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Cuatro raciones a la cañona

Jorge Castellanos Milán (Calle D No.509, apto. 22, entre 21 y 23, Vedado, La Habana) llevaba días esperando por las ofertas especiales en centros gastronómicos de cenas para los festejos de fin de año. Y como supo que el pasado 2021 las ofertas del restaurante Siete Mares fueron excelentes, fue allí el 26 de diciembre a reservar lo que llevaría a casa para el 31, sin imaginar lo que le esperaba.

Su capacidad de asombro se desbordó cuando allí le dijeron —y la tablilla lo confirmaba— que debía adquirir al menos comida para cuatro personas. Le explicó a la empleada que en su casa eran solo él y su esposa. Y solo quería para dos. Ella entró, consultó, y al volver le informó que tenía que comprar cuatro raciones. Esa era la orden.

«Si esta oferta especial se hace con el fin de brindarle mayores facilidades a la población, dice, y darle la posibilidad de disfrutar de una comida aceptable conociendo las limitaciones que hay con el tema de la alimentación en una fecha tan significativa, no entiendo que se tome este tipo de medidas tan absurdas e ilógicas que no se corresponden con los fines propuestos.

«Mi esposa y yo somos personas mayores con problemas de salud, y entrada económica limitada. Aun así íbamos a hacer ese sacrificio para darnos el gusto. Estábamos muy entusiasmados con esta idea. ¿Por qué tengo que pagar por cuatro personas cuando nosotros somos dos? ¿Quién o a qué nivel se establecieron las raciones mínimas para la venta?

«¿Y si a algunas de esas personas mayores de edad que viven solas un vecino quiere tener un gesto por fin de año y comprarles una ración, por qué motivo no puede esa persona vulnerable disfrutar también de esas facilidades? Con gran sacrificio, como dije, puedo pagar la cena para dos personas por valor de 1970 pesos. Pero no podría pagar 3940 pesos para cuatro personas, ni creo haya razón lógica para que se me obligue a comprarlas.

«No reservé la cena, y llegué a mi casa molesto por esas cosas que suceden en mi país que nada tienen que ver con el bloqueo ni con las medidas coercitivas de nuestro eterno enemigo. Es sencillamente la facilidad que tienen algunos funcionarios para amargarle la vida al cubano y crear malestar e insatisfacción», concluye.

A Jorge, le comento que ese nocivo hábito en la esfera del comercio, la gastronomía y los servicios estatales, propio de un diseño en función de los que sirven y no sirven, y no en pos de los servidos y mal servidos, obedece a la comodidad de tener un consumidor cautivo, sin muchas alternativas. Es lo que llamo “la tiranía del mostrador”. Lo tomas o no, y ya.

Lo que correos se llevó

Rubén R. Colau Mederos (Calle 52 no. 5523, entre 55 y 57, Ceiba, Playa, La Habana) refiere que el barrio de Ceiba y Puentes Grandes carece de servicios postales desde hace varios años, pues la oficina de Correos que existía la retiraron, sin ninguna explicación a la población.

Y añade que tal decisión motivó entonces quejas y planteamientos a la Empresa de Correos Oeste y al Grupo Empresarial Correos de Cuba, sin solución ni respuesta a esos efectos.

Señala que, desde entonces, allí no hay buzones para depositar cartas, ni donde adquirir sellos de correo ni sobres, o imponer giros y telegramas, o certificar cartas, además de otros servicios postales necesarios, porque no todo el mundo disfruta de las tecnologías de la información y la comunicación.

Precisa que hoy, para disfrutar de esos servicios, hay que trasladarse a los correos más cercanos, que están a kilómetros del barrio, y enfrentar la crítica situación del transporte urbano.

Considera que este asunto debe incluirse en los trabajos de mejoramiento que hoy el Estado realiza con gran esfuerzo en todo el país. Y confía en que las autoridades y niveles correspondientes atiendan ese reclamo popular de su barrio. 

 

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