas? ¿Se aplican? No hay duda de que todo ese amplio cuerpo legal puede ayudar a disminuir el nivel de afectación sonora, pero falta rigor en su aplicación. Las legislaciones ayudan a resolver el problema y reordenar; pero hay que  divulgarlas para que se conozcan y las personas puedan ejercer su derecho a exigir un ambiente más sano.

Asiduamente a la sección Acuse de Recibo llegan decenas de cartas asociadas al ruido, y son ya incontables los lectores que apuntan que los organismos solo actúan cuando reciben quejas de la población, porque están en la obligación de responderle, pero ¿acaso hay que esperar a que un vecino se moleste y envíe una queja para resolver tal situación?

Todos tenemos derecho a un medio ambiente sano, que no es más que el derecho de toda persona a gozar de una vida lozana, lo cual está amparado no solo por las leyes citadas, sino constitucionalmente. Entre ciudadanos e instituciones expulsemos la bulla de nuestros barrios, pueblos y ciudades, pues como dice una de esas vallas con las cuales se embellece hace unos meses la capital cubana: «El ruido también ensucia».

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