Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Silencios pandémicos

Autor:

Nelson García Santos

Lenta pero inexorablemente nos hemos convertidos en seres más diurnos desde los mismísimos claros del día hasta que languidece esa luz maravillosa sinónimo de vida.

La tranquilidad se pavonea durante las noches en las grandes ciudades y más todavía en las pequeñas comunidades. Y esa quietud, aunque parezca paradójico, estremece al recordarnos perenemente que transitamos bajo el filo de una navaja.

Al desandar las calles a esa hora se siente cierto desasosiego, porque falta algo profundamente inherente a los humanos: la convivencia social que jamás nadie imaginó que algo ¿natural? pudiera menguarla de manera asombrosa.

Esa realidad, debido a las medidas restrictivas por la pandemia, exhibe su sello distintivo en las apacibles calles, en la soledad de los parques, de los centros recreativos, en fin, en ese paisaje rebosante de mudez aun antes de llegar la nocturnidad.

El cambio de conductas, por esas medidas a favor de la existencia, irrumpe también en que muchísimas personas se acuestan mucho antes de la media noche como sugieren las ventanas y balcones cerrados, a pesar de la tremenda canícula, la tenue iluminación interior, mientras el oído afinado tampoco percibe conversaciones ni nada que delate algún equipo funcionando a no ser el sonido de un aire acondicionado.

Más allá de la revelación de ese vistazo, las respuestas de personas cuando se indaga sobre la veracidad o no de esa apreciación corroboran esa realidad que se advierte al pasar lentamente cerca de las viviendas, cuyos moradores están sumidos en el descanso reconfortante para partir tras el amanecer a vivir un día más en estos tiempos tensos por el condenado virus y por su compinche, el bloqueo, que tampoco cayó del cielo.

Mucha gente achaca irse a la cama más temprano debido a que antes veían por la noche más programas por video, la televisión o salían a pasear. ¿Qué ha ocurrido? Ahora, como hay una mayoría en las casas por el día se realiza en ese horario. Y de los muchachos ni hablar, pues al llegar la noche están cansados de ver esto y aquello.

El barrio, donde por lo general en estas circunstancias la estancia de la gente resulta más prolongada, ha ganado en dinamismo, y en el vecindario proliferan las tertulias sobre un sideral repaso de la existencia sin excluir el más allá, ni el ultimo chisme, más las soluciones en la mano que esgrime cada cual para resolver los problemas que nos aquejan. ¡Bárbaro!

Entonces, para muchos la cama más anticipada deviene un bálsamo para contrarrestar la nostalgia por pasar a lo que se ha bautizado como la nueva normalidad, y hacia allá vamos por el ahínco y no por suerte.

Y sobre el día ¿qué? Bueno, estimadísimo lector, de esas particularidades usted sabe tanto o más que yo. ¿Verdad?

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