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Entre creencias y realidades (+ Podcast y Tablas)

En Cuba el aborto es un derecho ganado desde hace medio siglo. Sin embargo, esta práctica es demasiado frecuente en la adolescencia, lo cual está estrechamente relacionado con los altos índices de fecundidad en esa etapa de la vida. Juventud Rebelde continúa el análisis de problemáticas complejas que inciden hoy en la salud y el desarrollo de las muchachas

 

Autores:

Odalis Riquenes Cutiño
Luis Raúl Vázquez Muñoz
Liudmila Peña Herrera
Lisandra Gómez Guerra
Laura Brunet Portela
Dailene Dovale de la Cruz

«¿Aguantaría? A lo mejor sí; quién sabe». Después de tomarse la píldora, respiró profundo. No era su primera vez en el Servicio de Interrupción Voluntaria del Embarazo, del hospital Gustavo Aldereguía Lima (HGAL) de la ciudad de Cienfuegos. A su lado una jovencita se retorcía sobre una cama en medio de los dolores. Revisó el lugar con la mirada y volvió a coger aire. Sabía que lo suyo vendría después, cuando se tomara la dosis restante de misoprostol, el medicamento para interrumpir los embarazos.

«A mí no me gusta tener que venir aquí; pienso que a nadie le agrada —confiesa—. Pero no tengo miedo. Mi niña solo tiene tres años y no me puedo permitir otro hijo».

Su mamá, que le sostuvo la mano todo el tiempo, no esconde su temor: «Cuando quedó embarazada de la niña, con solo 16 años, intenté interrumpírselo y ella no quiso. Ahora le insisto en que se cuide y use condón. Cada vez que venimos, me da mucho miedo por ella».

La joven de 19 años, casada y residente en un asentamiento intrincado del municipio de Palmira, dice que en casa tiene guardada una Te; pero como debía pasarse un día entero para hacerse los análisis antes de ponérsela, la dejaba a un lado. «Me cuido con pastillas, aunque se me olvidan —reconoce—. Mis abortos han sido por no tomarme alguna».

Dentro de unos minutos subirá a la sala donde tomará lo que falta. Es probable que entonces aparezcan las contracciones. «Quizá no sean tan fuertes —piensa—. Seguro mi cuerpo resiste, como lo ha hecho antes».

Escuche en este audio varios testimonios:

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Según el Anuario Estadístico de Salud, en 2019 se realizaron en Cuba 73 661 abortos inducidos, lo cual significa que 27 de cada mil mujeres de entre 12 y 49 años de edad, optaron por este método. Solo que en ese dato hay un bombillo rojo encendido: el de las adolescentes, pues el pasado año se registraron 13 999 abortos inducidos medicamentosos, como figura en el Sistema de Información Estadístico (SIE) de actividades relacionadas con el Programa de Atención a la Mujer, de la Dirección de Registros Médicos y Estadísticas de Salud, del Ministerio de Salud Pública (Minsap).

Tasa de aborto en la adolescencia. Fuente: Ministerio de Salud Pública

Al indagar sobre los «pro» y los «contra» de este tipo de proceder durante la adolescencia, el doctor Roberto Álvarez Fumero, especialista de 2do. grado en Administración de Salud y Pediatría, y funcionario a cargo de la coordinación del Programa de Atención a la Pareja infértil en el Minsap, enfatiza:

«Son múltiples las afectaciones sicológicas, sociales y los riesgos de alteración de la salud reproductiva. Las adolescentes son más susceptibles a las complicaciones por su propia condición de estar en proceso de maduración. El embarazo por sí solo en las menores de 18 años, determina cambios hormonales y metabólicos extemporáneos que pueden influir negativamente en su proceso de crecimiento y desarrollo».

Si bien la cobertura médica permite que los abortos en Cuba se desarrollen dentro de parámetros seguros, la bibliografía médica lista una serie de riesgos a considerar: daños en el aparato genital y el cuello uterino, con el peligro de sufrir enfermedades; obstrucciones en las trompas o perjuicios en otras zonas que pueden poner en riesgo la capacidad de reproducción o peligro de abortos espontáneos, por solo mencionar algunos.

