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Del Petén a Verapaz

El galeno cubano Álvaro Aballes Estrada cuenta sus experiencias para asistir a los habitantes de la aldea Santa Isabel del departamento guatemalteco del Petén cuando en el 2002 comenzó a brindar sus servicios en esta región de difícil acceso   Especial de la visita del presidente de Guatemala a Cuba

Autor:

Yuliet Gutiérrez Delgado

Viernes Santo en la aldea Santa Isabel. A pesar que la población está inmersa en los preparativos de la procesión, la desidia e insoportable tranquilidad no cesa ni siquiera en esta semana dedicada a los festejos en el Petén, el más septentrional de los departamentos guatemaltecos, cuyo extenso territorio es considerado uno de los pulmones del planeta, y el principal asentamiento de la cultura maya en el período clásico.

A esta tierra llegaron los hombres del maíz, y erigieron la civilización más refinada del Nuevo Mundo. Aquí convivieron armoniosamente con su entorno, levantaron sus templos a las deidades que protegían sus noches y sus días y elevaron sus pirámides hasta el cielo, desde ellas descifraron la órbita de Venus y del Sol y conceptualizaron el cero.

En esta provincia diez majestuosos e imponentes sitios arqueológicos continúan maravillando al mundo. Pero aproximadamente desde el siglo X de nuestra era, con el cataclismo social y político y las invasiones, un silencio inclemente envuelve a este pueblo, descendiente del grupo que alcanzó el mayor grado de civilización que haya conocido la América precolombina.

Hoy la sacralidad de la selva petenera sólo se rompe con la tímida algarabía de los bolos , que más que conmemorar la tradición, o el orgullo de ser herederos de tanta cultura, parecen ahogar su amargura, así lo refleja su andar milenario, ropas raídas, y la desesperanza en la mirada.

Son las tres de la tarde, arde el sol y el galeno cubano, Álvaro Aballes Estrada regresa con su tambo de agua de su acostumbrado baño en las márgenes del río La Pasión.

De pronto, “docto, docto” se oye a pocos metros y entre la maleza aparece un indígena que a viva voz pide en lengua nativa asistencia para su esposa. Álvaro parece no entender sus atropelladas frases y busca a Pedro Cabnall, un auxiliar del médico cubano, a quien llaman guardián de salud y que lo ayuda en la comunicación con los habitantes.

En minutos ambos se preparan, y con sueros, apósitos, gasas y algún instrumental partimos hacia el Chotal, un caserío a tres kilómetros de distancia, que muestra el mismo rostro que Santa Isabel: desvencijados bajareques construidos a trescientos o cuatrocientos metros unos de otros para, según dicen, evitar los problemas entre las familias. Sus pobladores hablan el Kekchí, etnia que ocupó el sur del Petén a finales del siglo XIII.

Han pasado treinta horas y Candelaria Cop Tiú no ha podido expulsar la placenta. La joven madre se retuerce en el petate, arde en fiebre y ha perdido mucha sangre. Álvaro examina al bebé que afortunadamente está bien, observa síntomas de deshidratación en la parida, pone un calmante, un expansor de volumen e indica a la comadrona que caliente agua.

«En la semana es el cuarto caso que asisto... las mujeres salen embarazada sin que medie un periodo de recuperación entre un parto y otro, entonces el útero de la mujer pierde su capacidad de contractibilidad y hace que sean frecuentes las retenciones placentarias», lamenta el galeno mientras limpia las entrepiernas ensangrentadas de la indígena, entonces procede a la extracción manual de la placenta, tras varios intentos logra desprenderla y con extremo cuidado evacua los restos del tejido. Este proceso y el parto ocurrieron sobre un petate tirado en el piso de tierra y frente al fuego de la cocina de la madre.

Media hora de recuperación fue suficiente para que la joven madre se trasladara con su pequeño hacia la hamaca para, según creen los habitantes, al calor de la fogata purificar el náhuatl del infante. A solicitud de nuestro médico, la madre accede a no realizar tan negativo ritual.

De la familia nos despedimos ya entrada la noche, no sin antes degustar un sabroso caldo de chompipe con el que acostumbran celebrar la llegada de un varón.

Ahora mientras volvemos al Puesto de salud Álvaro me cuenta acerca de la alta incidencia de los partos podálicos y pelvianos en la región y atribuye estos trastornos a las características y la forma en que las indígenas usan el traje típico. Según este, debido al peso del corte, ellas para sostenerlo tienen que darse como cuatro vueltas muy ceñidas con una cinta; a juicio suyo, estos amarres disminuyen los movimientos que realiza la criatura durante su vida fetal, lo cual constituye un factor de riesgo para las malas presentaciones.

