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Los bushianos superan la escuela de Nixon

La escuelita es mala, los métodos son los peores, así que seguir sus enseñanzas conduce directamente a las trampas, las mentiras, el juego sucio y... a sobrepasar al maestro. Me refiero a la destrucción de pruebas para sustentar el poder.

Cuando Richard Nixon quedó enredado en el Watergate, el famoso caso de espionaje contra sus rivales demócratas con el que rompió las reglas del juego, aquello le valió ser puesto en la picota pública. Para intentar salir del problema, su secretaria borró «accidentalmente» las cintas grabadas que lo acusaban como hacedor de la fullería, pero de nada le valió porque al final tuvo que renunciar como presidente, empujado por el impeachment.

Ahora, en una administración que deja chiquito al presidente que se ganó el sobrenombre de «Dick el tramposo», las mentiras son a diario, llevan incluso a guerras sin fin y sin victoria, y también a repetir métodos, aunque la blandenguería de los rivales políticos, más interesados en apuntalar el sistema que en serrucharle el piso, le permitan sobrevivir de sus muchos pecados capitales. No hay procesamiento presidencial a la vista, pero desvergonzadamente sí se ocultan pruebas.

Este martes, la Casa Blanca ha dicho que no tiene respuesta para las preguntas sobre por qué la CIA destruyó las grabaciones en video de interrogatorios a sospechosos de terrorismo. Dana Perino, la vocera de George W. Bush quien recién reconoció que no sabía absolutamente nada de la Crisis de los Misiles de octubre de 1962, ahora se baja con similar contestación en el escandaloso proceder de la agencia de espionaje y operaciones sucias, aduciendo como justificante que las investigaciones están en marcha.

El abogado oficial del W. les ha requerido no comentar la cuestión mientras el Departamento de Justicia y la propia CIA indagan sobre el embarazoso y cínico proceder para ocultar la barbarie.

La Perino repitió que Bush, el hijo, no supo hasta la pasada semana, luego de los reportes de los medios, que existían esas cintas y que habían sido destruidas en 2005 —por cierto, justo cuando el diario The Washington Post sacó a la luz la existencia de las cárceles secretas de la CIA. Burda manera de limpiar de polvo y paja al mandatario que entronizó la tortura como práctica para doblegar a los «combatientes enemigos», aunque por supuesto empecinada y descaradamente dicen que no es tortura.

Los videos, hechos en 2002, muestran los interrogatorios a Abu Zubaydah —quien habló a los 35 minutos de aplicársele el waterboarding, brutal técnica de simular el ahogamiento— y Abd al-Rahim al Nashiri, dos de los primeros interrogados por la CIA luego de los atentados del 11 de Septiembre.

El actual director de la CIA, el general Michael Hayden, quien se escuda en que no dirigía entonces la compañía (George Tenet estaba a cargo), ni tampoco cuando se destruyeron las pruebas (Porter Goss era el jefe), lo ha justificado con el argumento de que era necesario hacerlo para que no fueran filtrados al público, pues ¡revelarían la identidad de los interrogadores de la CIA!

Es decir, no tiene la menor importancia someter a personas a tales prácticas condenadas por las leyes internacionales y por la propia condición y ética humana; solo les interesa proteger a sus verdugos del escarnio público y del juicio que como criminales de guerra se merecen.

Y cuidado —no sé si se le fue o lo dijo con igual «lógica» de la impunidad y la prepotencia—, el general Hayden explicó a los empleados de su agencia que las sesiones había sido grabadas para proteger ante la ley a los interrogadores que usaban nuevos métodos duros autorizados por el presidente George W. Bush como forma de quebrar las defensas de los prisioneros «recalcitrantes».

Por lo pronto, los vientos tocan al espía de carrera José Rodríguez, quien en agosto pasado recién se retiró como jefe del directorado de operaciones clandestinas de la CIA. Fue él quien al parecer decidió destruir las grabaciones, y sería pecar de ingenuo creer que su jefe Porter Goss solo lo supo dos días después, así como sería de total candidez suponer que Bush, tampoco tuvo que ver con la destrucción de las evidencias.

El tema merece seguimiento...

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