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Credencial hacia la empresa socialista

Granjas y centros de producción e industrias continúan produciendo alimentos y derivados para las Fuerzas Armadas Revolucionarias

Autor:

Luis Brizuela Bríngues

Tal vez usted no la conozca. Su afán productivo elude la publicidad: prefiere trabajar diaria y sostenidamente y que la distingan los resultados. Sin embargo, la Unión Agropecuaria Militar (UAM) festeja dos décadas de existencia, motivo por el cual accede a mostrar su tarjeta de presentación.

Leemos: Sistema empresarial nacional fundado el 2 de abril de 1990. Lo integran granjas, centros de producción e industrias. Produce alimentos y derivados para satisfacer necesidades de las FAR. Actualmente implementa el Perfeccionamiento empresarial. Pretende demostrar la factibilidad de la Empresa Estatal Socialista.

No obstante, esta credencial formal, escueta y apegada a la verdad, como el espíritu militar, no ilustra la importancia y complejidad de la labor de la UAM, beneficiaria de cientos de miles de cubanos.

Producir alimentos en las FAR constituye una tradición. En el Segundo Frente Oriental Frank País, durante la guerra contra la dictadura batistiana, existían áreas dedicadas a tales fines.

A finales de la década de los 80, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces Ministro de las FAR, exigió priorizar las producciones agropecuarias. El campo socialista amenazaba con extinguirse. Era un imperativo estratégico mantener la estabilidad alimentaria de las tropas, con el fin de asegurar la disposición combativa.

Inicialmente la UAM fue una entidad metodológica. La responsabilidad productiva recaía en ejércitos, tipos de fuerzas armadas y unidades especiales. Pero producir alimentos amerita tiempo, hombres y recursos. Por ello a partir de 1999 la Unión se centralizó y conformó un sistema empresarial nacional.

Su actual director, el general de división Rubén Martínez Puente, comenta: «Si bien el grueso de las manufacturas suplen necesidades de la institución, las poblaciones del Plan Turquino también se benefician. Incluso entregamos leche para consumo social. Por ejemplo, Santa Clara se favorece anualmente con medio millón de litros».

Vengo del sol

Tierras entre ríos y pinares. En el recuerdo, el azote de dos huracanes con ocho días de diferencia, durante 2008. La recuperación sobrevino con ímpetu superior a los vientos de Gustav e Ike. Así lo constatamos al recorrer entidades de la Empresa Agropecuaria Militar Provincial de Pinar del Río, durante 16 años consecutivos Vanguardia Nacional.

Gran ajetreo se vive en el centro reproductor porcino La Conchita. Enormes cerdos se enseñorean en los corrales. Más allá, cual promontorios de carne, enormes  vientres amamantan la extensa e insaciable camada recién nacida.

El médico veterinario Asnier Vargas refiere el cuidado a las crías mediante vitaminas, vacunas, desinfección y corte del cordón umbilical. «El peso al nacer oscila en los 1,2 kilogramos. Al destetarlos deben haber logrado siete. Luego se envían hacia centros de ceba y reproducción».

En la Planta Procesadora Cárnica XXX Aniversario del Granma se dispensa a los cerdos un «mejor destino». El director Rolando González Martínez aduce: «Obtenemos mortadella, jamonada especial, jamón viking, butifarra, ahumados y picadillo de res y cerdo. La calidad de estos permite la sustitución de importaciones».

La producción avícola también sobresale. En Granjas Militares Integrales (GMI) como Siboney II y El Cacho se incrementa el número de aves, afectadas por los ciclones. Los techos de las naves, remozados, amparan el cacareo ininterrumpido de blancas y asustadizas ponedoras que proporcionan alrededor de 22 millones de posturas al año.

Aunque transcurre el Día de la higiene en la fábrica de dulces y conservas Bayate, en Candelaria, la producción prosigue. Yarelis Ramos, al frente de la institución, destaca la elaboración de una variedad de pulpa, mermelada, dulce en almíbar, pasta de tomate, concentrado, sofrito y encurtido.

