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Desentrañando una Directiva Presidencial

Barack Obama ha dejado plasmado en un significativo documento su convicción de la necesidad de poner fin a una política fracasada, pero también deja claro que los objetivos de Estados Unidos en relación con Cuba no han cambiado. Le tocará al próximo inquilino de la Casa Blanca decidir si sigue los pasos dados hacia una convivencia civilizada

Autor:

Juana Carrasco Martín

Aquella carta inconclusa a su entrañable amigo mexicano Manuel Mercado, rubricó el legado antimperialista de nuestro Héroe Nacional José Martí a la nación y a los cubanos. «Viví en el monstruo y le conozco las entrañas» fue la razón básica y la orden ético-política que el devenir deparaba: luchar para «impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América».

En el pensamiento martiano estaba presente, sin dudas, aquella declaración del presidente Thomas Jefferson en 1820, cuando dijo que Cuba era «la adición más interesante que se podía hacer a nuestro sistema de Estados», y le ordenó al secretario de Guerra John C. Calhoun que debía «a la primera oportunidad, tomar Cuba».

No se puede menos que acudir a la carta de Martí a Mercado cuando se lee, desde la Introducción, la Directiva Presidencial de Barack Obama sobre su política hacia Cuba, dada a conocer el pasado 14 de octubre por la Casa Blanca y que tiene como basamento el reconocimiento que hiciera desde el 17 de diciembre de 2014 y reiterara en más de una ocasión, también ahora, de poner fin a «una política desactualizada que fracasó en hacer avanzar los intereses de Estados Unidos, en apoyar las reformas y en mejorar la vida del pueblo cubano en la isla durante varias décadas».

Los intereses de Estados Unidos —explícita o implícitamente son aquellos de Jefferson— son esencia y centro de esta ordenanza del actual mandatario a tres meses de concluir su administración y un elemento clave.

Apenas un par de párrafos después reitera ese objetivo cuando afirma: «Los cambios endógenos que están sucediendo en Cuba ofrecen oportunidades para hacer avanzar los intereses de Estados Unidos y distanciarse del embargo (bloqueo), que es una carga obsoleta para el pueblo cubano y ha sido un impedimento a los intereses estadounidenses».

Seis capítulos conforman el documento que describe la visión de los Estados de cómo debe ser la «normalización» con Cuba, y que está vinculada a la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos 2015, en la que se define —entre otras líneas— «Impulsar los valores universales de democracia y derechos humanos y empoderar a futuros líderes», una «civilizada» manera de asomar la injerencia.

El texto describe la visión de los Estados Unidos para la normalización con Cuba, de manera que concuerde con los intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos; evalúa el progreso hacia la normalización; describe el panorama estratégico actual y el previsto por los analistas de la actual administración; describe los objetivos prioritarios para esa «normalización», sin reconocer, por supuesto, que para ello es imprescindible el levantamiento del bloqueo; y dirige las actuaciones necesarias de muy diversos Departamentos y organismos de gobierno estadounidenses para aplicar la propia directiva.

Precisamente uno de los capítulos más detallados de la Directiva del 14 de octubre es el denominado Visión de la normalización Estados Unidos-Cuba.

Según la propia normativa, y un Mensaje del presidente Barack Obama que la acompañó como presentación pública, esta es una política transparente, que nada oculta, lo que admite que han existido otras de carácter secreto en anteriores administraciones —algo conocido, aunque todavía no se sepan los contenidos de todas ellas.

Dos escenarios, dos directivas, dos presidentes

A propósito, sí se pudo leer una de ellas, desclasificada de la biblioteca presidencial James Carter —quien comandó Estados Unidos desde 1977 hasta 1981—, y que el expresidente en persona entregara a Cuba en el año 2002.

Un colega preguntaba qué semejanzas o diferencias emanaban de estas dos Directivas Presidenciales. Lo primero es eso, esta fue secreta durante su ejecución o intento de ejecución y por 25 años en total, la de Obama se reveló para su inmediata publicación.

Sin embargo, Jimmy Carter decidió dar pasos de acercamiento o «normalización» desde sus primeros momentos en la Casa Blanca, mientras la determinación de Obama ha ocurrido justo al final y deja un signo de interrogación sobre su posible evolución en el futuro inmediato.

Una tercera diferencia hay que buscarla en la situación interna e internacional en que se producen, quizá por eso fue secreta la del siglo pasado, donde el contexto no era favorable, primaban las acciones hostiles, incluso de terrorismo de Estado ejecutadas por los agentes anticubanos de la CIA (recuerden que el año anterior al inicio de los mandatos de Carter, había ocurrido la voladura del avión de Cubana en Barbados y la mafia de Miami dictaba odio).

Obama ha hecho su Directiva cuando el 63 por ciento de los estadounidenses aprueba el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y un 66 por ciento está a favor del levantamiento del bloqueo (datos del PEW Research a raíz de las reaperturas de las embajadas en julio de 2015).