Tan sólo cinco meses lleva este camagüeyano en la zona y aunque con él también se inicia aquí la colaboración cubana ya más del cincuenta porciento de la población ha construido sus letrinas y tanto estas como sus pozos se mantienen siempre tapados. Los dibujos realizados por los niños de la comunidad acompañados por mensajes de salud en el dialecto de los pobladores que a modo de sencillos carteles se observan en las plazuelas, escuelas, y las iglesias, junto a las charlas que periódicamente ofrece a la población le han permitido controlar el cólera y el endémico paludismo.

Sin embargo, el doctor presenta dificultades para atender a las embarazadas, reconoce que no le es posible darles el seguimiento que requieren. Junto a los facilitadores comunitarios visita a las gestantes, pero muchas, cuando el esposo no se encuentra, se niegan a ser reconocidas.

A la mañana siguiente, constataría el poder de convocatoria del galeno y la conciencia que poco a poco ganaban los líderes de las quince comunidades que están bajo su tutela.

Cerca de sesenta personas se darían cita en la escuela de Santa Isabel. Comadronas, guardianes y facilitadores fueron convocados en aras de hallar solución a comportamientos que afectaban su labor. La multitud, ante la nueva oportunidad de serle útil a nuestro especialista, le escuchaba animada.

Tras algunos intercambios, surgiría la estrategia de trabajo: las comadronas traerían a sus embarazadas a la consulta o acompañarían al médico y el técnico de salud que servía de traductor a examinar a las más remolonas.

«La gente confía en las comadronas, es una buena idea... con ellas los maridos vencerán la desconfianza y los prejuicios», auguró satisfecho el Alcalde.

Desde su llegada, a Álvaro le ha sido muy difícil asistir a las mujeres, quienes aún en peligro de morir ella o sus hijos, no asisten al médico sin la autorización del esposo y durante las consultas, son ellos los que explican sus padecimientos.

Esta no sería la única feliz confabulación que realizara este colaborador para mejorar los indicadores de salud en la región. Los niños serían sus incondicionales aliados: le enseñaban el dialecto y, en ocasiones fungían como traductores.

Con mucha dificultad irrumpe una niña en la habitación, dos muletas sostienen su delgado cuerpo. La pequeña se queja de fuertes dolores. «Es una fractura mal atendida, los calmantes la alivian por algunas horas, pero es imprescindible operarla para eliminar la deformidad y las molestias», explica y queda callado, meditabundo.

Al rato, me cuenta que la intervención quirúrgica que necesita es muy compleja, requiere, además, de especiales cuidados postoperatorios que sus padres no podían pagar. Tampoco podía ser realizada por algún médico cubano, porque en la Misión no había especialista en esta disciplina, ni se contaban con los materiales necesarios.

Entonces no puedo dejar inadvertida la sugerencia de este colega, quien tras fallidas gestiones, conmovido por la suerte de esta niña de ocho añitos, me instó a que hiciera alusión de su caso en mi reporte, cifrando sus esperanzas en que sí quizás nuestro Comandante, conociera de su angustia, probablemente Teresa podría volver a correr.

Inolvidable sería el regreso, bien de madrugada en una frágil embarcación que improvisan los indígenas del tronco de los árboles navegamos durante casi dos horas río abajo. Ante cada risco el abarrotado cayuco amenazaba volcarnos.

Atrás quedaban las milenarias ruinas abrasadas por lo verde, el olor a madreselvas del Petén, las comadronas y guardianes empeñados en persuadir a las embarazadas renegadas para que asistieran a consulta y los niños entusiasmados en la realización de nuevos dibujos con mensajes de salud para renovar los carteles, vencidos por las lluvias y el sol.

Verapaz sería mi próximo destino, lugar donde también viven los Kekchíes; según me contaron este territorio a la llegada de los españoles lo llamaban Tezulutlán (Tierra de guerra), al que el monarca español Carlos V lo denominaría oficialmente Verapaz (Paz verdadera) porque, debido a la tenaz resistencia que ofrecieron los nativos a las tropas españolas, su conquista sólo pudo llevarse a cabo por medios pacíficos. La leyenda, quizás ahora, comenzaría a cobrar realidad...

1En la concepción de los mayas, a diferencia del mito bíblico, no es un Dios sobrenatural el creador del Universo, sino son las mismas fuerzas y elementos de la naturaleza, rectificándose a sí mismas, las que crean al ser humano. En esa búsqueda, como se cuenta en el Popol Vuh o libro común de los mayas quichés, las fuerzas creadoras probaron hacer al hombre de barro y se desvaneció;intentaron con la madera y fallaron nuevamente, hasta que escuchando los consejos de la más antigua sabiduría y la magia hallaron una sustancia vital, capaz de sustentarlo: el maíz. De este modo, según la leyenda maya se creó el hombre, y la condición y materia de su existencia no resultaría de un acto divino, sino de la naturalez misma del hombre: inteligencia y maíz.

2.Borracho3. Espíritu 4. Guanajo 5. Cuando la presentación de la criatura es de pie. 6. Cuando la presentación de la criatura por nacer es de nalgas.

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