Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Concluyen nueva biografía de José Antonio Echeverría

Morir con la fe viva, del historiador Ernesto Álvarez, aborda la vida del joven revolucionario hasta los orígenes de su familia

Autor:

Juventud Rebelde

CÁRDENAS, Matanzas.— José Antonio Echeverría era temido hasta después de muerto. El traslado de su cadáver se efectuó con mucha presión. La tiranía temía a las manifestaciones de simpatía. Lo prepararon todo minuciosamente. Minutos antes de entrar el cortejo a cada pueblo en el trayecto de casi 150 kilómetros entre La Habana y Cárdenas, la electricidad era cortada para que pasara inadvertido.

Al conocer la triste noticia de su caída en combate la familia se trasladó hacia la capital. Todavía el 14 de marzo de 1957, un día después del asalto al Palacio Presidencial y a la emisora Radio Reloj, las autoridades no querían entregar el cadáver. Un senador cardenense convenció a Batista. Finalmente accedieron, pero con numerosas condiciones. Casi al oscurecer salió el cortejo desde La Habana. En la funeraria el féretro fue cargado por miembros de la FEU hasta el carro fúnebre. Solo eran seis automóviles.

Mientras su familia y el pueblo de Cuba sufrían, sobre las tres de la tarde más de un centenar de hombres armados tomaban el cementerio de Cárdenas. Alrededor de las 11 de la noche llegó el cortejo a la necrópolis cardenense.

COMO UN SOL

Ernesto Álvarez. Foto: Leticia Arango Subiendo como un sol la escalinata, verso de un poema de Carilda Oliver dedicado a Echeverría, inspiró al joven Ernesto Álvarez Blanco para titular su biografía inédita sobre el revolucionario cardenense, algunos de cuyos detalles reprodujimos anteriormente.

Este libro tan necesario para las nuevas generaciones cuenta con diez capítulos y unas 600 páginas, con 300 imágenes (40 inéditas de Echeverría), numerosos facsímiles documentales y entrevistas de prensa.

«Esta investigación la comencé en 1990 y llega hasta los orígenes de la familia», nos explica el historiador de Cárdenas.

La amplia búsqueda incluyó más de 350 fuentes, entre periódicos, libros, documentos, testimonios orales y el archivo privado de grabaciones del periodista Roberto Bueno Castán.

Ernesto Álvarez tiene inéditos más de 150 libros, monografías y ensayos; ha obtenido más de 80 premios internacionales y nacionales. Tiene publicados Recorrido por mi ciudad (1990), el poemario Llueve y sin embargo te espero (1995), la biografía Oscar María de Rojas (2001) y el libro Arenys de mar en Cuba-Cuba en Arenys de mar.

—¿Cuál consideras el principal obstáculo en tu investigación?

—Fue muy difícil cotejar la información.

En la bibliografía consultada encontré muchos testimonios diversos, fechas y nombres cambiados, muy pocos documentos escritos por él, que se piensa fueron destruidos o la familia se los llevó cuando emigró. Por ejemplo, indistintamente te encuentras que la Carta de México se firmó el 29 o el 30 de agosto de 1956, cuando en realidad fue el 29.

«Es riesgoso reconstruir la historia por vivencias; un biógrafo tiene que reconstruir paso a paso la vida de una persona; es como un rompecabezas.

«Uno se enamora de los personajes cuando descubre su grandeza humana. Siempre José Antonio estuvo orgulloso de que corriera por sus venas sangre patriota, pues la familia de su madre en Santa Clara, María de la Concepción Bianchi Tristá, mantuvo una tradición de lucha en el período independentista».

—¿Eso fue decisivo en su formación revolucionaria?

—No lo desecho, pero Echeverría fue un líder natural, excepcional. Desde que era estudiante del Instituto de Segunda Enseñanza luchó por tener un local propio. Esa condición de líder no se hereda, se nace con ella. Procedía de una familia pequeñoburguesa. Su familia vino a Cuba a hacer dinero y lo consiguió, aunque durante la crisis de la década del 20 perdieron la destilería y su padre se convirtió en obrero del central Progreso.

—¿Qué caracterizaba a Echeverría?

—Su pensamiento martiano, su amor por la cultura y el deporte. Pese a no tener complexión física practicaba remo, baloncesto y natación; se relacionaba con personas humildes, y era un joven como los demás, que le gustaba bailar, ir a la playa de Varadero...

«El tuvo muchas enamoradas, pero su gran amor fue la camagüeyana María Esperanza Muñiz, a quien conoció en la casa de huéspedes La bombonera, donde se alojaban los estudiantes universitarios. Ella estuvo en Cárdenas y él en Camagüey durante la huelga azucarera en 1955. Nadie se imagina, por todo lo que hizo, que era un joven asmático.

LIBRO ANECDÓTICO

El libro recoge la llegada de la familia a Cuba, la vida en la casa familiar, el nacimiento de José Antonio y la terminación de sus estudios en el colegio privado Champagnat.

También su ingreso al Instituto de Segunda Enseñanza en el curso 45-46; el período de 1950 a 1952 (vínculo con la FEU),y los años 1953 (con sus actividades por el centenario de Martí) y 1954, la creación del Directorio Revolucionario, en 1955; sus viajes al extranjero, desde diciembre de 1956 hasta los hechos del 13 de Marzo. Culmina narrando su muerte en combate y el posterior traslado del cadáver a Cárdenas.

