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TREMEndamente humana y emocional

 Sobre el desastre ya no solo natural, sino sobre todo humano, social, cultural, político y económico que vivió la ciudad de Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina en 2005, trata la serie Treme, producida por HBO y que actualmente retransmite la Televisión Cubana 

 

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Las olas llegaron a alcanzar los siete metros de altura y los diques se vinieron abajo cuando, con categoría cuatro y vientos por encima de 225 kilómetros por hora, el huracán Katrina se apoderó de Nueva Orleans para implantar en cada esquina la tragedia.

Este 29 de agosto se cumplirán 14 años de que la ciudad reconocida como la cuna del jazz, hasta entonces por naturaleza festiva, quedara prácticamente muerta: el 80 por ciento de la superficie se inundó, sepultando bajo las aguas un total de 107 379 casas, mientras más de 1 500 personas perdieron la vida... Y todavía George W. Bush, por aquella época presidente de Estados Unidos, tuvo la desfachatez de justificarse escribiendo en sus memorias: «El problema no fue que yo tomara malas decisiones. Fue que me tomé mucho tiempo para decidir».

Tres meses más tarde continuaba el desastre: ya no solo natural, sino sobre todo humano, social, cultural, político, económico. Es esa la terrible historia que narra Treme, la serie que la Televisión Cubana decidió volver a traer a la pantalla doméstica (bravo esta vez por la retransmisión), y que ahora en Cubavisión se puede ver los lunes, miércoles y viernes, finalizado el espacio Caribe noticias.

Creada por David Simon, reverenciado por habernos entregado verdaderas obras de culto, con el valioso acompañamiento de su amigo Eric Overmyer, uno de los guionistas de su clásico The Wire y conocedor a la perfección de Nueva Orleans por haber vivido allí, en abril de 2010 se produjo el estreno de esta otra magnífica serie con marca de la siempre impresionante HBO (culminó en diciembre de 2013). Sin dejar de revelarnos el dolor, de mostrarnos las amargas vivencias de personajes que parecen castigados por el destino, Treme resulta ciertamente optimista, porque nos presenta seres a quienes nada ni nadie puede detener en el empeño por salir adelante; por salvar sus tradiciones, esa cultura de la cual se han sentido orgullosos y que también es su razón de ser.

Treme no se ubica entre las propuestas que puede andar buscando el espectador para divertirse en momentos de sofocante calor, porque, además, poco tiene que ver con los convencionalismos. No hay diversión en ser testigos «distantes» de cómo se va recuperando de la catástrofe la urbe más importante del estado de Louisiana, lo cual supuestamente empezará a ser palpable a partir de la realización, en febrero de 2006, del tradicional Mardi Gras: el reconocido carnaval que los identifica.

Quien elija no perderse ni uno solo de sus 36 capítulos distribuidos en cuatro temporadas, entenderá desde el mismísimo principio que se tratará siempre de una «lejanía» geográfica, en lo absoluto espiritual. Estamos entonces ante una ficción que no se avergüenza de su intencional proximidad con lo documental, la cual posee la probada capacidad de hacer emerger los sentimientos más puros de aquel que la siga hasta el final.

Todo ocurre en el barrio popular que da nombre a este dramatizado, habitado mayoritariamente por negros de la clase trabajadora, razón por la que permaneció ignorado en todos los sentidos, a diferencia del vecino, turístico y más que conocido Barrio Francés, aunque sea aquel donde haya sido descomunal el aporte cultural, expresado como se sabe en la música, pero también en la gastronomía, en su particular cocina. Es justo ese extraordinario acervo que marca su identidad lo que une todavía más a sus pobladores en el afán por lograr la recuperación.

Por medio de los hombres y mujeres que la habitan y de esa fabulosa música que la recorre de principio a fin, es que Simon y Overmyer nos muestran la verdadera esencia de la ciudad fundada como colonia francesa. Imposible permanecer indiferente ante el batallar de luchadores incansables como el trombonista Antoine Batiste, interpretado magistralmente por Wendell Pierce, quien en su condición de hijo ilustre de esa tierra, entendió perfectamente lo que los showrunners se traían entre manos.

