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Inseguridades con el seguro

Para Eladio de Armas fue triste ver su auto hecho un amasijo por la imprudencia ajena el 18 de abril de 2009, cuando un vehículo lo impactó. Pero una esperanza le iluminó en su desazón, cuando caminaba hasta su casa, en Calle 5ta. No. 157 e/ Cuarta y Doble Vía, en la ciudad de Santa Clara. Sí, porque estuvo asegurando el carro por más de 25 años hasta ese día.

Concluidas las investigaciones pertinentes, en marzo de 2010, la Empresa del Seguro Estatal Nacional (ESEN) le comunicó oficialmente que tenía derecho a la reposición del vehículo en la misma medida que existiera disponibilidad. «Todo fue procesado por parte de los funcionarios de la ESEN con ética y buena atención —recuerda—, a pesar de no contar esta con la infraestructura para garantizar al asegurado no tener que acudir a gestiones para poder recoger y proteger el auto siniestrado».

Este, agrega, hay que entregarlo al MITRANS como condición para recibir el derecho a la reposición, no al momento del accidente sino cuando la entidad aseguradora comunique al afectado que le pertenece, por un escalafón nacional que se crea.

La preocupación que le ocupa a este santaclareño y a otros asegurados que como él esperan, no solo es el tiempo aguardando, sino la respuesta de que no se dispone de los vehículos para reponer. El asunto, refiere, «depende de que organismos del Estado sustituyan el parque automotor con vehículos adquiridos con financiamiento del Seguro; y esos que sustituyen pasarían a ser la fuente de reposición».

Eladio no aspira a un auto nuevo, es conforme con lo que se puede dar hoy, pero no comparte el procedimiento mencionado. Observa el remitente que a veces se destruyen autos y se convierten en chatarra cuando pudieran tal vez emplearse para la reposición.

El lector piensa que la Empresa del Seguro está preparada para, como se dice en producción, lograr un ciclo cerrado: contratar, cobrar, investigar, documentar, recoger lo que le pertenece y responder. «Así —sostiene—, estaría acercándose cada vez más a lo que necesita una empresa estatal socialista (…). Además, nos liberaría de ilegalidades en las que se incurren para poder ejecutar el cumplimiento de un contrato».

Coincide con Eladio la queja de Jorge Luis Tornazo (Calle 3ra., Edificio 16, apto. 7, Micro Distrito, Guáimaro, Camagüey). El 7 de febrero de 2009 se incendió su auto, asegurado desde el 2005. Le han dicho lo mismo: Hay que esperar. ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto es seguro con el seguro?

Sangra por la oída

Aunque sus tímpanos están bastante cansados de la hiperdecibelia y otros demonios, el capitalino José Hidalgo (Calle 39 No. 896, e/24 y 26, Nuevo Vedado, Plaza de la Revolución) «escuchó bien» las palabras que compartimos ayer en esta columna.

Desde su propio municipio, llegaba la voz de Vicente Rodríguez Galano, quien contaba cómo algunos insensibles han convertido el CUPET de calle 23 esquina a 28, en una escandalosa discoteca.

Pues bien, comenta José Hidalgo que al parecer este mal aqueja a varios de estos establecimientos; y ejemplifica con el «ecocidio» al que están sometidos los vecinos de 26 y 39, en Nuevo Vedado, a causa de los excesos en el área del Servicentro Acapulco.

«No solo es la música a volúmenes descomunales, explica; se trata también en este caso de las consabidas carreras de autos, riñas tumultuarias, broncas de parejas subiditas de alcohol y todo lo que ello conlleva, atentando contra la tranquilidad de los vecinos hasta casi el amanecer».

Esta situación, evoca el remitente, se ha planteado en las asambleas de rendición de cuenta del delegado del Poder Popular, así como ante otras autoridades del territorio. Hasta ahora, nada.

¿Nadie se ha puesto a pensar que un accidente en una gasolinera puede desencadenar un hecho de mayores magnitudes? ¿Se seguirán permitiendo este tipo de indisciplinas impunemente?, pregunta el lector.

Y este periodista no puede más que unir su reclamo y su indignación a la misiva. Tanto va el cántaro al oído hasta que…

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