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Dos familias en el límite

Si «el mayor goce viene de hacer bien», y «el deber es feliz», como expresó el propio José Martí, el cubano inmenso, honrarlo no es solo ocasión de un 28 de enero como hoy, sino siembra y sino de todos los días.

Y las políticas públicas del país necesitan —hasta el último rincón de la geografía nacional—, de directivos, funcionarios y trabajadores sensibles y solidarios, que sepan entrever las urgencias de los más necesitados con martiana devoción.

Yamilet Blanco Teijido (calle 1 No. 5, reparto Mariana Grajales, La Güira, Banes, Holguín) confiesa muy triste que ya en su municipio agotó las energías para clamar por una solución ante la situación tan dura de su hija.

Cuenta que la niña, de 14 años, sufrió a la edad de ocho una encefalomielitis posherpética, enfermedad que le afectó la médula espinal y el cerebro, y la dejó paralítica y ciega; además de que presenta incontinencia urinaria. La madre ha solicitado ayuda en cuanto a cama, colchón y sábanas, ya que la muchachita no tiene control sobre sus necesidades fisiológicas.

«Y se me ha denegado el apoyo por Asistencia Social, afirma, pues la subdirectora del centro donde radican las trabajadoras sociales dice que no es un caso crítico. Ahora en febrero mi hija será remitida a un hospital de Santiago de Cuba, por presentar una doble escoliosis avanzada, con las vértebras de la columna muy separadas. Le pondrán un yeso desde los hombros hasta la cintura.

«Yo era trabajadora de la Salud y tuve que dejar de laborar para cuidar a mi hija, que comenzó a padecer crisis de ausencia al afectársele células del cerebro.

«Realmente no se ha ayudado con el problema de mi hija. Estoy desesperada. Ya no sé dónde plantear mi inquietud y que se me escuche», concluye Yamilet.

Por su parte, Magalis García Fajardo (avenida Lenin No. 75, Los Mangos, Moa, Holguín) relata que es damnificada por derrumbe total de su vivienda, tras el paso del huracán Ike en 2008.

Entonces, le dieron un colchón y le orientaron que construyera una facilidad temporal con los escombros que quedaron de su casa, con la promesa de reconstruir su vivienda.

En 2011, al ver que ya se levantaban casas y ni siquiera los habían visitado, su esposo fue a la Dirección Municipal de la Vivienda (DMV), y le dijeron que él no aparecía en el listado. Entonces fue a ver al delegado del Poder Popular, quien compareció en la DMV. Y le dijeron que esa familia aparecía en el listado, pero solo con afectación parcial del techo.

Llegó el huracán Mathews en 2016 y le destruyó todo lo que habían levantado. Les entregaron 50 tejas de cartón, una bolsa de cemento y clavos. Vecinos y amigos los ayudaron. Y las tejas, además de techo, les han servido de «paredes».

«Lo más lamentable es que vive con nosotros un nieto desde que tenía un año de edad. Y desde julio de 2015 le diagnosticaron Linfoma de Hodkin en etapa tres. En su certificado se le orienta no esfuerzo físico ni exponerse al sol, así como medidas higiénicas adecuadas.

«Es imposible en estas condiciones, porque llueve y tenemos que dormir con un nailon sobre nosotros, y yo sacando el agua con una frazada de vez en vez. Aún así, nos mojamos. Y en verano el calor agotador derrite las tejas, y caen gotas de petróleo con un fuerte olor. Por si fuera poco, en 2018, a mi esposo le diagnosticaron cáncer de colon. Ambos, abuelo y nieto, tienen que dar viajes a Holguín para la quimioterapia.

«Hace seis meses nos visitaron y preguntaron dónde debían colocar los materiales. Aún los estoy esperando. Desde hace tiempo saben que soy un caso priorizado. Y todos los años las autoridades concuerdan en que mi situación es crítica, pero no veo solución a mi problema. (...) Siento vergüenza de escribir a su columna, pero los funcionarios involucrados en este proceso no me han dejado otra alternativa», concluye Magalis.

 

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