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Cuba y uno de los ataques biológicos más connotados

Una salvaje agresión terrorista fue la introducción de la fiebre porcina africana en nuestro país por el Gobierno norteamericano. Representantes de la Dirección de Sanidad Animal del Ministerio de la Agricultura detallan cómo la nación sigue adoptando medidas estrictas para no ser blanco nuevamente de la referida plaga

Autor:

Marianela Martín González

La guerra despiadada sostenida durante años por el Gobierno estadounidense contra Cuba ha tenido momentos de altísima tensión: uno de los ataques biológicos más connotados contra el país fue descubierto en mayo de 1971 por el Instituto de Medicina Veterinaria, cuando este registró los primeros casos de cerdos enfermos en el municipio de Boyeros, en La Habana.

A los pocos días, el 17 de junio, se diagnosticó la presencia de la fiebre porcina africana en un cebadero perteneciente al municipo de Bauta, en la actual provincia de Artemisa, la cual se propagó a otros lugares.

Fue entonces cuando el 23 de junio las autoridades cubanas dieron a conocer oficialmente la aparición de la fiebre porcina africana. La propagación acelerada de la enfermedad hizo que como medida de control se decidiera sacrificar a medio millón de cerdos.

Según un artículo publicado en el periódico Granma el 23 de junio de 2016, por Pedro Etcheverry Vázquez, investigador del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado, la veracidad de que el ataque biológico se perpetró intelectual y materialmente por la CIA, se confirmó cuando el 9 de enero de 1977 un cable de la agencia cablegráfica UPI, en Washington, informó que una fuente no identificada de la CIA reveló a Newsday que a principios de 1971 se le entregó un recipiente que contenía virus en Fuerte Gulick, base del Ejército de Estados Unidos en la zona del Canal de Panamá, también utilizada por la CIA, y que este fue llevado en un pesquero a agentes que operaban clandestinamente en Cuba.

El artículo también da fe de que un grupo de especialistas del Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria, dirigido por la fallecida Doctora Rosa Elena Simeón, descubrió dos cepas virales aisladas en aves migratorias muertas que pertenecían al virus de la fiebre porcina africana.

«Después llegaron a la conclusión de que este germen específico de los cerdos se había adaptado artificialmente para “vehiculizarlo” por medio de aves, y alertaron que este resultado científico solamente se podía lograr de forma intencional y con técnicas depuradas de ingeniería genética y biotecnología».

El investigador dejó también constancia en el citado texto que en 1979 reapareció la fiebre porcina africana, y se comprobó que la reinfección tuvo su génesis cerca del poblado de Caimanera, muy próximo adonde se encuentra la ilegal Base Naval norteamericana en Guantánamo.

Profilaxis vs. odio e impunidad

Con un escenario mundial mucho más desfavorable que el prevaleciente en los momentos en que Cuba fue atacada biológicamente hace años con la introducción del germen de la fiebre porcina africana, la nación adopta medidas estrictas para no ser blanco nuevamente de la referida epizootia.

Para que así sea, se mantiene un monitoreo permanente de la situación zoosanitaria internacional en relación con la enfermedad, aseguraron los doctores Cristóbal A. Arredondo Alfonso y Manuel Peláez Reyes, representantes de la Dirección de Sanidad Animal del Ministerio de la Agricultura, quienes precisaron que en el caso de reportarse algún caso es obligatorio declararlo a la Organización Mundial de Sanidad Animal, lo que constituye una barrera para el comercio internacional de productos del cerdo.

Ambos especialistas dijeron que se han adoptado medidas dirigidas al fortalecimiento de los sistemas de vigilancia epidemiológica y alerta temprana, el reforzamiento de las medidas sanitario-veterinarias de cuarentena y control del comercio internacional en los puntos de egreso e ingreso de extranjeros y mercancías (puertos, aeropuertos, marinas y aduanas).

Llamaron al reforzamiento de las medidas de bioseguridad en las instalaciones porcinas, extender el uso de la vacuna Porvac como parte de la estrategia para la prevención, el control y la erradicación de la peste porcina clásica o cólera porcino, como diagnóstico diferencial de la enfermedad.

Consideraron que es importante la actualización del plan de emergencia de peste porcina africana, con la actualización del análisis de riesgo para la posible introducción y difusión de la enfermedad.

Los dos especialistas afirmaron que es necesario una mayor capacitación y preparación a los profesionales y técnicos veterinarios, productores porcinos y población en general sobre la conducta que se debe seguir ante la sospecha de la enfermedad, así como ejercer mayor control del sacrificio e inspección sanitaria estatal de los cerdos en mataderos e industrias procesadoras de carne de cerdo (antes, durante y posterior al sacrificio).

Acotaron que es preciso continuar exigiendo por el mejoramiento de las condiciones sanitarias en las crianzas de traspatio, y desarrollar campaña de comunicación social a través de diferentes medios. Advirtieron que la introducción de la enfermedad en la Isla significaría un elevado nivel de difusión con alta mortalidad, lo cual generaría grandes pérdidas económicas por la muerte de gran cantidad de animales.

«Como consiguiente habría un considerable gasto de recursos materiales, humanos y financieros para implementar las medidas de control y erradicación de los focos, y generaría grandes afectaciones a la disponibilidad de productos del cerdo y, por tanto, a la seguridad alimentaria», apuntó. Arredondo Alfonso no desestimó las serias afectaciones en los ingresos monetarios a los productores porcinos de todos los sectores ni la escasa disponibilidad de los productos de cerdo y grandes limitaciones para su comercialización y con ello el incremento de los precios.

Asimismo, Peláez Reyes recalcó que es preciso notificar de inmediato al servicio veterinario estatal ante la sospecha de la enfermedad y asegurar información a través del sistema de vigilancia.

Dijo que hay que exigir el aseguramiento de las buenas prácticas de producción porcina y el cumplimiento de las medidas higiénico-sanitarias y de saneamiento ambiental en todos los sectores productivos. También ampliar las capacidades de diagnóstico con la introducción de técnicas validadas para confirmar la sospecha de la enfermedad y para el diagnóstico diferencial de otras enfermedades rojas del cerdo.

Recalcaron los especialistas que no se puede prescindir de la actualización y caracterización del censo poblacional porcino; y que hay que mantener un estricto control de los traslados de cerdos en el territorio nacional.

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