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Ubicada, no adiestrada

Odalys Díaz Ramos (Calixto García 227, entre Eusebio Hernández y Mariana Grajales, Colón, Matanzas) me escribe muy preocupada con lo que está sufriendo su hija, Dalgis Haydeé Falero Díaz.

Cuenta la madre que en 2007 la muchacha se licenció en Contabilidad y Finanzas en la Universidad Camilo Cienfuegos, de Matanzas, y el 1ro. de septiembre de ese año fue ubicada para hacer su servicio social en la Empresa Azucarera René Fraga Moreno, de Colón. Pero se le han caído las alas, y está sumida en total frustración.

Desde entonces, «no ha recibido tratamiento ninguno como adiestrada, no le fue asignado un tutor que la asesorara, ni ha transitado por las diferentes áreas de trabajo, como está establecido». Ni siquiera en todo este tiempo se le ha hecho una evaluación de su desempeño. Lo resume así: «Estudió una carrera universitaria para estar subutilizada».

En los primeros seis meses fue ubicada en el Centro de Gestión de la empresa: «Allí la maltrataron hasta hacerla sentir tan mal, que le subió la presión arterial y se le inmovilizó levemente el lado izquierdo de su cuerpo; por lo que fue trasladada con urgencia al hospital», confiesa la madre.

Posteriormente fue destinada a la granja de autoconsumo de la empresa. «Fue para ese lugar sin ningún vínculo laboral, solo como un objeto decorativo, que mueven de un lado para otro sin contenido de trabajo», refiere Odalys.

La situación ha llegado a tal extremo, que la joven ha creado un rechazo total hacia el trabajo. Y ha querido entregar su título universitario. «No entiende para qué estudió tanto, si no ejerce su profesión».

Dalgis Haydeé solicitó su liberación, y le fue negada por el director de la empresa, quien aún así sostenía que hay mucha necesidad de contadores y económicos, y además que el Ministerio del Azúcar no lo autorizaba.

En una ocasión Odalys se dirigió al Grupo Empresarial Provincial del MINAZ para solicitar asesoramiento, y todo fue infructuoso. Conversó con el jefe de Recursos Humanos y se entrevistó con el delegado provincial del MINAZ hace más de seis meses. Todavía permanece esperando porque se le dé una respuesta. Aunque sí: el jefe de Recursos Humanos le sugirió que si tenía tantos problemas, la solución sería solicitar un certificado médico o una licencia sin sueldo y sentarse en su casa. Vaya salida.

Odalys también se dirigió en varias ocasiones al director de la Empresa Azucarera René Fraga, y al jefe de Recursos Humanos de la misma. «Y la solución más bonita e inconcebible fue: Prefiero pagarle el salario sin trabajar, antes que pedirle la liberación al ministerio», subraya.

La madre no se rindió y se comunicó telefónicamente con el Ministerio del Azúcar. El funcionario que le atendió, en el Centro de Capacitación, le explicó el procedimiento que debía seguir el director de la Empresa para solicitar la liberación de la muchacha, solo excepcionalmente. Pero cuando ella sugirió en la Empresa que conversaran con dicho funcionario, el jefe de Recursos Humanos le dijo que él sabía lo que tenía que hacer, y que no tenía que llamar a nadie.

Con toda razón, Odalys lanza algunas inquietudes:

«¿De esta forma educamos y formamos a nuestros jóvenes para que sientan amor por el trabajo y sean útiles a la sociedad? ¿Cuesta tanto trabajo atender a un joven egresado universitario en la empresa azucarera René Fraga Moreno, o es que no están capacitados para asumir esa responsabilidad?».

La remitente busca solución al drama de su hija, pero va más allá. Considera que ya es hora de que se analicen las causas que originan el rechazo a los jóvenes egresados universitarios en algunas empresas.

No es la primera vez que aflora en esta columna el frustrante tratamiento a egresados universitarios en entidades que, a la larga, están conspirando contra el desarrollo y formación de la misma fuerza profesional que el país garantiza con no pocos sacrificios. ¿Qué habrá que hacer?

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