«Aunque se dirigen al consumo de las tropas, velamos constantemente por la calidad. Los trabajadores disponen de medios de protección para resguardar al máximo sus vidas. Exigimos el vestuario sanitario y de trabajo a fin de preservar la higiene de productos y locales», añade.

En la GMI Sierra del Rosario, rodeada de montañas, la poesía de la cotidianidad se revela diáfana. Rodobaldo Torres, carbonero, conversa con la sencillez raigal del hombre más próximo a la tierra. Sus 70 años vencen, se sobreponen a los rigores de la vida y el trabajo cerca de los hornos.

Desde los nueve años esta —¿sucia?— faena le sirve de sustento: «Es cuestión de práctica. Prohibido hacer chapucerías. Este trabajo, riguroso, exige paciencia. Busco la madera adecuada y la corto a la medida. Los trozos arden entre siete y diez días. Lo mejor viene después, cuando te levantas a las dos de la madrugada a recoger el carbón».

Espectáculo inigualable, asevera. Las brazas, en medio de la oscuridad, semejan estrellas caídas. El viejo Rodobaldo, contento como otros carboneros, se siente útil en un colectivo que lo quiere y respeta. Productos como miel y muebles también ven la luz entre estas serranías.

…Y al sol voy

El recorrido se extiende hacia la Empresa Agropecuaria Militar del Oeste de La Habana (EAMOH). Hacemos un alto en la Granja Militar Batabanó. Al frente, plantas de frijol infinitamente replicadas, a las que la brisa insiste en ondular.

Juan Pérez González, director de la granja, señala las colosales máquinas aspersoras y afirma: «Introducir esta tecnología favorece la obtención de volúmenes considerables del grano. Mas son las hortalizas las que constituyen más de la mitad de nuestra producción, que en 2009, superó las 3 200 toneladas. Ello se logra con 564 hectáreas bajo riego. De estas, 447 corresponden al de tipo eléctrico».

En el centro de producción pecuaria de la Granja Militar Cebadero Batabanó pretenden rescatar la cultura de ceba de toros estabulada (en naves o cuartones). Las vacas de «desecho» son otro elemento novedoso. «Son animales que cuando finalizan el ciclo reproductivo, les aumentamos la masa corporal durante cuatro meses, previos al sacrificio», explica el director, Jacinto Riera Nelson.

«Además, el año pasado produjimos unas 300 toneladas de humus de lombriz. Cuesta centavos, ahorra miles de dólares en fertilizantes, impacta favorablemente en el medio ambiente y su destino son las granjas de la EAMOH. Buscamos obtener lixiviado (orina) de lombriz, cuya aspersión mejora el estado de las plantaciones», acota.

En el centro de producción El Gabriel, de la GMI Camacho, en Güira de Melena, se reproducen caprinos genéticos. Chivos de la raza boer aumentarán la producción de carne mediante cruces con especies criollas. «Aunque se emplea la monta directa, pronto iniciará la inseminación artificial. Disponemos de suficiente semen congelado», asegura Duviel Barrios Valdés, médico veterinario principal.

Concluye el itinerario. El general de división Martínez Puente pondera: «Si bien la eficiencia y productividad han ascendido, y el alto mando de las FAR reconoce avances, no estamos satisfechos ni conformes. Persisten insuficiencias. La calidad y estabilidad de frutas y hortalizas debe mejorar, sobre todo en el verano.

«Brindar alimentos y manufacturas con mayor poder nutricional, mejorar su presentación o acabado, sumar todas las entidades al Perfeccionamiento empresarial, continuar alistando desde la paz las fuentes alimentarias requeridas en caso de agresión son nuestras aspiraciones», concluye.

Producir alimentos es y será un asunto de seguridad nacional. «Con los pies en la tierra», mujeres y hombres de la UAM materializan tal imperativo. Afanes y resultados escritos en surcos, centros de producción o industrias con unidad, amor al trabajo, maestría productiva. Esas son sus credenciales.

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