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Revelaciones de fundadores de la Escuela cubana de Estomatología revolucionaria

Primero rebelados contra el régimen tiránico que hacía agonizar a Cuba, abandonaron luego el ejercicio privado de su profesión para garantizar la formación de las nuevas generaciones

Autor:

Juventud Rebelde

Cada uno de estos profesionales tiene una historia que contar, y lo van haciendo en un diálogo que se entremezcla.

«Guardo en mi corazón la sonrisa de agradecimiento de José Antonio Echeverría, cuando le hice dos extracciones dentales y un empaste». dice con orgullo el doctor Julio César Santana Garay.

«Yo fui la primera profesional de la Estomatología en Cuba que entregó su consulta privada a la Revolución», evoca la doctora María del Carmen del Valle Portilla.

«El profesor de Ortodoncia abandonó el país, el examen es hoy a las seis de la tarde y no hay quién lo ponga. ¿Tú puedes hacerlo?, me preguntaron por teléfono, y respondí que sí», recuerda el doctor Rigoberto Otaño Lugo reviviendo hechos ocurridos hace casi 50 años.

«Luego del golpe de Estado de Batista, como uno de los dirigentes nacionales de la FEU participé en una protesta estudiantil, estrechamente vigilada por las fuerzas policiales del régimen en la antigua provincia de Oriente», cuenta el doctor Eberto Cué Reyes.

Estos cuatro cubanos son parte del grupo de estomatólogos que, luego del triunfo de 1959, se quedaron en Cuba.

Ellos se convirtieron en fundadores de la Estomatología revolucionaria y en profesores y formadores de los nuevos estomatólogos, incluidos los que se forman hoy, porque ninguno de ellos se ha jubilado todavía y permanecen como especialistas en la Facultad de Estomatología de Ciudad de La Habana.

Traté a Jose Antonio Echeverría

«Las extracciones que le hice a “Manzanita” —como cariñosamente le decían sus compañeros de lucha más allegados— me dolieron más a mí que a él. Lo digo porque yo guardaba las piezas dentarias suyas de recuerdo, pero cuando el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) de la tiranía destruyó mi consulta, las perdí», rememora el doctor Julio Santana, nacido en Camagüey, el 5 de diciembre de 1927.

«Sin embargo, a tantos años de aquello, no olvido que le extraje los primeros molares superiores derecho e izquierdo, ¡cosa rara! Lo llevaron a mi consulta José Venegas Valdespino —muy allegado a José Antonio— y Agustín Valero, el presidente de la Escuela de Veterinaria. El otro trabajo que le hice fue un empaste».

Santana es autor de 11 libros, investigador y Profesor de Mérito de la Universidad de La Habana. Se graduó como estomatólogo entre julio y agosto de 1954, y desde esa fecha puso su consulta particular. Al triunfo de la Revolución fue uno de los que renunció a la medicina privada y se incorporó con entusiasmo a la formación de los recursos humanos.

En su hoja de servicio profesional sobresale el hecho de que él es de los oncólogos más reconocidos, principalmente por su trabajo como creador del programa, único en el mundo, para la prevención del cáncer bucal.

«Fui estomatólogo privado desde que me gradué hasta 1960. Vivía de mi carrera. Por ser revolucionario no me fui. La dictadura de Batista se ensañó conmigo. Me torturaron en la Quinta Estación de Policía. Mis verdugos fueron Esteban Ventura Novo y Manuel Sánchez Ramírez, en persona. También estuve 17 días preso en la comandancia de la Guardia Rural en Bauta, porque supieron que participé en la preparación de una audaz acción contra uno de los grandes esbirros del régimen.

«Desde 1961 trabajo en Oncología y continúo en el Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología, el conocido Hospital Oncológico. Nosotros dirigimos en Cuba un programa de diagnóstico y prevención del cáncer bucal que actualmente han adoptado también en Argentina, Perú y México.

«Cuba marca pauta en lo relacionado con este tipo de cáncer en América Latina. Incluso estamos dirigiendo ese programa en Colombia, donde hay características especiales, porque allí muchos fuman con la candela hacia adentro, y hay por eso una gran incidencia del cáncer bucal, provocado, además, por la mala higiene, por fumar y por tomar alcohol. Las tres cosas aumentan en 15 veces la posibilidad de padecerlo».

La primera

Cientos de jóvenes estomatólogos han sido formados por estos profesores fundadores. Foto: Roberto Morejón María del Carmen del Valle Portilla, nacida en Santa Clara, el 18 de febrero de 1934, fue la primera jefa de Estomatología del MINSAP y, además, la única mujer que ha ocupado ese cargo en Cuba. Profesora de Mérito de la Universidad de La Habana, con su trabajo ha formado a varias generaciones de estomatólogos. Es especialista en Periodoncia.

«Me gradué el 18 de agosto de 1956. Había iniciado mis estudios en 1951. Batista dio el golpe el 10 de marzo de 1952 ¿no? Pues el día anterior comencé el segundo semestre. Mi carrera estuvo interrumpida por las huelgas. De 1956 a 1958 trabajé en el Reclusorio de hembras menores de Aldecoa, que dirigían las monjas. Yo era católica y por eso ellas me escogieron.

