Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cobrar, pero sin cañonas

Autor:

Nelson García Santos

Suele ocurrir que en vez de despejar el horizonte para llevar a feliz desenlace una regla, algunos enredan su aplicación por patinazos sustentados en interpretaciones a la ligera o falta de alternativas al alcance de la mano.

Un buen ejemplo de esas circunstancias salta ahora mismo en los precios fijados en numerosos comedores obreros, determinantes para que muchos prescindieran de sus ofertas.

El dardo original de ese comportamiento resulta el engendro de un convoyado que suele tener un precio único, tanto en un almuerzo como en una comida, independientemente de sus componentes alimenticios.

Consecuentemente, el comensal debe pagar lo mismo por una completa de carne, arroz, potaje, vianda, ensalada y dulce, la de lujo, que por otra de menos alcurnia sobre la base de un solo huevo o una lasca de embutido, casi siempre mortadella, más otros añadidos, por lo general una sopa para mojar el grano preferido de la mesa del cubano.

Si a lo descrito le sumamos que la cantidad de cada componente tiende a ser más bien discreto que rebosante y su calidad en ocasiones tampoco resulta la mejor, entonces hay razones para analizar el precio, y más que eso, la cañona administrativa de obligar, por decreto, a comprar la completa, un convoyado resucitado de la década de los 80 del pasado siglo que cuestionaron —hasta que se fue del aire—, muchas personas.

El porqué de esa disposición se cae de la mata. Deviene más expedito y fácil vender de esa manera que hacerlo, como debe ser, sobre la base de que cada persona seleccione lo que desea y le cuadre a su bolsillo.

Dedujeron que era mejor matar la jugada con un solo tique (¿para ahorrar papel y lápiz o para disgustar?), a fin de tener menos trabajo y, claro, de paso se llevaron en la golilla esa regla añejísima del comercio de que a mayores opciones de diferentes precios aumentan las oportunidades para satisfacer al cliente, y la posibilidad de comercializar en una cuantía superior y obtener más ganancias.

No se les ocurrió tener en cuenta esa verdad verdadera de que cada persona tiene sus gustos, y nadie puede obligarle a pagar un boniato, una ensalada o una lasca de mortadella o lo que sea que no le guste.

En realidad tampoco se pueden meter en el mismo saco todas las administraciones. Las hay que buscaron establecer una oferta a un precio más módico y, en determinados lugares, al mediodía ofertan una buena merienda más barata que el costo del almuerzo.

He ahí una muestra del pensar con raciocinio, que confirma que hay variantes para abaratar sin regalar, en contraste con esa de: «paga 15 pesos por la completa o nada», una cañona que está fuera de tiempo, y más tratándose del almuerzo de los trabajadores.

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