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¿Cortar o negociar?

Son muy elevados en el país los gastos por el uso indiscriminado del teléfono en centros laborales. Hay quien incluso hace llamadas de larga distancia a costa de Liborio y nada sucede, cuando bien pudiera financiar esas comunicaciones con una tarjeta propia. A llamar y a enamorar con los teléfonos del centro laboral; total, esa cuenta se la pasan al Estado.

En muchas entidades se están tomando ahora medidas de control con los teléfonos, cuando arrecian las dificultades del país, que no vive aislado ni ajeno a las secuelas de la crisis económica y financiera mundial. Y es saludable que así sea, siempre que no se dé el bandazo unilateral, luego de que tanto se permitió y descontroló.

Lo sugiero a raíz de dos cartas con inquietudes similares. La primera la envía Sudynant González Castro, de calle 10 número 13303, entre Carlos Núñez y Quintana, reparto Aldabó, municipio capitalino de Boyeros. Ella es una madre trabajadora y tiene a su hija de tres años en el círculo infantil Milko Polosov.

Refiere que el pasado 10 de abril fueron citados los padres por la dirección del círculo para comunicarles que la Dirección Municipal de Educación decidió la suspensión del servicio telefónico del centro educacional, puesto que este había sobrepasado el presupuesto asignado por ese concepto.

La segunda misiva la envía Roxana Álvarez Gómez, de calle 104 número 28323, entre 285 y 283, Calabazar, en el propio municipio de Boyeros, quien también expresa su inquietud con respecto a la decisión de retirar el servicio telefónico de círculos infantiles y escuelas primarias que igualmente se hayan excedido en los gastos por esa partida.

Ambas lectoras comprenden la necesidad de la racionalidad en los gastos del país, y de cortar por lo sano en ese sentido. Pero también consideran que en el caso de centros educacionales donde permanecen los niños mañana y tarde, es muy delicado aplicar esa medida extrema. ¿Qué pasaría si un niño se enferma o se accidenta? ¿Cómo se le avisa a los padres, por ejemplo?

Retomando el razonamiento de esas madres, este redactor considera, por una parte, que la lógica económica debe ser aplicada con rigor; pero sobre todo con carácter preventivo, para no tener que llegar a tal maximalismo después que no se controló y se permitió demasiado. En estos casos ya consumados, quizá pudiera renegociarse el pago gradual de estos sobregastos entre Educación y ETECSA, sin necesidad de que cunda en los padres la inseguridad y desasosiego. Lo decisivo sería que en cada sitio, los responsables fueran capaces de controlar el uso de los teléfonos... solo para lo necesario.

¿A título de qué?

Juan Jesús Lara (Maceo 51 A, entre Coronel Rodríguez y Juan A. Díaz, Remedios, Villa Clara) se graduó de Licenciatura en Contabilidad, como parte de la Tarea Álvaro Reynoso del Ministerio del Azúcar. Esa graduación se adelantó en saludo al aniversario 50 del Triunfo de la Revolución, y Juan Jesús quiere reconocer a los profesores y dirección de la Facultad de Contabilidad e Ingeniería Industrial de la Universidad Central Marta Abreu —también conocida como de Las Villas— así como a las sedes universitarias municipales que lo hicieron posible.

Sin embargo, aún él y sus condiscípulos no han recibido sus respectivos títulos. Juan Jesús fue el graduado más integral de la provincia, y en esa condición fue invitado al acto nacional de graduación de la Reynoso, efectuado en la Empresa Azucarera Mario Muñoz, de Matanzas, el pasado 26 de enero. Allí los demás diplomantes de otras provincias recibieron sus títulos, mientras que los de Villa Clara aún esperan.

«¿Por qué tanta burocracia? —cuestiona. Se están violando nuestros derechos, porque, aunque estamos trabajando, no podemos devengar nuestros salarios como profesionales, pues las empresas no tienen esos documentos que justifiquen su formación».

No es la primera vez que en esta columna aparece el fenómeno de la morosidad en la adjudicación de los títulos a egresados de la enseñanza superior. Si de antemano los centros de educación superior conocen las cifras de graduados por años, ¿por qué se convierte el asunto en un problema? Al final, después de tantos esfuerzos, es desestimulante. Muy desestimulante.

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