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Baño solo para empleados

El pasado 22 de junio, Pedro Blanco Guerra viajó desde la Terminal de Ómnibus Nacionales, en la capital, hasta la provincia de Cienfuegos. Y lo hizo disfrutando del confort que proporcionan los ómnibus Yutong, pioneros de un largo proceso de recuperación del transporte público.

Pedro, quien reside en calle 44, Finca Husillo, Puentes Grandes, en el municipio capitalino de Marianao, relata en su carta que una desagradable experiencia se interpuso en aquel feliz viaje:

El ómnibus, que salió a su hora, se detuvo en la terminal de lista de espera de La Coubre, en La Habana Vieja. Y allí permaneció por más de una hora y 20 minutos.

Ello implicó que varios pasajeros se apearan para hacer sus necesidades fisiológicas. Fue cuando descubrieron lo insólito: el único baño con que cuenta esa estación, donde se congregan cientos de personas, no era accesible para los pasajeros.

Luego de su reparación, la administración de ese centro decidió ceñirlo solamente al uso de los empleados de la terminal, sin tener en cuenta que en una lista de espera se permanece horas y a veces hasta días.

Refiere el remitente que esta absurda medida ha creado mucha irritación en las personas que permanecen allí por necesidades de transportación hacia otras regiones del país. Y la nefasta consecuencia es que ya se está haciendo costumbre en algunos hacer sus necesidades en las áreas exteriores aledañas a la terminal, sin protección alguna, dado que por allí, como por muchos sitios de la capital, no hay baños públicos.

Pedro cuestiona la insensibilidad y el desatino que subyacen en esa medida.

La segunda carta la envía Javier Aquino Rojas, vecino de calle 230, edificio 27ª11, apartamento 3, entre 27-A y 27-C, reparto La Coronela, municipio capitalino de La Lisa.

Javier ha reafirmado recientemente, con una triste experiencia personal, que «hay mucha gente buena que con mucho esfuerzo y sacrificio le hace la vida más llevadera a los demás… personas anónimas que tejen la vida y la hacen continuar».

Aquino perdió recientemente a alguien especial en su vida: su abuelo materno, con quien se crió. Pero reconoce públicamente el desvelo y el amor con que fue tratado el anciano por médicos y enfermeros en el hospital municipal de Cabaiguán, en la provincia de Sancti Spíritus.

Aquino no olvidará nunca la profesionalidad, ética y afecto con que un enfermero de guardia, uno de esos seres anónimos, atendió a su abuelo hasta el último minuto; y la compasión y el respeto con que trató a la hija de este, que pasaba por un momento muy duro.

Contrasta también el remitente el deteriorado estado constructivo del hospital, con la limpieza y el orden que exhibe siempre, y lo más esencial: el excelente desempeño de sus profesionales y demás trabajadores para con pacientes y familiares.

«El respeto de los agradecidos» denomina Aquino al sentimiento que le embarga y que le hace no perder nunca la fe en el ser humano y en la Revolución, a pesar de otras malas acciones que uno encuentre en el camino de todos los días.

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