«No tuve consulta privada hasta 1957 en que, por indicación de Faustino Pérez, alquilé una para tener un lugar donde pudiera recibir a gente revolucionaria, conspiradora, sin sospechas. Ya tras el triunfo tuve mi consulta particular en Línea y M, que es la que entregué.

«Hoy trabajo en la Facultad de Estomatología como profesora e investigadora. Primero laboré en el MINED como estomatóloga, pero cuando José Ramón Machado Ventura fue ministro de Salud Pública hizo un llamado a los médicos que estaban en otros organismos. Empecé como asesora y después me nombraron jefa del Departamento de Estomatología.

«Antes de 1959 los dentistas trabajaban fundamentalmente en sus casas, concentrados en La Habana y en cabeceras de provincias como Santiago de Cuba. Muchos no se fueron del país, pero tampoco se incorporaron a trabajar en los centros asistenciales de la Revolución».

Empecé como  maestro por una urgencia

El doctor Rigoberto Otaño Lugo, nacido en Ciego de Ávila, el 31 de julio de 1930, ha sido decano de la Facultad de Estomatología, presidente de la Federación Odontológica Latinoamericana, Profesor de Mérito de la Universidad de La Habana y uno de los creadores de la Asociación Médica del Caribe (AMECA). Ha formado a numerosos ortodoncistas. Hoy es precisamente miembro del Grupo Nacional de Ortodoncia.

«Cuando puse los exámenes a los estudiantes de Estomatología, al irse el profesor titular hacia Estados Unidos, yo no tenía idea de lo que era ser maestro. Me lo pidió el doctor Salvador del Río. Dije que sí, elaboramos el cuestionario entre Salvador, Ernesto Pousín y yo, y realizamos las pruebas. También pusimos los exámenes de oposición a los nuevos profesores para cubrir las plazas vacantes de los que se fueron», expresa Otaño Lugo.

Tras el 1ro. de enero había tremenda lucha de clases en la Universidad. Y en 1966 los médicos y estomatólogos renunciaron oficialmente a sus consultas privadas. Recuerdo que el decano de Estomatología era el doctor Raúl Dorticós Torrado, hermano del entonces presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós.

«En realidad tuve que convertirme en pedagogo de salud, porque en la Facultad de Estomatología quedaron tres o cuatro profesores nada más. Entonces unos pocos tuvimos que hacernos cargo de esa tarea. Aprendimos la metodología en la propia marcha.

«Hoy sigo siendo profesor de la Facultad, doy consultas en el Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas (CIMEQ), un día a la semana y soy vicepresidente de la AMECA, lo que me lleva algún tiempo.

«En determinados momentos Cuba fue seleccionada presidenta de la Federación Odontológica Latinoamericana, la versión en América Latina de la federación a escala internacional, que es el organismo estomatológico más grande del planeta. Nuestra patria estuvo en ese cargo durante varios años y logramos en esa etapa la unificación de los estudiantes de Estomatología en todo el continente.

«Yo me gradué en una fecha conflictiva. El examen final era un miércoles y el domingo anterior Batista dio el golpe de Estado. A las diez de la mañana el Consejo Universitario iba a suspender las actividades. Convocamos al profesor y puso el lunes el último examen, a las 9:00 a.m. Así fue como nos graduamos. Me propusieron irme para los Estados Unidos en 1959, pero no acepté: la Revolución me impactó tanto que por nada del mundo iba a abandonar mi patria. Mi consulta estaba en 19 y L, pero la entregué con gusto».

Para proteger a un compañero

«Cuando le firmé su carné de estudiante de la Universidad de La Habana al único compañero del grupo que no tenía identificación yo era el secretario general de la FEU. En aquella memorable etapa organizamos una acción contra Batista: cargar como protesta el féretro de la Constitución de 1940, puesto que él acababa de dar el golpe», reflexiona el doctor Eberto Cué Reyes, nacido en Ciudad de La Habana el 23 de noviembre de 1923.

«Se designaron grupos para ir a diferentes provincias con el fin de movilizar a los estudiantes y a mí me tocó ir a Santiago de Cuba. Con nosotros iban compañeros muy destacados de la lucha estudiantil en la capital. Pero uno de ellos no llevaba identificación y seguramente nos la iban a pedir los policías. Como integrantes de la FEU, nuestro pretexto era que íbamos a visitar a compañeros estudiantes universitarios.

«El indocumentado habló conmigo. Busqué un carné oficial de la FEU, le puse su nombre y apellidos y se lo firmé en mi condición de secretario general.

«Yo me gradué como estomatólogo en 1952, en la única Universidad de Estomatología de Cuba, como la de Medicina, en la capital del país».

El doctor Cué Reyes —como los restantes entrevistados— luchó en la clandestinidad. Ha ocupado numerosas responsabilidades que le han sido asignadas dentro del sector y en otros organismos, sobresaliendo su labor en las Relaciones Internacionales del MINSAP.

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