Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Pedro, un «mensajero» generoso

Comienzan a aparecer ya las historias de la urdimbre solidaria que se teje en los barrios de Cuba a raíz de la pandemia del coronavirus, con el mensaje de Mercedes Cruz Romero, residente en calle 44, No. 312, entre 3ra. y 5ta., Miramar, en el municipio habanero de Playa.

Relata la señora que en su edificio hay cuatro apartamentos, y dos de ellos habitados solo por adultos mayores, de 90, 71 y 68 años y sin más familiares, entre ellos la propia remitente. Una composición muy elocuente del envejecimiento demográfico que registra Cuba.

 Pues la noticia es que desde que comenzaron las medidas por el azote del coronavirus en el país, el vecino Pedro Acuña Ulacia ha asumido las compras callejeras de esos ancianos, para que no tengan que salir a la calle.

«Eso es solidaridad y unidad, afirma Mercedes; felicidades a Pedri y a su esposa, Haydée, que están al tanto de nosotros».

Gratis, sin pedir nada

 Leyris Caridad Moret Ariosa (Sitios, No. 26, entre Rayo y Ángeles, Centro Habana, La Habana) felicita y valora sobremanera «a esas abuelitas que día a día, desde bien temprano en la mañana y hasta el anochecer, están apoyando a la población confeccionando nasobucos».

 Lo hermoso, dice, es que lo hacen sin pedir nada a cambio; dígase tela o hilo. «Démosles gracias a esas ancianitas, muchas con más de 90 años, por su amor y solidaridad», afirma Leyris.

Y desde Lawton, en el municipio capitalino de Diez de Octubre, Magdalena Duany Lopez confiesa que el 30 de marzo vivió momentos inolvidables a las nueve de la noche, cuando el vecindario aplaudió masivamente a los médicos, enfermeros y demás trabajadores de la Salud, por su heroico enfrentamiento a la pandemia del coronavirus.

 Tal fue la ovación, relata, que los medios de transporte detuvieron su marcha y sonaron los cláxones. Y los choferes que les sorprendió la hora del homenaje también se detuvieron y se sumaron a los aplausos.

 Magdalena espera que cada noche, cada vez más cubanos se sumen a esa ovación. Y sueña con que, ojalá con el tiempo, así como el cañonazo de las nueve marca la vida de cada habanero, se convierta en una tradición ese homenaje de batir palmas por todos los que protegen la vida de sus semejantes.

 En contraste, se lamenta porque en su propio barrio, ya en esta etapa más compleja de la pandemia, se observan personas reunidas en la calle hasta altas horas de la noche, sobre todo jóvenes. Y considera que ya es hora de que con la participación activa de las autoridades y la Policía, se logre el respeto y la disciplina en momentos tan delicados.

Distanciarnos unidos

 De una hermosa carta que nos enviara Korent E. Brito Torres, un joven trabajador de la Empresa Eléctrica de Sancti Spíritus, compartimos al menos un fragmento:

 «Familia, esta vez no es un evento atmosférico, ni telúrico, donde nuestro esfuerzo y solidaridad están presentes. Esta vez la contingencia es compleja, pero solo se detiene con el cumplimiento estricto de una adecuada higiene y aislamiento entre personas, cosa que a los cubanos y cubanas nos afecta doblemente por nuestras características desbordantes en cuanto al temperamento afectivo.

 «Compañeros, queridos amigos, tenemos que continuar con la responsabilidad que la vida nos ha dado, llevando luz a todos los rincones del mundo, especialmente a nuestros hogares. Pero, por su bien y el de nuestra sociedad, protéjanse». 

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