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¿Diplomacia o confrontación?

El viernes 8 de julio se reunieron en Bali, Indonesia, los cancilleres del G-20 o Grupo de los Veinte, el foro internacional que discute sobre políticas relacionadas con la promoción de la estabilidad financiera internacional… Y esto parece un chiste cuando uno de los integrantes de ese autoproclamado «consejo de sabios» —porque son las economías de mayor desarrollo y las emergentes, quienes aconsejan o deciden qué «debemos» hacer el resto—, lidera una agresiva política de sanciones comerciales y financieras contra otro de los integrantes, al punto que quisiera borrarlo del mapa económico del mundo, y lo intenta con todas sus fuerzas.

Antony Blinken, secretario de Estado de EE. UU., perdió la oportunidad de reunirse con su par ruso, Serguéi Lavrov, y discutir la actual situación en Ucrania, una operación militar especial con reclamos por parte de Moscú, y una guerra proxy para Washington, donde actúa como la  gatica de María Ramos , tira la piedra y esconde la mano.

Una mano que en lo que va de año ya le ha entregado al Gobierno de Kiev 54 000 millones de dólares en armas y otros insumos bélicos.

Es más, la administración Biden anunció el pasado viernes el paquete de armamentos número 15, por 400 millones de dólares, entregado a Ucrania desde el 24 de febrero.

Este de ahora incluye más sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad (Himars), para alcanzar la cifra de 12 proporcionados al Gobierno de Zelensky, municiones de artillería 155 mm, vehículos tácticos para la recuperación de equipos, municiones de demolición, sistemas de contrabatería y piezas de repuesto, entre otros equipos.

Como el propósito estadounidense y de sus aliados de la OTAN y otros socios es derrotar a Rusia, no hay que ser adivino ni especialista en el área militar para que asegurar que en cuanto aprueben el presupuesto del año fiscal 2023 sumarán varios miles de millones más para echarle leña a un fuego que, dijeron en la Cumbre de la alianza bélica en Madrid, durará «el tiempo que sea necesario».

Queda en evidencia que la diplomacia no forma parte de las prioridades de Occidente para lidiar en un asunto que va dañando no solo a los directamente involucrados, sino también al mundo entero, pues si se repasan las informaciones de prensa, desde el 15 de febrero pasado no se ha producido ningún encuentro entre Blinken y Lavrov, y menos aún contactos entre los presidentes Joe Biden y Vladímir Putin. Es más, el Departamento de Estado canceló la reunión que ambos jefes de la diplomacia debían tener el 22 de  febrero. Por cierto, dos días antes de que Rusia decidiera reconocer a las autoproclamadas repúblicas del Dombás.

Advierto que si no querían negociar sobre Ucrania, una  reunión de buenas intenciones entre Blinken y Lavrov, pudiera haber abordado un intercambio sobre la  posibilidad de conversaciones de control de armas nucleares, en las cuales la nación euroasiática está interesada «dados los cambios tectónicos en el campo de la seguridad europea e incluso global», como dijo hace más de un mes el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, y agregó con prudencia razonable: «Tales conversaciones son necesarias, el mundo entero las necesita».

En 2021 Biden y Putin habían acordado extender por cinco años el Nuevo START, que limita el número de misiles, bombarderos y ojivas que cada potencia puede tener desplegados, único tratado que queda en pie.

Pero pudiendo dar un pasito a favor de la seguridad planetaria, se perdió la Ocasión… por eso la pintan calva, porque si no agarras a la diosa por la abundante cabellera de adelante, no podrás tomarla por atrás cuando pase veloz a tu lado.

Ni Ucrania ni las armas nucleares pudieron aprovechar la oportunidad en Bali.

Por cierto, no todos los integrantes del G-20 siguen a pie juntillas la líneas estadounidense de ejercer presiones y medidas punitivas contra Rusia, incluidos los aliados del Brics —Brasil, India, China y Sudáfrica—, como  tampoco la anfitriona Indonesia ni las latinoamericanas Argentina y México.

Parece que en la Tierra todavía se prefiere el multilateralismo… No le parece recomendable el aislamiento de nadie y, por supuesto, le molesta el tronar de las armas; por sobre todas las cosas, quisiera paz.

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