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Sin agua y sin solución

Israel Torres López (Salvador Cisneros 128, entre Adela Azcuy y Celso Maragoto, Viñales, provincia Pinar del Río) escribe en nombre de 18 familias que allí están afectadas por la escasez de agua.

Refiere que durante años han confrontado serios problemas, pero ya la situación se ha agudizado tanto, al extremo de que hace muchos meses no tienen absolutamente ninguna. Eso, a pesar de que la tubería central pasa por el centro del estadio cerca de esta zona donde están conectados.

«Todo esto pasa, insiste, porque la llave que existe para el paso del agua no la abren lo suficiente. Y al no haber presión el agua que va en bajada va hacia allá y no entra a las tuberías de ellos. Se ha demostrado ya varias veces que cuando Acueducto abre más la llave entra el agua a las casas.

Añade que en esa misma zona hay una cafetería (Dulcinea) y un restaurante (Don Tomás), ambos pertenecientes a Palmares que también se encuentran afectados. Y en esa misma cuadra hay personas adultas enfermas y niños. Y en su casa convive con ellos su suegra, una anciana de 95 años operada de las dos caderas, con demencia y postrada hace varios años.

Reconoce que la delegada de la circunscripción, quien reside en esa cuadra, se ha preocupado muchísimo por el asunto. Hace  algunos meses resolvió una pipa que repartió agua por allí. Pero a su entender, esa no es la solución. Ella sola no puede resolver el problema, y lo plantea a los organismos superiores. Pero hasta el momento todo sigue igual.

«Sabemos la situación que atraviesa el país con el tema del combustible y la electricidad, señala, pero… ¿las personas vulnerables nunca van a recibir el más mínimo apoyo? Necesitamos una respuesta colectiva con todos los afectados presentes y que no nos vayan a decir que por la acera pasa una tubería, la cual tiene aproximadamente ochenta años y está obstruida por la
corrosión», concluye.

¿Complicar a los pacientes o buscar una alternativa allí? 

Fernando Acedo Guethon escribe desde Tacajó, en el municipio holguinero de Báguano, y cuenta que la farmacia principal de esa localidad lleva muchos años sin refrigeración para proteger los medicamentos.

Pero ahora se complica más todo, pues a la farmacia menos lejana a esta también se le rompió el refrigerador hace unos tres meses. Y pensó que, aunque constituye un gran problema obligar a los pacientes necesitados en adquirir sus medicamentos transportarse hasta la cabecera municipal a 19 kilómetros, la decisión adoptada es mucho peor.

Él llamó a Atención a la Población del Gobierno provincial, y la decisión ha sido situar esos medicamentos en la farmacia de La Esperanza, en El Manguito, y en otra más, que están mucho más lejos, sabiendo lo crítico y caro que está el transporte.

«Esto es verdaderamente un ultraje. Da vergüenza decirle a una persona de la tercera edad, que requiere su insulina, que vaya primero a su farmacia para que le den un papel, y después en la terminal, averiguar dónde está el lugar y coger un carro para acceder a los medicamentos», concluye.

Y este redactor sugiere que, ante tales circunstancias, podría buscarse una capacidad de refrigeración allí, en la propia comunidad, para mantener esos medicamentos en forma, y que sean despachados por las propias trabajadoras de la farmacia.

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