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El costo de ciertos desmantelamientos

José Guzmán Barreto Hernández fundamenta la queja que envía desde su hogar, en calle Víctor Ramos 69-B, entre Maceo y Van Troi, en Guisa, provincia de Granma, precisamente porque es un agradecido de la Revolución, y le duele precisamente todo lo que perjudique a nuestro pueblo.

Señala que hace algunos años se inauguró en Guisa una base de ambulancias, y posteriormente a alguien se le ocurrió concentrar las ambulancias en una base provincial en Jiguaní, distante a unos 30 o 40 kilómetros. ¿Y cuál es el problema? Que cuando hay un paciente con una urgencia mayor, hay que llamar a Jiguaní para que vengan a recogerlo, recorrer la ambulancia esos 30 o 40 kilómetros sin paciente alguno hasta Guisa. Y seguir, 18 kilómetros más, hasta Bayamo.

Luego, si el paciente es un niño, como debe ir acompañado del pediatra de  Guisa, la ambulancia debe recorrer de nuevo esos 18 kilómetros para retornar al pediatra hasta allí. Otra vez kilómetros sin un paciente; para al final volver a Jiguaní 30 kilómetros más, también sin un paciente.

«¿Cuántos litros de combustible malgastados, con la situación actual?», cuestiona.

Otro desmantelamiento: En Guisa, que contaba con el personal calificado para ciertas intervenciones quirúrgicas, había un salón de operaciones. Y se trasladó para Jiguaní. Ahora, si tienes que operarte, tienes que trasladarte a Bayamo o a Jiguaní para sacar un turno. Y eso, con la crítica situación del transporte. 

Tercer caso: En el consejo popular  Victorino, en la Sierra Maestra, había un hospital de montaña, creado por la Revolución, con las condiciones mínimas.
Se desmanteló y desaparecieron los equipos por arte de magia. Consecuencias: irritación, malestares y desesperación de los habitantes, que tienen que esperar por una ambulancia. Y si no es una urgencia, tienen que pagar 400 pesos de transportación para llegar a Bayamo a atenderse, concluye.

No han vuelto y tampoco hay una explicación

Ileana Cino Colina, quien reside en Estrada Palma 102 bajos, entre Poey y Heredia, Santos Suárez, en el municipio capitalino de Diez de Octubre, refiere que hace aproximadamente año y medio su teléfono fijo quedó interrumpido. Lo reportó inmediatamente. Y le precisaron que la reparación demoraría por ser un problema de cables que, además, afectaba a varios vecinos de la cuadra. 

Ella disciplinadamente dejó pasar algunos meses antes de insistir; todo ese tiempo sin dejar de pagar la cuota establecida por la empresa de 43.50 CUP.

Y hace un mes fue el equipo a trabajar en la reposición del cable en el poste que está en la puerta de su casa. Sin embargo, aunque solucionaron la interrupción de los teléfonos, el de Ileana continúa en las mismas; en la misma calle, la misma cuadra, con el mismo poste y en el mismo edificio.

La cliente llamó al 118 y le dijeron que por ser problema de cable la reparación va a demorar. Y ella no entiende.

«Sé que hay veces en que no se puede hacer todo el mismo día, afirma, pero al menos una explicación que tratara de acercarse a la lógica se hubiera agradecido. Han pasado 15 días y los operarios de Etecsa no han vuelto a aparecer. Mi teléfono sigue sin reparar y no sé las causas», concluye.

 

Para que lleguen sus quejas o planteamientos  a  esta sección, usted deberá enviarlos al correo lectores@juventudrebelde.cu, sin olvidar su nombre y apellidos y la dirección particular donde reside.

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