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Que no falten manos

De las zozobras económicas de la nación y los esfuerzos por repartir lo que tenemos para que todos alcancen, por multiplicar la producción y enrumbar la nave hacia el bienestar común, existen pruebas; pero en medio de esas tensiones lo que no debe faltar son oídos receptivos, comprensión y ayuda hasta donde sea posible.

Para Olivia Ramírez Ortiz, (Consejo Popular Buey del Gallego, s/n, Yara, Granma), la vida diaria incluye tres palabras que por sí solas producen escalofríos: cardiopatía congénita crítica. Ella es madre de un niño de seis años que nació con Síndrome de Down y presenta además una malformación congénita en el corazón, lo que le provoca insuficiencia pulmonar severa.

Debido a esto el cardiólogo que lo atendió en el Hospital Nacional William Soler, le dijo que había que mantener al pequeño «en las mejores condiciones higiénicas y dietéticas. Había que cuidarlo mucho, porque cualquier catarro podía ser fatal para él».

Y la compungida mamá, por supuesto, comentó que vivía en una zona rural de difícil acceso por las malas condiciones en que se encuentra el camino. «El hospital me queda a 12 kilómetros de distancia. Existe un consultorio tipo 2… no tiene ambulancia, ni otro tipo de transporte».

Con los dictámenes de los galenos en la mano, comenzó la granmense a gestionar su posible salida del lugar donde habita. Era mayo de 2007.

El 28 de noviembre de ese mismo año habló con la máxima dirección del Poder Popular en su municipio. Le dijeron que no conocían su caso, pero lo valorarían y la mandarían a buscar. Nunca llegó la llamada.

Casi un año después, cuando volvió Olivia a hablarles de su problema, ya prácticamente no lo recordaban. Pero la respuesta fue cortante.

Ella, luego de aclarar que los galenos solo diagnosticaron el problema, solicitó humildemente que la ayudaran con materiales. Pero tampoco llegaron los recursos.

La mujer pidió al menos un solar para construir por sus propios medios. Terminaron diciéndole que si no conocía la situación en que se encontraba el país.

En abril de 2009 se dirigió Olivia con su niño a la sede de instituciones nacionales que podrían ayudarla a resolver el caso. Se creó una comisión que analizó nuevamente el problema en su contexto. Y como única explicación, le hicieron ver la difícil situación del municipio, y que su problema no estaba incluido entre los que podrían resolverse  este año, en el que, por otra parte, de 135 viviendas planificadas, se habían entregado solo 15.

¿En qué plan, documento, o memoria podrá archivarse este caso? Se comprende que pueda faltar una habitación o un ladrillo, pero no las contestaciones oportunas, argumentadas y amables, ni las alternativas para apoyar; o las cálidas palabras a una madre en problemas.

Sentirnos en sus zapatos

Fernando Ferrá Pérez (Jurugüey No. 1, y Carretera de Acueducto, Altura de la Vigía, Camagüey) calza un problema que bien pudiera ser el de otros tantos. Tiene solamente dos pares de zapatos ortopédicos, y cada vez que pretende arreglarlos choca con la ausencia de materiales.

Y él lo entiende, pero cuando arriban los implementos para reparaciones al taller más cercano, en la calle República, entre Santa Rita y San Esteban, en la urbe agramontina, siempre le sucede que se acaban antes de que él llegue.

Fernando piensa que algunas soluciones organizativas pudieran analizarse como  «que los que tengan necesidad de estos servicios inscriban sus calzados para que los materiales vengan planificados hasta aquellos que los necesiten o que se avise a los domicilios, pues no todo el mundo puede pagar arreglos de particulares».

Bien vale pensar en estas u otras variantes.

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