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Priorizar a ancianos y otros vulnerables

Hay múltiples insatisfacciones y criterios sobre la manera en que se organiza la comercialización de alimentos en la capital en momentos de serios desabastecimientos y carencias, pues afecta a los más vulnerables y a los que trabajan, y favorece a los coleros, aun cuando se han intentado métodos más equitativos.

Rolando J. Rizo Oliva (San Gregorio no.114 entre Porvenir y Villoldo, Víbora Park, Arroyo Naranjo) afirma que la inmensa mayoría de la población pide a gritos que los cárnicos, aceite y cigarros se distribuyan por las bodegas y carnicerías a que está vinculado cada núcleo familiar.

Esta medida, afirma, garantizaría que las personas que cumplen un horario laboral para ganarse el sustento económico en forma decorosa puedan alcanzar estos productos.

Y, según su criterio, se les daría el puntillazo final a coleros, revendedores y vividores, se cumpliría equitativamente el gran legado de la Revolución de garantizar la alimentación de la población, al repartir lo poquito que tenemos, evitando las grandes colas que tantos estrés y molestias ocasionan.

Prioridad a ancianos y vulnerables

Vilma Thomas (Calle B no. 723, entre Zapata y 29, Vedado, La Habana) cuenta que sus padres de 80 y 78 años y con limitaciones físicas, viven solos en Marianao. Y llevan cerca de dos meses sin tener acceso al pollo que se vende en las tiendas Cimex y TRD, el cual ahora se distribuye controlado por la libreta de abastecimiento.

Explica la hija que aunque se ocupa de ellos, vive y labora en otro municipio, lo cual le impide estar disponible para hacer la cola cuando llega el producto, sin afectar su asistencia al trabajo.

«Aunque ellos han solicitado apoyo a la delegada del Poder Popular en reiteradas ocasiones, afirma, y la compañera ha hecho ingentes esfuerzos con el Consejo de la Administración Municipal, solo se ha logrado que, en dos ocasiones, les hayan llevado picadillo, perritos y yogur de vasito, pero no pollo.

«En reiteradas ocasiones ha llegado pollo a la tienda donde les corresponde comprar. Pero al tratarse de personas con limitaciones físico-motoras, no están en condiciones de hacer colas. Y lo pierden una y otra vez.

«El propósito de este mensaje, además de pedir apoyo en la solución de este tema sensible y que en lo personal me afecta, es solicitar que se revisen los mecanismos de atención a las personas vulnerables, sobre todo a los ancianos que viven solos en el municipio de Marianao.

«En medio de las carencias y dificultades que tenemos, que son comprendidas por todos, debemos hacer un esfuerzo extra para que nuestros ancianos, que tanto aportaron al desarrollo del país, sean tratados con la prioridad que necesitan y merecen», concluye.

¿Por qué no comercializar por bodegas y con listados previos?

Niurka de Orta González (Parque no. 424, entre Florencia y Magnolia, Cerro, La Habana) cuenta aquí su frustrante experiencia en la tienda Maravilla de ese municipio, como ciudadana que trabaja, y está en desventaja ante los habituales coleros:

El sábado 2 de julio, a las 2:30 p.m., los tres responsables sentados en una mesita no daban turnos hasta el miércoles 6 de este mes a las 11:00 p.m. El miércoles 6, Niurka llegó allí a las 12:30 p.m. Y cuando faltaban 20 personas delante de ella en la cola, decidieron no dar más turnos hasta el domingo 10.

Y este domingo 10, a las 10:00 a.m. había más de 200 personas, no muy organizadas, bajo el sol y con los ánimos caldeados. Niurka tenía que comprar el pan normado donde le corresponde, a más de diez cuadras con la misma libreta que debía presentar en la tienda. Fue a por el pan, y retornó a las 12:15 p.m. Habían terminado de dar los turnos hasta el próximo domingo, le explicó el agente de la PNR que aún estaba en la tienda.

«Desde que nacemos nos censan y tenemos un número en la bodega donde nos tocan los productos normados, afirma. ¿Por qué no utilizar esa vía para la organización de la compra de estos alimentos controlados, algo así como una lista: hoy le toca a la bodega X del número tal al cuál?

«Otra opción sería que dieran turnos hasta que cierre la tienda, para cualquier día del mes. Al menos sería más fácil para el que trabaja, sin los pretiquets que revenden los coleros», termina.

 

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