Aquella Directiva NSC-6 de Carter decía: «nuestro objetivo es poner en marcha un proceso que conduzca al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba…», y en sus propósitos, no era muy disímil a la de ahora: lucha contra el terrorismo —un peligro real mucho más acrecentado en las actuales circunstancias en la arena internacional, pero que se refería a la actividad de la contrarrevolución. La Directiva de Carter decía al respecto: «El Fiscal General deberá tomar todas las providencias necesarias permitidas por la ley para impedir actividades terroristas o toda actividad ilegal iniciada desde el territorio de los Estados Unidos contra Cuba y contra ciudadanos estadounidenses, y apresar y enjuiciar a los autores de esas actividades». Un propósito valiente del entonces Presidente.

Los objetivos incluían los derechos humanos y contener lo que consideraban intervención foránea de Cuba (la participación internacionalista cubana en Angola que contribuyó al mantenimiento de la independencia de esa nación, a la de Namibia y al fin del apartheid en Sudáfrica).

Consideraba también la compensación por las propiedades estadounidenses expropiadas (en estos momentos Washington y La Habana dialogan sobre el tema de las compensaciones mutuas, porque mucha es la demanda del pueblo cubano por los daños materiales y humanos que le han provocado las acciones terroristas y el bloqueo), y también consideraba Carter reducir las relaciones de Cuba con la Unión Soviética, entre sus objetivos.

También hubo entonces conversaciones y se llegó al establecimiento de la Oficina de Intereses de Washington en La Habana y la de Cuba en Estados Unidos, pero no siguieron mucho más adelante por la prevalencia de los criterios injerencistas en la política cubana, lo que no fue un impedimento para que se produjeran intercambios académicos, científicos, culturales y deportivos.

Hubo una segunda Directiva de Carter, en 1979, donde el énfasis estuvo en la confrontación y el aumento de las tensiones, signada por un calentamiento de la Guerra Fría entre Occidente y el Este, y el papel de Cuba y su prestigio y liderazgo en el Tercer Mundo marcaban la hostilidad de un Washington, que buscaba un mundo unipolar y bajo su hegemonía, lo que de hecho implicaba que Cuba renunciara a sus alianzas y, por tanto, a sus decisiones soberanas y de autodeterminación.

Seguridad Nacional de EE.UU. en la directiva Obama

De vuelta al presente, hay un significativo reconocimiento en la Directiva de Barack Obama, en primer lugar al Gobierno de la Revolución y a su liderazgo histórico, al sentarse a conversar con el Presidente Raúl Castro y venir de visita a La Habana —elementos ambos que el extremismo en EE. UU. consideró como «debilidades»—, y en segundo lugar el reconocimiento expreso a «la soberanía y autodeterminación de Cuba y damos cuenta de las áreas en las que existen diferencias. Pretendemos abordar tales diferencias por medio de la interacción y el diálogo, así como mediante la promoción de un creciente entendimiento entre nuestros gobiernos y pueblos», se lee en el documento.

Ahora bien, los objetivos están claramente ligados a la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos 2015, donde en las entrelíneas están los propósitos: «Aunque unos pocos países de la región siguen siendo atrapados en viejos debates ideológicos, vamos a seguir trabajando con todos los gobiernos que están interesados en cooperar con nosotros de manera práctica para reforzar los principios enumerados en la Carta Democrática Interamericana (la de la injerencia más cuidadosa). Como parte de nuestros esfuerzos para promover un hemisferio plenamente democrático, vamos a avanzar en nuestra nueva apertura a Cuba en una forma más efectiva que promueva la capacidad del pueblo cubano de determinar su futuro».

De «valores» se habla en la Directiva y de «valores» se extiende la explicación en la Estrategia: «La defensa de la democracia y los derechos humanos se relaciona con un duradero interés nacional. Se nos alinea con las aspiraciones de la gente común en todo el mundo. Sabemos por nuestra propia historia que las personas deben llevar su propia lucha por la libertad si esas son luchas para tener éxito. Pero América (EE.UU.) tiene una ubicación única —y de forma rutinaria se espera— al apoyar el cambio democrático pacífico. Vamos a continuar la movilización del apoyo internacional para fortalecer y ampliar las normas mundiales de los derechos humanos. Vamos a apoyar a las mujeres, los jóvenes, la sociedad civil, periodistas y empresarios como impulsores del cambio. Vamos a seguir insistiendo con los gobiernos en que cumplan con sus obligaciones de derechos humanos, y hablar en contra de la represión dondequiera que ocurra».

El 63 por ciento de los estadounidenses aprueban el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y el 66 por ciento está a favor de que se levante el bloqueo.

Justo el mismo viernes 14 de octubre, en La Habana, tuvo lugar el segundo diálogo sobre Derechos Humanos entre Cuba y los Estados Unidos —un diálogo que se está produciendo a instancias del Gobierno revolucionario de Cuba—, y el secretario adjunto para la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo del Departamento de Estado, Tomasz Malinowski, en un posterior encuentro con la prensa internacional acreditada en Cuba, se expresaba sobre supuestas violaciones a los derechos de manifestación de ciertos grupos de conocidos vínculos con las organizaciones y organismos que promueven la subversión en nuestro país.

