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Incremento de los spam o correos-basura se ha vuelto preocupante

De gran parte de los correos que nos llegan, pero que no deseamos, muchas veces nosotros mismos somos los culpables Videojuegos controlados con el pensamiento

Autor:

Amaury E. del Valle

La multitud de mensajes no deseados de correo electrónico que suelen llegar a los ordenadores tienen lugar por descuidos de los mismos poseedores de estas cuentas o de personas relacionadas con ellas, que de una u otra forma hacen públicos sus datos íntimos.

El fenómeno, con el auge de los spam o correos-basura, se ha vuelto cada vez más preocupante, no solo por lo engorroso que resultan o el tiempo que consumen, sino por la intimidad que va adquiriendo la información de este tipo, que se ha vuelto en ocasiones tan confidencial como el teléfono, la dirección particular o cualquier otro identificador.

De hecho, poseer información sobre personas muchas veces se convierte en un lucrativo negocio, ya que lo mismo sirve para venderla a quienes envían correos electrónicos comerciales, que a los piratas informáticos como pistas para introducirse en máquinas ajenas y robar información.

Dejando a un lado los diversos mecanismos utilizados por los hackers para apropiarse de los correos, incluyendo los virus informáticos que leen las libretas de direcciones y las reexportan, en la mayoría de las ocasiones los mismos dueños de los e-mail «se regalan» al reenviar cartas-cadena, poner públicamente su correo en Internet, o simplemente dejarlo sin contraseña de acceso en su máquina, que al ser infestada por un virus reenvía estos datos.

DATOS CONVINCENTES

Actualmente, se estima que el 70 por ciento del tráfico internacional de correo electrónico es spam, aunque otras fuentes, como la consultora Postini Threat Identification Network, afirman que 10 de cada 12 mensajes que ellos analizan son correo-basura.

Incluso, una encuesta de Trans Atlantic Consumer Dialogue Online Survey On Spam, una organización no lucrativa dedicada a investigar este fenómeno, sugiere que entre los consultados el 96 por ciento dice que odia el spam o que les molesta, el 84 por ciento está convencido que los mensajes comerciales no solicitados deberían ser prohibidos, y el 52 por ciento opina que compra menos o no compra nada en línea debido a que creen que recibirán spam por ello.

A su vez, un informe del Pew Internet And American Life Project muestra que de los usuarios de e-mail el 80 por ciento son molestados por el contenido deshonesto o mentiroso del spam, el 76 cree que muchas veces su contenido es ofensivo u obsceno, el 75 ya no sabe cómo parar el flujo de mensajes no deseados que le llegan, y el 70 por ciento dice que el spam ha convertido su experiencia en línea en no placentera o molesta.

Datos estadísticos más recientes de la empresa SPAMfighter, dedicada al desarrollo de filtros Antispam, aseguran que tan solo el 16 por ciento de los mails que recibimos es legítimo, permitiendo a millones de spammer, o personas que envían correo-basura, circular libremente y difundir sus mensajes sobre drogas y créditos baratos.

Son apenas algunas cifras que indican la alarmante magnitud de este fenómeno, que ha llegado a amenazar directamente la estabilidad del tráfico electrónico por Internet, y es hoy una verdadera pesadilla de las comunicaciones electrónicas en el mundo.

Sus causas son muy diversas, pero todas, de una u otra forma, paran en el teclado del usuario del correo. La mayor parte de ellos, por desconocimiento, reenvían constantemente mensajes del tipo de cartas-cadena, que lo mismo vaticinan una tragedia, buena suerte o piden ayuda para cuanta cosa se pueda imaginar, incluyendo la cacareada oportunidad de hacerse rico con unos pocos clics.

Estos mensajes, que en múltiples ocasiones la gente reenvía a todos los conocidos, sirven a los que recolectan direcciones como anillo al dedo para hacerse de miles de estas. Lo peor es que incluso si uno no reenvía el correo, alguien que tiene el nuestro sí lo hace, y por ende lo expone también.

Después de esto, solo queda para los que siguen las cadenas convertir los correos insertados en una base de datos, y venderla al mejor postor, quien casi siempre se dedica a cobrar a empresas de productos o servicios por publicitar sus bondades.

