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Los lugares secretos de dos grandes enemigos

En días recientes la Medicina ha descubierto el modo de llegar a los «escondites secretos» del VIH y el cáncer uterino

Autor:

Iris Oropesa Mecías

La nanotecnología ya no es la rama desconocida que hace unos años se nos presentaba como un gran misterio por explorar. Desde los inicios de su estudio descubrimos las maravillosas propiedades de la materia al estar en la «nanodimensión». Darnos cuenta de que un material a escala nanométrica presenta unas características muy diferentes del mismo material a escala macroscópica, como las propiedades químico-físicas avanzadas (ópticas, eléctricas y estructurales), liberó hasta hoy un vertiginoso camino de aplicaciones a los campos más diversos, desde el mercado de cosméticos hasta la biología, la informática, las comunicaciones, la microelectrónica, la biotecnología, la física y la medicina, que han convertido a la nanotecnología en una verdadera amiga de la especie. De hecho, pareciera que la etapa de resistencia al cambio que acompaña a casi toda innovación humana quedara de lado en su caso, y solo pudiéramos aceptarla con admiración en cada uno de los avances que la utilizan, incluido el entusiasmo mercantil. Pero es en las aplicaciones médicas donde la nanotecnología ha revelado acaso los usos más sensibles para nosotros.

Esta vez, la rama que aplica sus ventajas a la Medicina, la nanomedicina, ha dado con otro método de lucha contra el cáncer, específicamente el cáncer en el tracto reproductivo femenino.

Si la montaña no viene a Mahoma…

Un equipo de investigadores del Instituto de Nanociencias Integrativas de Dresde, en Alemania, ha creado un sistema de tratamiento que conjuga la nanotecnología de los ya conocidos nanobots distribuidores de fármacos con un elemento orgánico transportador. Utiliza nada menos que espermatozoides equipados con un aditamento nanotecnológico para suministrar fármacos directamente sobre tumores cancerosos.

Estos especialistas, según el portal Psyhic.org, prefirieron un portador natural para suministrar medicamentos a objetivos específicos, uno de los campos en que la nanotecnología ha sido de especial ayuda. Así, agregaron el medicamento activo a esperma de toro en su experimento y emplearon microestructuras revestidas de hierro a las cabezas de los espermatozoides para dirigirlos con precisión (nanométrica) al lugar específico del tumor.

Esos arneses poseen un mecanismo de liberación rápida que se suelta después de que los espermatozoides colisionan con las células cancerígenas, y permite que penetren con el medicamento de modo similar al que estas células reproductivas usan para fertilizar los óvulos cuando hacen contacto con ellos. Eso sí, el «casco» de hierro provoca que se desplacen un 43 por ciento más despacio que cuando cumplen su función natural.

A diferencia de las bacterias —otra posible opción para transportar los portadores nanométricos— el esperma no prolifera en colonias que ocasionarían nuevos problemas, con lo cual representan una solución de carga y distribución de vanguardia, mucho más integrable desde el punto de vista biológico.

Otra ventaja de este tratamiento, sería la protección del fármaco de enzimas naturales que pueden degradarlo cuando se suministra del modo tradicional, una de las razones por las que la nanomedicina se ha  enfocado en opciones de este tipo desde hace varios años.

Los principales desafíos que han obstaculizado este empeño han estado en la respuesta del cuerpo. De ahí que el equipo alemán haya apostado por el esperma como un transportador rápido, orgánico y «menos extraño» para el organismo.

Esta opción combina elementos orgánicos con nanotecnología. Foto: Tomada de Physic.org

En tanto los espermatozoides son células especializadas en buscar al óvulo con el fin reproductivo, y es conocido que en su carrera por fertilizar incluso han llegado a óvulos que se hallan aun en las trompas de Falopio, la esperanza en que su velocidad y alcance sean usados en combatir células malignas no es descabellada.

Para lograr este fin, los investigadores utilizaron un magneto externo —un uso ya tradicional en la nanomedicina— para dirigir y ayudar el trayecto de los espermatozoides dentro del cuerpo.

Los «cascos» o arneses de hierro, si bien añaden peso a las células reproductivas en su carrera, son atraídos «como por un imán» hacia las células tumorales. Así que llegan tal vez un poco tarde, pero seguros.

En cuanto al reto de lograr que los espermatozoides contuvieran el fármaco, fue sorprendentemente sorteado cuando los investigadores descubrieron que bastaba con introducir los espermatozoides en un recipiente que contuviera el medicamento para que este fuera absorbido. Tan solo esperemos por que la implementación de este tratamiento rebase con éxito todas las normas éticas para que su uso comience a ser una realidad en este «juego a los escondidos» de la ciencia contra el cáncer.

Otro escondite del VIH: los macrófagos

Por estos días la ciencia también ha perseguido a otro de los grandes flagelos de la salud humana, que también se agazapa en sus trincheras en el organismo: el VIH, virus de la inmunodeficiencia humana. Aunque esta vez no se sirvió de nanotecnologías, ha descubierto una pieza fundamental en la búsqueda de una cura efectiva: que el virus es capaz de desarrollarse en otro tipo de célula del sistema inmunitario diferente al de los linfocitos T, los que hasta hoy se conocían como hospederos de este mal. Así lo demostró un estudio publicado en Nature Medicine.

Un equipo científico estadounidense integrado, entre otros por los doctores Jenna B. Honeycutt y William O. Thayer ha hallado in vivo que el virus no solo infecta las habituales células T, sino que asegura su estadío en el cuerpo humano al adentrarse además en estas células inmunes, cuya función es consumir partículas extrañas y células muertas, un lugar donde hasta hoy no imaginábamos se ocultara el VIH.

Mediante varios experimentos con ratones que poseían un sistema inmune privado de células T, cuya médula ósea consistía de células humanas, los investigadores registraron la reaparición del virus en el 30 por ciento de los ratones luego de que se dejó de administrarles los medicamentos antirretrovirales.

La suspensión de estos medicamentos, la terapia más efectiva contra el virus, se debió a buscar la similitud con la práctica en humanos, puesto que debido a sus fuertes efectos secundarios, en ocasiones los médicos deciden suspender su administración durante breves etapas en los pacientes infectados.

En estos periodos, el VIH sale de sus sitios de reserva en el cuerpo y se remultiplica velozmente, pudiendo recuperar los niveles iniciales en apenas dos o tres semanas, uno de los mayores obstáculos para el avance de una cura efectiva.

Según los investigadores, los macrófagos han sido catalogados con este descubrimiento como la principal reserva oculta del VIH, desde la cual la infección recobra sus niveles tras ser tratado el virus con anticuerpos, medicamentos o la eliminación de células T.

De este modo se abre la posibilidad de actualizar los tratamientos para atacar también esas trincheras ocultas donde el virus logra sobrevivir.

Bien mirado, el estudio no es tanto una mala noticia como el primer paso para tratar de modo más preciso y eficaz al virus de la  inmunodeficiencia humana. Esta vez, la ciencia ha logrado dar con los lugares secretos de dos grandes enemigos: ya sabemos hallar escondites «mágicos», y hasta llegar a ellos para combatir cara a cara.

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