Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Juana Carrasco Martín

Una foto, una historia

No queremos la valla de Obama

Muros, vallas, alambradas de cuchillas de acero, de todo esto se habla. Separaciones para evitar el libre tránsito. Fronteras entre países. Ocurren donde quiera y tienen fuertes implicaciones sociales, económicas y políticas. Casi todas están vinculadas a crisis y hasta tragedias humanas.

Sin embargo, estas vallas que le muestro molestan solo desde el 20 de enero pasado, aunque llevan más de ocho años en un exclusivo barrio residencial de Chicago. La sinagoga de una de las esquinas es quizás la que más protesta y se le unen los vecinos: «No necesitamos más barricadas», dicen.

Ocurre en la intersección del bulevar E. Hyde Park y la Avenida Greenwood donde a medianía de cuadra está situada la casa de la familia Barack y Michelle Obama, que ahora son calificados como los ex de Estados Unidos. Pero las barricadas de seguridad permanecen, bloqueando el paso público y el vecindario quiere la inclusión y la apertura…

Tienen presente que esas vallas flanqueadas por los agentes del Servicio Secreto de Estados Unidos para proteger a los residentes de la mansión del 5046 de la Avenidad S, Greenwood, iban acompañadas para cada visitante a la sinagoga KAM Isaiah Israel de la obligación de poner su nombre antes en la lista del cuerpo de seguridad de élite, como reportaban a DNAinfo.

Es cierto que desde que los Obama no habitan en la Casa Blanca, los agentes que mantuvieron bajo estricta vigilancia a los vecinos, se retiraron de las inmediaciones del templo y se apostaron frente a la mansión de estilo Georgian Revival de la barriada de Kenwood. Incluso ya están sustituidos por oficiales del Departamento de Policía de Chicago, ubicados tanto en el medio como en la esquina de la cuadra. Pero las barricadas permanecen y también el enjambre de letreros en postes indicando prohibiciones, restricciones y desvíos de tránsito peatonal y en vehículos..

Paradójicamente, les preocupa también que si se abre el paso llegarán los ómnibus con los curiosos turistas atraídos por el incentivo de conocer de cerca la mansión del ex, alterando la tranquilidad de su barrio, que en definitiva es exclusivo.

Les han prometido que en este mes de marzo, el Servicio Secreto discutiría la situación y los cambios que pudieran darse en la seguridad provista por la ciudad.

Cuánto cuesta esa seguridad

Esta tensión barrial trae a colación un tema relacionado puesto en titulares y comentarios de prensa por estos días, en que se hacen cálculos de cuánto costará a los contribuyentes, es decir a la ciudadanía estadounidense, la seguridad del actual mandatario Donald Trump, que cada fin de semana viaja desde Washington a la Florida, a sus predios en Mar-e-Lago —que ahora llama la Casa Blanca de Invierno, donde está con la familia, los amigos, recibe a visitantes ilustres y juega golf—, y la seguridad de esa estancia dicen que se contabiliza en un millón de dólares diarios.

Volviendo al tema, es decir a Obama, según el grupo conservador Judicial Watch, el costo de los gastos de viaje de Obama llegaron a 97 millones de dólares durante sus ocho años presidenciales.

En total, afirmaba un reporte del Daily Mail publicado el 29 de septiembre de 2012 —a medio término de la presidencia del demócrata—, le habría costado a los contribuyentes 1 400 millones de dólares por año, de acuerdo con un libro entonces recién publicado, Presidential Perks Gone Royal, de Robert Keith Gray.

Por cierto, Gray debe saber bien de lo que habla porque estuvo en el personal de estos presidentes estadounidenses: Dwight Eisenhower, Richard Nixon, Ronald Reagan y George H.W. Bush.

Cinco años más tarde, la crisis de la deuda sigue siendo la misma, o peor, y los gastos de la seguridad presidencial parecen irán en aumento también, cuando ya la investigación del autor Gray había mostrado que dos de las principales partidas de gastos en la presidencia Obama —y en cualquier otra presidencia de Estados Unidos— residían en el extenso personal que requiere el cargo y la seguridad (cientos de agentes del Servicio Secreto, quien sabe cuántos oficiales policíacos de las localidades visitadas y agentes del FBI)..

Según Gray, 226 miembros del personal de Obama reciben como salario por encima de los cien mil dólares y el presidente podía incrementarles la paga en cualquier momento, y hasta el cuidador de Bo, la mascota perruna de la familia, recibía tal emolumento anual.

Lo cierto es que en el país del Norte no se andan con chiquitas cuando de proteger a la First Family se trata. Cientos de agentes del Servicio Secreto, movilización de la policía local y del FBI, transporte para todo ese personal, además del Air Force One y demás…

El diario inglés comparaba gastos y aseguraba que 1 400 millones de dólares era 20 veces más que los gastos de la Familia Real Británica (60 millones de dólares) y el comentario añadido no se hacía esperar y era bien sardónico: «Los políticos que buscan ahorrar para enfrentar la crisis de deuda nacional podrían quizás empezar por abolir la Presidencia».

Si eso fue con Obama, ya veremos lo que puede traer Trump…

La revista Fortune y The Washington Post, en varios reportajes, daban un adelanto, tres viajes que el presidente había dado a su club privado en Mar-a-Lago en las cinco primeras semanas en el cargo, ya le habían costado al Departamento del Tesoro diez millones de dólares, cuando habían calculado que se necesitaba que los guardacostas de EE.UU. patrullaran esa línea costera del condado Palm Beach, que ya paga «de su bolsillo» y habrá que reintegrárselos, 60 000 dólares diarios como horas extras a los policías —al menos eso dijo el sheriff Ric Bradshaw al Post.

Y en Nueva York, donde la primera dama Melania Trump y los dos hijos en edad escolar permanecen en la Torre Trump hasta final del curso escolar, la ciudad está gastando medio millón de dólares a diario en la seguridad de la instalación y el cálculo llega a 183 millones de dólares cuando finalice el año.

De nuevo la fuente de las cuentas es Judicial Watch, el grupo que ha decidido continuar rastreando los gastos de los inquilinos de la Casa Blanca de Washington.

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