ILEGALIDADES AL POR MAYOR

Ganar viajes de los más exóticos o premios de diferentes casinos on line que nunca se han visitado, formas de alargar ciertas partes íntimas del cuerpo, dónde comprar Viagra barata o cómo perder peso, son algunas de las temáticas que pululan en los correos no deseados, que muchas veces llegan incluso en idiomas que no dominamos, como chino o ruso.

Uno de los aspectos que más preocupa es la cantidad de mensajes de correo no deseado que se reciben donde incluso gente sin pudor alguno ofrecen vender o comprar bases de datos de correos, recopilados gracias a las técnicas anteriormente descritas, lo cual indica la relativa impunidad que ha adquirido el fenómeno en muchos países.

Si bien las leyes sancionan esta práctica publicitaria desleal, no siempre son lo rigurosamente fuertes, y al tener que vérselas con un entramado complejo y muchas veces ilegal, es muy difícil detectar la fuente primaria de donde salió la estafa.

Pero más allá de su molestia al congestionar la bandeja de entrada de los correos electrónicos, los no deseados también generan importantes pérdidas económicas, ya sea porque ocupan tiempo de conexión, saturan los servidores, o porque hacen menos provechosa la jornada de trabajo, al tener que estar borrando toda la basura que llega.

A la par, muchas veces sirven de muy poco los filtros antispam de los correos electrónicos, que si bien pueden desviar hacia determinadas carpetas lo que recibimos, de cualquier forma no resuelven el problema del tiempo necesario para descargar todo eso en el correo. Por esto no es extraño que en ocasiones haya quienes pasen hasta cinco o diez minutos, o más, esperando que le «entren» todos los correos.

A esto se suman prácticas erróneas de dar los correos personales a cualquiera, lo que complica más el fenómeno, o la costumbre de otros, incluyendo jefes y subordinados, de poner el correo personal en páginas públicas de Internet, o reenviar los mensajes a toda la libreta de direcciones sin ocultar a sus integrantes.

MEDIDAS PRÁCTICAS

Existen variadas formas de minimizar el impacto que hoy ocasionan en las redes los correos-basura. La principal es mantener en reserva las direcciones personales de correo, darlas solo a personas de confianza, que sepamos harán uso correcto de estas.

Otra medida importante es no reenviar las cartas-cadena que recibimos muchos a diario, lo cual solo multiplica el fenómeno, así como pedirle a quien nos manda este tipo de correo que no lo haga más o nos borre de su libreta de contactos.

También es importante evitar que la dirección personal sea expuesta en sitios públicos de Internet e incluso redes nacionales o corporativas, pues para la comunicación con la entidad debe usarse un correo de trabajo, el cual una persona debe revisar y depurar lo que sirve o no, en vez de hacerlo en las cuentas personales, que además quedan más seguras para manejar informaciones más delicadas.

Igualmente es necesario mantener los antivirus actualizados, para evitar las infecciones o la entrada de intrusos a la máquina, lo cual puede exponer, además de los datos personales, información sensible de carácter personal o de la entidad en la cual laboramos.

NADA OCULTO

Hace algún tiempo, el sitio web Detroit Free Press publicó un interesante artículo sobre Alan Ralsky, uno de los mayores spammers del mundo. Resulta que algunas personas organizaron una campaña contra él, haciendo pública su dirección postal, la de correo electrónico y hasta una foto aérea de su casa. Además, sin él saberlo, lo apuntaron para todo tipo de campañas publicitarias, catálogos, listas de correo...

Como resultado Ralsky comenzó a recibir diariamente sacos de publicidad y catálogos, tanto en papel como por correo electrónico, y declaró al Detroit Free Press que le están acosando y que la gente responsable de lo que le sucedía estaba loca.

Fue una «dulce venganza» de los desconocidos contra el spammer, quien de pronto recibió mucho de su propia medicina, y salió a protestar contra lo que él mismo hace a diario: atiborrar a la gente de mensajes indeseados.

Lo más significativo es que el caso sirve de vivo ejemplo para quienes creen en las supuestas bondades del correo electrónico, y no solo hacen un uso excesivo de este para fines poco útiles, sino que ingenuamente exponen su intimidad, olvidando que, como dice el viejo refrán, «nada hay oculto entre cielo y tierra».

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