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¿Buen pasto para la ciencia?

Los científicos tienen que saber cómo relacionarse con quienes trabajan directamente en la producción, aseguran en el Instituto de Ciencia Animal, apreciación a tono con el Proyecto de Lineamientos del VI Congreso del Partido en su Política agroindustrial

Autor:

Margarita Barrios

Lo dice con la seguridad de quien está dispuesto a probar sus argumentos. Omelio Borroto Leal, director del Instituto de Ciencia Animal (ICA), institución fundada por Fidel hace 45 años, cree fervientemente que el colectivo de trabajadores de esa institución, entre ellos 60 doctores en Ciencia, puede ayudar a disminuir las importaciones que realiza el país en esa rama de la economía y contribuir a elevar y mejorar la alimentación de los cubanos.

La apreciación de este directivo y el espíritu de su colectivo coinciden con lo que en esta materia propone el Proyecto de Lineamientos Económicos y Sociales del VI Congreso del Partido en la Política agroindustrial, en los cuales se establece que debe lograrse una mayor integralidad en el desarrollo de la ciencia y la técnica, haciendo que estas se inserten con eficiencia a la base productiva y así contribuyan al perfeccionamiento de los servicios científico-técnicos a los productores.

«Entre los seis rubros de mayores importaciones se encuentra la leche, y también la soya y el maíz para alimentar el ganado porcino y la rama avícola. En eso nosotros podemos ayudar.

«Trabajamos fundamentalmente con vacunos, aves y cerdos. El alimento para estos tiene que lograrse a partir de lo que tenemos en el país. Nuestra línea fundamental de investigaciones son los pastos y forrajes. Además, los subproductos de la industria azucarera, la vinaza de las fábricas de ron y el residuo del cítrico.

«Cuba importa minerales para la producción animal, y nosotros estamos trabajando con la fosforita y la zeolita; los hemos probado y dan buenos resultados».

En dicho Instituto, en San José de las Lajas, a unos 47 kilómetros de Ciudad de La Habana, se hace ciencia en la búsqueda de las mejores alternativas para alimentar a los animales que luego servirán para el consumo humano.

Borroto destacó que el ICA es también una escuela, y que el concepto de Fidel cuando creó el centro, de que contara con sus propias tierras, les permite ser un laboratorio y luego generalizar sus investigaciones.

Con el CT-115, un tipo de pasto logrado allí mediante la modificación genética de la hierba elefante, el cual da respuesta al viejo dilema de la ganadería cubana: la alimentación en época de seca, han impulsado lo que llaman vaquerías tropicales. «Cada animal da entre ocho y diez litros de leche diarios, a un costo menor que lo que se importa», dice Borroto.

«Ya lo probamos aquí y ahora estamos promoviendo esa experiencia en 269 vaquerías del país. Les llamamos vaquerías-escuela, porque se produce y se instruye al personal al mismo tiempo. Además, 464 vaqueros vinieron al ICA a recibir capacitación.

«Tenemos más de 80 000 hectáreas en todo el país. La tercera semana de cada mes nuestros investigadores salen a visitar esos lugares y mantenemos vínculos con cerca de 5 000 productores».

Borroto asegura que el éxito de un centro de investigación es que se generalicen sus resultados. «Nuestros científicos no pueden ser una clase elitista; tienen que saber cómo relacionarse con ese hombre humilde que trabaja directamente en la producción.

«Unas 600 000 personas están vinculadas a la ganadería en el país, y es un sector en el que se invierten millones de dólares en importaciones. Por lo tanto decide en nuestra economía».

En la práctica

La vaquería 4 del ICA es insignia entre las cinco que posee el centro. En los últimos 12 años ha obtenido los mayores resultados en la producción de leche. La introducción del CT-115 y la consagración de sus trabajadores son factores decisivos en el éxito de su gestión productiva.

Guillermo Hernández, jefe de la vaquería, explicó que con 140 vacas y solo cinco trabajadores, pero aplicando las nuevas tecnologías, han ido aumentando la eficiencia, y este año alcanzarán una producción de 300 000 litros de leche.

José Andrés Díaz, director de Gestión tecnológica del ICA, explicó que esa vaquería se destaca también en la docencia. «No solo han pasado por aquí estudiantes universitarios, sino personal de la producción y administrativos de todo el país, para intercambiar y tomar experiencias».

¿Esos son los diablos?

Entre una gran manada de búfalos, a pie, aparece Abel Acosta. El joven asegura que no son tan malos como los pintan y que ese sobrenombre de diablos les está muy mal puesto.

«Yo no tenía costumbre de trabajar con animales tan grandes, pero ya me acostumbré. Son 47; estoy con estos desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde; me conocen y no tengo ningún problema».

Abel afirma que el búfalo es muy resistente y da muy buenos resultados su crianza. «Tienen baja mortalidad al nacer y luego no se enferman con facilidad, así que ya por ahí se va ganando. Además, no son muy selectivos para comer y la leche rinde más. Es decir, con menos esfuerzo, mayores resultados».

Bárbara Rodríguez Sánchez es investigadora agregada del Departamento de Manejo y alimentación de animales monogástricos, y trabaja la especie avícola.

«Estoy probando subproductos agroindustriales para sustituir importaciones, ya sean fuentes proteicas o alimentos alternativos para la nutrición aviar, en pollos de engorde y reemplazo de ponedoras».

Médica veterinaria, lleva 12 años trabajando en el ICA. Ya alcanzó su título de Máster en Ciencias y en estos momentos está haciendo su Doctorado.

«El ICA es mi vida, como para la mayoría de los trabajadores del centro, porque aquí hay sentido de pertenencia. Amar el trabajo que uno realiza es la única manera de obtener resultados».

Para que se queden en el campo

La institución científica tiene un programa de desarrollo armónico integral, y atiende a una comunidad aledaña con unos 400 habitantes. La mayoría son trabajadores del centro y el promedio de escolarización es duodécimo grado.

El poblado, con confortables casas y apartamentos, cuenta con un Joven Club de Computación, servicios médicos y farmacia, jardín infantil y un círculo social, entre otros.

Borroto asegura que para lograr detener la emigración hacia la ciudad, como ha ocurrido en otros lugares, hay que darles trabajo y condiciones de vida a los pobladores. El esfuerzo del ICA por satisfacer las necesidades de la comunidad es creciente y en la estabilidad de la fuerza laboral se ven los resultados.

Con orgullo el Instituto cumple su aniversario 45, y aunque Borroto asegura que están a un 30 por ciento de cumplir con lo que Fidel pensó cuando creó ese centro en 1965, sus logros y la posible generalización de sus investigaciones a favor de la alimentación de los cubanos es pasaporte seguro hacia el éxito.

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