TESTIMONIOS IMPERECEDEROS

Con el título Sepelio del Presidente de la FEU constituyó un duelo nacional, el periódico cardenense La antorcha publicó el 15 de marzo de 1957 la siguiente nota: «Una gran muchedumbre esperó el cadáver del infortunado joven, en nuestra necrópolis, a pesar de haberse prohibido el acceso a la misma por las autoridades. Desde la capital, acompañaron al féretro los padres de la víctima y demás familiares, cuyo dolor reflejado en el rostro imprimió un cuadro patético entre las personas allí congregadas. La penumbra de la noche hizo más doloroso todavía el piadoso acto. De los ojos de muchos cardenenses brotaban lágrimas. Cárdenas en pleno se halla de luto por la caída del estimado y querido coterráneo que desde la dirección estudiantil universitaria supo prestigiar a la Ciudad Bandera». Esto se recuerda en el nuevo libro, junto a interesantes pormenores como los que sigen.

Alejandro Portel, profesor del Instituto de Segunda Enseñanza, escribió en La antorcha, el 18 de marzo de 1957: «José Antonio Echeverría sin un cirio de ritual, como hicieron por siglos nuestros ancestros y solo con un breve y atropellado servicio religioso, descendió a su tumba poco después de las 8:30 de esa noche. Y NO COMO SE ANUNCIARA en toda Cuba, en medio del tétrico silencio de un puñado de familiares y amigos, a la pálida luz de una luna piadosa y algún reflector ocasional. Siendo medularmente civil fue enterrado por ironía del Destino, en medio de armas montadas espectacularmente».

Fructuoso Rodríguez, hermano de lucha de Echeverría y asesinado pocos días después, fue un testigo excepcional de los acontecimientos del 13 de Marzo: «Todos hemos sufrido mucho por la desaparición de tantos compañeros valiosos, y especialmente el Gordo. Cayó como un valiente. Con desprecio absoluto de su vida avanzó sobre una perseguidora y les disparó por la ventanilla. Cayó al suelo y volvió a pararse sobre sus rodillas y sacando un revólver (que le había quitado a un soldado) volvió a tirar por la ventanilla para adentro: en ese momento una ráfaga de ametralladora lo remató. El día 13 fue a buscar la muerte. Todo lo que había hecho y lo que hacía le parecía poco».

José Assef, quien a petición de Echeverría viajaba en el auto después del asalto a Radio Reloj, recordó años después los últimos minutos del gran líder estudiantil: «José Antonio avanza hacia la perseguidora, cuyos ocupantes con las puertas abiertas al causarle impacto, trataban de ocultarse. José Antonio, en un rasgo de esos que lo caracterizaba, avanzó con valor extraordinario hacia la perseguidora, cojeando; yo le dije a Fructuoso: el Gordo va herido. Resaltaba mucho, en la media blanca de su pie derecho, la mancha de sangre. La herida pudo haber sido provocada por un disparo escapado o tal vez, al subir al auto en CMQ. Cuando José Antonio llega hasta la perseguidora, cae, se incorpora por la puerta del chofer, que está abierta, se agarra a ella y le dispara al chofer. Es ahí cuando recibe un rafagazo enemigo».

TARJA EXPLOSIVA

«A José Antonio Echeverría porque fuiste justo, honesto y valiente en medio del fango que nos ahoga, tus ideales puros serán interpretados y mantenidos en la lucha entablada por la justicia y la libertad que Cuba recibió de sus libertadores. Sus coterráneos. Cárdenas mayo 26 1957».

Un grupo de cardenenses colocó una tarja el 25 de mayo de 1957 en la tumba del joven, cuya dedicatoria molestó a los sicarios de Batista, quienes el 26 en la tarde la destruyeron. El 27 desapareció la tarja y hubo manifestaciones en el pueblo. Al triunfo de la Revolución, casualmente una persona encuentra los fragmentos de la tarja en un basurero cercano. Posteriormente se reconstruyó y se volvió a colocar en el panteón. «Costó 75 pesos por suscripción popular», recuerda Álvarez Blanco.

El mismo 26 de mayo numerosas personas asistieron a la misa en su memoria que se celebró en la Iglesia de los Trinitarios y no pocos se atrevieron a poner flores en su tumba, con los riesgos que implicaba saberse admiradores del revolucionario.

FE EN LA LUCHA

Echeverría nació en Cárdenas el 16 de julio de 1932. Allí cursó sus primeros estudios y al graduarse de bachiller en Ciencias viajó a La Habana y matriculó la carrera de Arquitectura en el curso 1950-51. El joven estudiante se destacaba por su decisión de lucha, su valentía y madurez política. En septiembre de 1954 fue electo presidente de la FEU y reelecto en 1955. A finales de ese año fundó, junto con otros compañeros, el Directorio Revolucionario, organización clandestina de los estudiantes para combatir a la tiranía. Había mostrado su vocación internacionalista en la defensa de Costa Rica, agredida por dictaduras caribeñas, y desde su ingreso a la Universidad en manifestaciones contra la opresión norteamericana en Puerto Rico y la dictadura de Trujillo en República Dominicana.

Veía la batalla por la soberanía de Cuba como parte de la lucha de toda América. El 13 de marzo de 1957 marchó a cumplir su compromiso con la Patria, fiel a su convicción de que es preciso mantener viva la fe en la lucha revolucionaria aunque perezcamos todos sus líderes, ya que nunca faltarán hombres decididos y capaces que ocupen nuestros puestos». Su muerte fue un duro golpe para el movimiento estudiantil y una sensible pérdida para la Revolución.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.