Sin embargo, no es Pierce (The Wire, Suits, Numb3rs, Chicago PD...), a quien mucho se le agradecen los toques de humor que aporta su personaje (la otra cuota la tributa Steve Zahn, como el DJ Davis McAlary), el único que con su constante eficacia a la hora de actuar consigue dibujar un convincente retrato de Nueva Orleans y de su gente. Las otras poderosas pinceladas son propiedad de Khandi Alexander, en su rol de ex de Batiste (Ladonna), a la cual nadie puede convencer de que abandone su hogar y quien no se detiene en el empeño de encontrar a su hermano Daymo (David Maurice), desaparecido durante el huracán; de Lucia Micarelli y Michiel Huisman en la piel de dos jóvenes músicos que llegaron con deseos de imponer sus talentos, aunque fuera en las calles: ella como la virtuosa violinista Annie, y él como su novio Sony, también instrumentista mas sin el mismo brillo; así como el estelar Clarke Peters, aquí convertido en el Gran Jefe Lambreau, apasionado y defensor del Mardi Gras y máximo líder de la comparsa de Los Indios, una tradición que parece serle indiferente a su hijo Delmond (Rob Brown), un destacado trompetista.

Con la música como protagonista principal, también contribuyen con fuerza para completar el cuadro: Kim Dickens, quien se transforma en Jeanette Dusateil, una estelar cocinera a quien le cuesta abrirse paso, y otros dos personajes vitales: Creighton Bernette (John Goodman) y su esposa Toni (Melissa Leo), ambos activistas de derechos civiles que se han impuesto sacar a la luz toda la suciedad política y denunciar la falta de acción de las autoridades locales.

Casi nada queda afuera en esta realista y sentida representación: el aumento de la criminalidad que siempre desatan las crisis y que conduce a una creciente inseguridad ciudadana, sobre todo cuando el desempeño policial es ineficiente; la corrupción de políticos y empresarios aprovechándose de la tragedia para comprar casas a bajo precio y en su lugar levantar nuevos edificios (los aprovechados de turno), y hasta una mirada al turismo y los turistas.

Que la poderosa escena musical esté presente a cada instante se justifica por sí sola en una producción que tenga como centro una urbe en la cual los muertos se acompañan hasta su última morada a golpe de jazz. Y se agradece sobremanera no solo porque sin ella no se comprendería cabalmente esta tierra que todos clasifican de mágica, sino además porque la selección realizada es de lujo, con una nómina de primera, compuesta por emblemáticos compositores del género. Si no fuera suficiente   el éxtasis, son interpretadas dentro de la misma trama por verdaderas leyendas de este y otros estilos que también han hecho de Estados Unidos una potencia en ese campo.

Se la perderán aquellos que solo persiguen violencia, sexo y droga; o los otros que enloquecen nada más con esos puntos de giros que de inesperados crean vértigo, y echan a un lado a Treme, porque ahí «no pasa nada», como si fuera poca cosa reflejar el alma humana; mostrar, sin estridencias, cómo la gente se sobrepone al desánimo y se levanta para preservar su espacio, su identidad.

 De verdad

Dentro de la serie hay actores que asumen protagónicos como el brillante Wendell Pierce, quien nunca ha tocado un trombón, aunque nos haga creer que es un verdadero experto. Pero está el caso de quien sí, como Lucia Micarelli, reconocida a nivel mundial como reputada violinista, que ha compartido la escena con figuras de la talla de Jethro Tull y Josh Groban, entre otros. Hubo que convencer a esta muchacha para que aceptara este papel por el que luego ha sido muy aplaudida. 

¿Rara?

La mayoría de los críticos están convencidos de que el tiempo ubicará en el sitial que corresponde a Treme, que a pesar de su notable calidad estética, por «rara» no llamó demasiado la atención de los premios Emmys, y en su primera temporada solo logró conquistar dos lauros: a la mejor dirección para Agniezska Holland y a la mejor canción por This City, de Steve Earle, quien, al igual que muchos otros grandes músicos, aparece como actor en la serie.

 

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