Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Gloria latinoamericana del violín

En los últimos tiempos, a partir de las posibilidades que ofrecen diversos programas de computación, los melómanos hemos tenido la oportunidad de llevar al formato digital muchísima música grabada décadas atrás. Gracias a semejante procedimiento, he recuperado una copiosa fonoteca de temas perdidos en el pasado de mi memoria pero, a la vez, he descubierto y revalorado cosas que por mi edad no pude disfrutar en su momento de circulación.

Por ese camino, uno de los materiales que más me ha atrapado es un casi olvidado fonograma de una de las distintas estructuras que tuviese el grupo Los Amigos. Me refiero en específico a la que se conformó en torno a las figuras del guitarrista y compositor Abelardo Bush y el violinista Federico Britos. Al escuchar la interpretación que ellos hacían de piezas como Los amigos de hoy, Meditación, La patica, Lluvia de colores, Siempre habrá felicidad, Tristeza y los demás cortes incluidos en aquel álbum de bossa nova, me asombra el nivel de contemporaneidad que se respira en los 12 cortes del disco, tanto en el plano armónico como en las improvisaciones de los instrumentistas.

El trabajo de Federico Britos en aquel material (que la EGREM debería reeditar en formato digital) me resulta sencillamente cautivante. El grado de afinación de cada nota emitida en el violín, la elegancia y adecuada estructura de sus solos, así como los pasajes a doble cuerda, hacen de este desempeño violinístico de Federico toda una clase para quienes se interesen por dominar dicho instrumento.

Aunque hoy entre nosotros su nombre poco o nada le dice a muchos jóvenes, el uruguayo Federico Britos también es parte de nuestra rica historia musical. En 1961, él llegó a La Habana contratado para desempeñarse como primer violinista de la orquesta de la ópera y el ballet del Teatro García Lorca. Lo que parecía iba a ser un corto período de permanencia en Cuba, fue extendiéndose y así se mantuvo entre nosotros hasta 1974.

De entonces a acá Federico ha continuado su andadura por los caminos del jazz y de la música latina. Y aunque los numeritos suelen ser fríos, es interesante saber que tiene 35 discos a su nombre (entre ellos Blues concerto, Jazz en blanco y negro, Britos y Django lives), varios premios Grammy y numerosas colaboraciones con figuras como Dizzy Gillespie, Frank Vignola (con el que dirigió el Quinteto Hot Cluc USA), Vinicius de Moraes, Charlie Haden (con este contrabajista hizo el formidable CD Nocturne), Esperanza Spalding, David Sánchez, Lynden Rochelle y Leo Genovese. Por supuesto que sus vínculos con músicos de nuestro país nunca se han interrumpido y en correspondencia con los estrechos lazos que tejió en esta tierra durante 13 años, en un pasado cercano grabó con gentes como Gonzalo Rubalcaba, Bebo Valdés o el guitarrista Jorge García, con el que ha conformado un dúo de notable éxito en giras internacionales.

Uno de los más recientes trabajos de este uruguayo-cubano de proyección universal es Voyage, fonograma producido por el español Antonio Gijón, en el que incluye temas harto conocidos como Avalon y Alter you gone, además de piezas en las que nuevamente da rienda suelta a su amor por el bossa nova y géneros de nuestra música popular. En el CD le acompañan, entre otros, el desaparecido Israel «Cachao» López, el bajista puertorriqueño Hedí Gómez, los pianistas Michael Camilo y Kenny Barron, el argentino Carlos Franchetti y el brasileño Antonio Adolfo.

En la lista de participantes en Voyage aparecen también los guitarristas Bockyi Pizzarelli y Tomatito, así como el gran baterista cubano Ignacio Berroa y el no menos renombrado percusionista boricua Giovanni Hidalgo. Ellos son el complemento ideal para que Federico Britos se sienta feliz por lo llevado a cabo en dicho álbum, cuando ya anda por los 70 años de vida, edad que no le impide mantener una muy apretada agenda de presentaciones en escenarios de todo el mundo. En esos espacios él transmite la misma energía con la que debutó hace ya más de cinco décadas, como integrante de una orquesta de tangos en un club de Montevideo, cuando no imaginaba que llegaría a convertirse en el afamado violinista que es en la actualidad.

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