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Responden sobre situación del Zoo de 26

«Quisiera ver mi zoológico de vuelta. Quisiera poder salvar ese universo». Así, aferrándose a la esperanza, concluía la misiva enviada por la habanera Yumis Gaínza, reflejada en esta sección el pasado 7 de julio.

La lectora, vecina de Piñera No. 368, apto. E, entre Vista Hermosa y Mariano, en el municipio de Cerro, contrastaba recuerdos memorables de sus visitas al Zoológico de 26, cuando era apenas una infanta que descubría el mundo, con lo que recientemente apreció, junto a su esposo y su niña, en esa instalación.

«Es muy deprimente encontrar tan destruido un lugar que, por demás, siempre fue orgullo de los cubanos por su majestuosa arquitectura», meditaba Yumis.

La lectora lamentaba cuánto habían menguado las colecciones de animales y el deterioro físico que acusaban varios de ellos. Refería, además, lo complicado que podía resultar identificarlos, toda vez que «el sistema de señalética y descripción no aparece en la mayoría de las jaulas, y en las que lo tienen, se encuentra deteriorado al punto de que no se termina de leer la información».

Yumis llamaba la atención acerca de cómo parecían sin vida espacios del parque tan emblemáticos como la pradera africana y el estanque de los cocodrilos, y se dolía de que ya no funciona el tren que daba vueltas a la instalación, sembrando la alegría entre chicos y adultos.

«Los parques de diversiones sí están en buen estado; las cafeterías, bien surtidas. Pero la naturaleza… Me pregunto, tal como veo las cosas, si en un futuro no lejano les enseñaremos algo a nuestros hijos. ¿Existirán el amor, el cuidado y la constancia con nuestra madre naturaleza?», preguntaba.

Ahora escribe Grimilda Marrero Hernández, directora de Servicios Comunales en La Habana, para dar a conocer cuánto se hace por frenar el deterioro de la instalación.

Tras deficiencias detectadas en diciembre de 2011, bajo la supervisión del Gobierno provincial se da continuidad ahora al programa de mantenimiento y reparación del parque. Varios organismos participan en este esfuerzo, que lidera Comunales, empresa a la que han responsabilizado con su cumplimiento.

El programa de rescate incluye la atención a la imagen integral del Zoo, a la colección animal, el mantenimiento y reconstrucción de los recintos, la higiene, las áreas verdes, la campaña antivectorial, los servicios públicos, la seguridad y protección e incluso la actividad comercial.

«Ya se han realizado varias acciones, comenzando por áreas de mayor impacto como los parques infantiles, los baños, los quioscos, los bancos y las papeleras. Se rescataron 115 farolas de iluminación y se reaniman las áreas verdes, incorporando nuevos diseños de jardinería. También se dio mantenimiento y se pintaron muchos recintos, a los cuales se colocó su señalética».

Agrega Grimilda que se actualizó el inventario animal —cuentan con 141 especies y 553 individuos— y reordenaron el sistema organizativo y los contenidos laborales, lo que permite que los cuidadores pasen mayor tiempo en las áreas, intercambien información con los visitantes, eviten que se les suministre alimentos inadecuados a los animales y velen por el estado físico de estos, en especial de los que son más longevos.

Varios organismos y trabajadores por cuenta propia prestan servicios colaterales en el Zoo de 26. «Hoy se trabaja en la actualización de los contratos con ellos, y a esa documentación se anexa los requisitos que deben cumplir según sus funciones y necesidades del centro», explica la directiva. La labor de estos entes será fiscalizada periódicamente sin previo aviso, y la trasgresión de lo pactado causará el cierre del contrato. Otro propósito es ampliar la oferta gastronómica, respecto a lo cual se comenzaron a aplicar encuestas para medir la calidad de la elaboración y la valoración del servicio.

«Además de la conservación y exposición de especies, los zoológicos se ocupan de educar en el cuidado medioambiental. Toda actividad que se realice en ellos ha de ser fiel a ese encargo y al hecho de que los niños conforman el mayor porcentaje de los visitantes. Por esa razón, las actividades deben ser exponentes de una cultura en correspondencia con ese entorno, con lenguaje y música infantil que promuevan los valores y conocimientos del medio ambiente. Así contribuimos al rescate de lugares con música, espectáculo y un clima educativo que propicie la cultura a nuestros pequeños y adolescentes, al margen de lo que pueda estar de moda», puntualiza Grimilda.

Por último, precisa que se visitó a Yumis y se le ofrecieron pormenores del programa del mantenimiento y reparación. Satisfecha con la explicación, la joven se brindó de conjunto con su esposo, diseñador gráfico, para apoyar con grupos comunitarios a cuidar la instalación.

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