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Aprender a prender

En enero propusimos construir de conjunto una página para esta fecha especial. ¿Cómo demostrar el amor?, preguntamos, y nos llegaron más interrogantes que respuestas, sobre todo de jóvenes que recién descubren ese sentimiento

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Sin pan se vive; sin amor ¡no! José Martí

En enero propusimos construir de conjunto una página para esta fecha especial. ¿Cómo demostrar el amor?, preguntamos, y nos llegaron más interrogantes que respuestas, sobre todo de jóvenes que recién descubren ese sentimiento.

La duda más común es a partir de qué momento puede llamarse «amor» a lo que sientes cuando una persona aparece en tu vida y es como si el Sol saliera de noche o en el estómago trotara una manada de corceles.

También preguntan por qué tantas mujeres modernas toman la iniciativa en lugar de esperar el asedio masculino; si es posible amar a dos seres y demostrarlo de modo diferente, y si es mejor declararse «vulnerable» enseguida o esconderlo hasta que la otra persona dé señales positivas.

Un adolescente dijo sentirse conectado con una chica de su aula y quiere regalarle un DVD con su música preferida, pero su abuelo afirma que «a las mujeres no se les abre el corazón para no volverse esclavo de sus caprichos». Hace poco leí algo parecido en un poema árabe del siglo XI. ¿Será que en un milenio no hemos aprendido nada sobre el valor de nuestras emociones?

Conquistar cada día

Probar cuánto amamos a alguien no es tarea de un día, coincidieron varios mensajes, y también los comentarios vertidos en la peña del pasado martes en la librería Alma Máter. No es por simple veleidad ni por miedo a la rutina: este es un sentimiento marcado por la incertidumbre y al no saber qué va a pasar mañana debemos cuidarlo incluso más que a la propia familia, sugiere el psiquiatra Oscar Ojeda.

«¿Han oído decir a alguien “Ahí va mi ex hijo” o “Ahí va mi ex padre?”», ejemplifica el especialista cubano, y asegura que el amor de pareja es el más dependiente, el más débil de los lazos humanos.

Como no se sustenta en consanguinidad, no puede esperarse que sea incondicional o eterno, dice Ojeda, y compara el reto de alimentar el vínculo con el cuidado de una flor: «Si no la riegas, muere, y si la riegas demasiado…».

En el método va nuestra identidad. Un adulto en la peña develaba su truco más común: «Ignorar a la que me gusta para hacerle sentir incómoda y que se fije en mí». Es una técnica efectiva… en un círculo cerrado y con una persona de autoestima baja o carente de afectos. De lo contrario ni se notará tu «esfuerzo» por ocultar ese rubor fisiológico que genera su cercanía, el cambio de voz y posturas, las palpitaciones, las pupilas dilatadas, y mucho menos el incongruente trato hosco, casi inmaduro, que eliges darle.

Otros recursos muy antiguos aún funcionan: regalar flores y poemas, compartir detalles en fechas claves, piropos sutiles o descarados, miradas insistentes, un roce al descuido, ser gentiles con sus seres queridos, aligerarle la faena…

Dice un joven lector que cada flechazo es diferente y él prefiere confiar en la inspiración del momento: según las circunstancias va despacio o rompe límites preestablecidos. Sus recursos son la creatividad, la empatía y el respeto por la dignidad de la persona que trata de conquistar o retener a su lado.

En el otro extremo está ese amigo que construyó un decálogo de acciones para rendir a mujeres y lo usó rigurosamente con todas sus conquistas de la última década. Muchas veces nos burlábamos de su aparente ingenuidad, pero no faltó lógica en sus resultados: para cada una de ellas los gestos resultaron originales y hasta espontáneos. El reto fue reinventarse a sí mismo para impresionar a la que más le importaba, años después de conocerse mutuamente.

Otras conclusiones salieron de este intercambio, el primero de 2015: a mayor autoestima es más fácil probar que alguien nos importa mucho, pues nadie creerá en tu amor si no te aceptas primero tal cual eres. Lo segundo es que el aprendizaje del apego en la familia de origen influye en el modo de concretarlo hacia otras personas a partir de la adolescencia, tanto como la tecnología disponible traza pautas para retener el contacto o impresionar.

El tercer punto es no llamar amor al afán de poseer a alguien para despojarle de sus ideales o su escala de valores. No confundas amor con pragmatismo, posesión, adoración acrítica… Si eso te alcanza para el día a día no hay nada que objetar, pero si el precio es renunciar a la felicidad y el autorrespeto, busca hondo en tus razones para aceptar una relación con más anclas que velamen.

Hay amores tóxicos, aunque reales, que pueden demostrarse en la esperanza del reencuentro, marcado para luego de que ambos completen su crecimiento espiritual y se descubran listos para reconstruir la relación.

También es un acto de amor dejar ir el pasado hiriente y confiar en que una nueva oportunidad puede sorprenderte. Una lectora lo resume así: «El amor no es traición; es confianza, fidelidad, comunicación. No quiero recordar la mala experiencia, quiero vivir esta nueva y dar todo el amor que tengo con sinceridad a quien se lo merece porque me levantó con sus brazos del abismo adonde estaba a punto de caer».

Otro lector experimentado asevera: «El amor forma parte de los secretos de la vida y ni siquiera los más sabios, los más hábiles amantes, han logrado revelarlo del todo. Nos distingue de otras especies, pero aún no alcanzan las investigaciones para desentrañarlo. De todas formas lo importante es vivirlo intensamente… aunque no logres desmenuzar en palabras todo su sentido».

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