Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Carbonera

Autor:

Marianela Martín González

Seiscientos pesos y unos quilitos, más cerca de 18 CUC, gana mensualmente Yudenia Vázquez Domínguez, y con ese monto, que poco alcanza en la Cuba de hoy, sostiene a tres hijos, de ellos dos son adolescentes.

Pero, para que así suceda, esta joven tunera de 34 años de edad, debe elaborar cada mes 600 kilos de carbón vegetal. Por eso su vida transcurre prácticamente en el monte, donde cada día tiene que acopiar hierbas para allí mismo hacer su horno y convertir trozos de vegetales en carbón de alta calidad.

Vigilar el horno para que no se pasen los leños es una de las tareas más duras de quienes ejercen el oficio de carbonero. Sin embargo, ella, cual malabarista experta, atiende su hogar y las tareas de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), sin dejar de estar atenta a la pira que siempre aguarda por su supervisión.

Hasta con el clima adverso, todos los días recorre diez kilómetros, incluso más de una vez, para tener bajo control ese volcancito que la ha hecho una mujer libre y no una mantenida, ni sometida a preceptos machistas que no aprueban que la mujer se emancipe por sus propias manos.

El oficio lo aprendió por necesidad, según contó en una de las sesiones del recién concluido 10mo. Congreso de la FMC, e hizo que la aplaudieran cuando dio su testimonio de madre que prefirió irse a trabajar duro al campo, antes de que uno de sus hijos abandonara la escuela.

Cuando el joven le propuso dejar de estudiar para ayudarla en la crianza de sus hermanos y poder sostenerse él propiamente, Yudenia miró a su alrededor y la propuesta más viable que divisó fue la de carbonera.

Con solo 9no. grado de escolaridad y pocas ofertas de trabajo en Jobabo, donde ella vive, lo más viable fue iniciarse donde sin muchos requisitos le permitirán ganarse el sustento. Fue entonces cuando ella, junto a su madre de 65 años y otras nueve mujeres, integraron una brigada de carboneras que entregan sus producciones a la Empresa de Flora y Fauna de Jobabo.

No es un oficio común para mujeres. Tal vez parezca hasta muy difícil para una muchacha tan menuda como ella, pero lo que sí nos aseguró es que jamás estará de brazos cruzados por falta de demanda. Todo el carbón que su brigada produce se exporta, y con ese dinero bien sudado asegura el plato de comida de sus hijos.

Yudenia, incluso ataviada de tizne, es una mujer sorprendente. La lección de amor y ética que les da a sus hijos harán de estos hombres de bien, porque ella antes de vender su cuerpo o coquetear con actividades que le roban la tranquilidad, por estar al margen de la ley, eligió el camino del esfuerzo para alimentar a su prole.

Ejemplos como los de esta jovencita, escondidos en los más intrincados lugares de esta Isla, agitan el corazón cuando de la grandeza de las mujeres se trata. Ella y muchas otras sostienen sus hogares, sin el menor reproche por ser madres solteras. Ahí están sus pechos para desafiar los malos tiempos, también para recoger todo el fruto que la abnegación siempre trae de vuelta.

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