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Salvar las Parrandas de Guayos

Desde Guayos, ese pueblo tan alegre del municipio de Cabaiguán, en la provincia de Sancti Spíritus, me escribe un nutrido grupo de vecinos, encabezados por Nereida Santana Cañizares, residente en General Carrillo número 25.

La lista de firmantes es muy elocuente: amas de casa, custodios, obreros agrícolas, de la electricidad, el policlínico, trabajadores por cuenta propia, jubilados... Pero el sentir es uno solo: la preocupación por que no mueran las Parrandas de Guayos, esas festividades tradicionales orgullo de los pobladores de esa localidad.

Refieren los remitentes que en 1991 se trasladaron dichos festejos para el mes de diciembre, y se enmarcaron en la Semana de la Cultura y en saludo al 21 de ese mes, en homenaje a la liberación de ese poblado y al Día del Guayense Ausente.

Pero desde hace tres años las entrañables Parrandas se han aplazado para celebrarlas en enero o febrero del siguiente año. «Inexplicablemente, señalan, las autoridades de la provincia no se han proyectado anualmente para programar y realizar en fecha dicha festividad, lo que ha traído insatisfacciones en la población».

Aunque no están ajenos a las mil dificultades económicas y de recursos que puedan presentarse, ellos alertan de que cuando hay voluntad se pueden buscar alternativas, mucho más cuando festejos similares se realizan en otros territorios con todo fervor y sentido de pertenencia.

Y concluyen citando sabiamente las palabras del gran etnólogo Don Fernando Ortiz: «A mi juicio debiera favorecerse el desarrollo de estas fiestas, porque en ellas hay múltiples gérmenes de la cultura popular que hacen de las parrandas las fiestas más atrayentes de la república».

La segunda misiva es un SOS y lo envía Yusleidis Matos, de calle 52, entre 67 y 67ª, reparto Lotería, en el municipio capitalino de Cotorro.

Denuncia la lectora que en ese barrio llevan más de tres semanas sin una gota de agua. Se quejaron a Acueducto y les respondieron que había un impulsor roto. Transcurrida una semana volvieron a notificar, y les dijeron que ya casi terminaban de arreglar el impulsor averiado.

«Pero seguíamos sin una gota de agua, apunta, aunque sí vinieron enseguida a cobrarla, como todos los meses».

Luego apareció el agua durante tres días, pero ya llevan dos semanas sin ella otra vez. Y Yusleidis se pregunta: «¿Quién cuida de ese impulsor? ¿Quién lo repara? ¿Por qué razón se rompe tan seguido?».

Ante la falta de una información precisa, la vecina ha llegado a pensar también que, o no están cuidando el impulsor, o algo extraño está sucediendo. «Por favor, manifiesta, nosotros no somos camellos; somos personas que necesitamos el agua para poder vivir».

No menos preguntas y cuestionamientos tendrán los vecinos de la ciudadela ubicada en la calle San Juan número 27017, entre Vera y Nueva Esperanza, en el barrio de Versalles de la ciudad de Matanzas.

En nombre de ellos escribe Lucía Chávez Román para contar que desde hace más de cinco años la fosa del inmueble se desborda constantemente, inundando el patio colectivo. Y en algunas viviendas las aguas sucias brotan por los baños.

«Puede imaginarse, refiere, que además de la suciedad, el mal olor es insoportable, así como la proliferación de insectos y roedores, por lo que estamos altamente expuestos a contraer varias enfermedades».

Lo más triste de todo es que lleven tantos años así sin una esperanza, luego de haber hecho todas las gestiones posibles. El camión encargado de destupir fosas ha estado allí tres veces (han tenido que pagarle al chofer), pero en minutos vuelve a desbordarse de nuevo esa fosa que se ha convertido en la pesadilla de los vecinos.

Lucía comenta que los residentes en la ciudadela no pueden entender cómo es posible que situación de tal gravedad permanezca así, impune, y no se hayan sensibilizado quienes tienen que hacerlo para acometer el asunto con todas las de la ley y resolver el problema definitivamente con un trabajo radical y serio. Son seres humanos los que habitan allí.

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