La delegación cubana, presidida por el subdirector general de Asuntos Multilaterales y Derecho Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores, Pedro Luis Pedroso Cuesta, mencionó a su vez los fenómenos preocupantes de la realidad estadounidense que son violaciones palpables de los derechos humanos: «la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, la discriminación de los migrantes y otras minorías, el bajo nivel de sindicalización de los trabajadores y las restricciones para ello, la falta de acceso a la seguridad social, los servicios de salud y educación de muchos estadounidenses, el trabajo infantil y las crecientes y graves manifestaciones de racismo y discriminación racial».

No faltaban en las razones cubanas «las violaciones de derechos humanos cometidas por los Estados Unidos en otras partes del mundo, sobre todo en el contexto de su llamada lucha contra el terrorismo», y destacaba «los actos de tortura cometidos en centros de detención y cárceles secretas, así como las ejecuciones extrajudiciales, incluyendo las muertes de civiles como resultado del uso de drones», un aspecto en que Cuba criticó en particular «la permanencia del centro de detenciones en el territorio ilegalmente ocupado de la Base Naval de Guantánamo y las torturas y graves violaciones allí cometidas».

Los cubanos llevan 54 años resistiendo el bloqueo.

Pero la Directiva habla de valores y se hacen más explícitos en la Estrategia de Seguridad Nacional, donde se dice: «Nuestros valores son una fuente de fortaleza y seguridad, y nuestra capacidad de promover nuestros valores en el extranjero está directamente vinculada a nuestra voluntad de cumplir con ellos en casa», y se autoprometen mantener al más alto nivel las libertades civiles y el Estado de Derecho.

Otras entrelíneas de la directiva

Otros conceptos no menos importantes de la Directiva se muestran cuando el interés de EE.UU. es el «desarrollo de un sector privado que ofrezca mayores oportunidades económicas para el pueblo cubano», pero se queda corto el Presidente en el uso de sus prerrogativas a la hora de abrir esas oportunidades desde la permisividad de un libre comercio, de créditos, de inversiones en sectores claves de la economía cubana, de transacciones financieras con el dólar, y más. Pero prefieren una «liberalización» y una «reforma» económica en Cuba que pase por abrir las puertas al despojo que practican las transnacionales en otras naciones del continente.

Interesante como sugieren algunas políticas que Cuba debiera seguir: «Cuba no es miembro de las instituciones financieras internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y el Banco Interamericano de Desarrollo, que podrían ofrecer experiencia y potencialmente, financiar reformas económicas y proyectos viables para la inversión», se afirma en la Directiva.

¿Promover la igualdad social en Cuba? Parece una burla al propio pueblo estadounidense que el país más rico del mundo cuente con 35 millones de personas viviendo en la pobreza, se cuentan por miles los sin techo y no pocos son personas que han luchado en las guerras imperiales, millones también carecen de cuidados de salud. Será que los que promovieron el movimiento del 99 por ciento de la población frente al 1 por ciento que ostenta las mayores riquezas se equivocaron en las proporciones de igualdad…

¿Aumento a los derechos individuales en Cuba? «Vamos a continuar manifestándonos en favor de los derechos humanos, incluidos los derechos a la libertad de expresión, religión, asociación y reunión pacífica como lo hacemos en todo el mundo», afirman.

Pensamos ahora mismo en las decenas de manifestantes detenidos, reprimidos, a los que han rociado con gases y le han lanzado hasta perros —la mayoría integrantes de los pueblos originarios, Sioux y otros—, porque están en permanente movilización de desobediencia civil contra el oleoducto Dakota Access en Iowa y cuatro estados más, porque daña al medio ambiente, las tierras, ríos y lugares sagrados de reposo de sus ancestros, pero enriquece a las petroleras.

Pero vale el acto de fe del documento presidencial para Cuba en la consecución de sus objetivos: «no estamos tratando de imponer un cambio de régimen en Cuba; estamos, en cambio, promocionando valores que apoyamos en todo el mundo respetando al mismo tiempo que corresponde al pueblo cubano tomar sus propias decisiones sobre su futuro». Créalo o no lo crea, las posiciones de la Directiva se esclarecen en los objetivos. Por ejemplo cuando dice: «Fuertes lazos diplomáticos permitirán intercambios constructivos en las diferencias bilaterales, incluyendo nuestros programas de democracia y de radiodifusión, al tiempo que protegeremos nuestros intereses y activos, tales como la Base Naval de Guantánamo. Utilizaremos el intercambio para instar a Cuba a realizar progresos tangibles en materia de derechos humanos y libertad religiosa».

Independientemente de las diferencias en la percepción de los derechos humanos, incluso conociendo los dobles raseros que asoman en los textos estadounidenses sobre el ejercicio de los derechos humanos, sobre la visión de lo que es soberanía, independencia y autodeterminación, Cuba ratifica su voluntad de seguir caminando por una senda correcta que lleve al reconocimiento, al respeto, a la igualdad y a la reciprocidad y a la «normalización»… si levantan el bloqueo, devuelven el territorio guantanamero usurpado, dejan de promover y financiar la subversión interna, cesan las transmisiones ilegales de radio y televisión y se compensan los daños causados por la política del bloqueo y las agresiones de más de medio siglo contra la Isla.

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