 

«En el bajo índice de nacimientos en Cuba influyen diversas causas, entre las que se encuentra la económica —explica la doctora Blanca Margarita Angulo Peraza, jefa de la Consulta de Ginecología infanto-juvenil en Ciego de Ávila—; pero también están incidiendo los perjuicios vinculados con interrupciones en la adolescencia».

El seguimiento realizado en consultas de varias provincias confirma la observación de la galeno avileña. En Cienfuegos, el Servicio Territorial de Reproducción Asistida (STRA) detectó la existencia de al menos una interrupción en la adolescencia entre las 5 000 mujeres atendidas desde la creación del Servicio.

«En algunos casos se ha podido lograr el hijo —explica la doctora Práxedes Rojas Quintana, jefa del STRA—; sin embargo, muchas otras tuvieron un daño importante (aun con un solo aborto) y han llegado a una edad reproductiva avanzada sin poder concebir y con pocas expectativas».

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«Cuando parí me hablaron de los cuidados que debía tener para no quedar embarazada de nuevo, pero no me cuidaba porque no tenía relaciones frecuentemente. Pensé que no me iba a tocar», cuenta la cienfueguera de 14 años, madre de una niña de cinco meses. Cursa el 9no. grado y ha decidido interrumpir su segunda gestación. «No tengo respuesta para explicar por qué quiero abortar —confiesa—. Tengo condiciones para tenerlo, pero no sé, no quisiera tener otro hijo».

Hace poco otra muchacha de 15 años, procedente del cienfueguero consejo popular Reina, fue a hacerse su segundo aborto de 2020. Cuenta que «la primera vez que me hice uno pasé muchos dolores, pero me fue bien: no tuve complicaciones» —asegura durante la terapia de grupo de la Consulta de Planificación Familiar, del hospital provincial Gustavo Aldereguía Lima.

Siete meses después del «primer susto», volvió a la misma consulta para una segunda interrupción voluntaria del embarazo. «Me cuido con pastillas Trienor, pero se me olvidan. Ahora quiero cambiar para las inyecciones u otra cosa que no tenga que estar tomando a diario».

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De acuerdo con datos del Anuario Estadístico de Salud, en la última década el país ha tenido una cobertura anticoncepcional superior al 76 por ciento, calculado sobre la base del total estimado de mujeres en edad fértil con actividad sexual que se declaran con pareja, y con variantes de métodos de alta eficacia y de larga duración.

No obstante, resulta válido señalar que, con respecto al año anterior, en 2019 disminuyó dicha cobertura: las píldoras (de 8,7 por ciento en 2018 a 8,1 por ciento en 2019), los inyectables (de 1,2 por ciento a 0,8 por ciento) y el condón (de 14,4 por ciento a 13,4 por ciento). 

Como contraparte, se ha trabajado con las parejas en los servicios de Planificación Familiar y se capacitó a profesionales de todos los municipios cubanos sobre temas vinculados con el postaborto y el posparto.

¿Por qué entonces el aborto en las adolescentes continúa siendo una preocupación? La doctora Aimara Rodríguez Márquez, especialista en Ginecología y Obstetricia del HGAL e integrante del Servicio de Terminación Voluntaria del Embarazo, explica que «el aborto en la adolescencia es una responsabilidad multifactorial y no es solo un problema de Salud Pública, de los padres o de la escuela. Tenemos que trabajar más no solo con las hembras, porque igualmente los varones participan de la concepción y ambos son responsables».

Según el SIE, en 2019 la tasa de abortos en la adolescencia se redujo respecto a años anteriores, pero las cifras por rango de edades no dejan de ser alarmantes. Por ejemplo, de 15 a 18 años se registraron 9727 abortos, aun cuando fue el grupo etáreo que más disminuyó sus índices (1779 menos que en 2018; en tanto 3228 muchachas de 19 años decidieron no continuar con sus embarazos (428 menos que en 2018).

Un dato singular lo aportan las adolescentes de entre 12 y 14 años: 1044 abortos inducidos medicamentosos (133 menos que en 2018), los que constituyen riesgos para la salud y traen implicaciones sicosociales.

Otro elemento enciende las alertas de los especialistas del sector: muchachas que acuden a interrumpir el embarazo a los tres meses de habérseles colocado un anticonceptivo subdérmico.

«No puede pasar que pongamos el método anticonceptivo de larga duración, y a la semana o al mes la muchacha decida retirárselo sin consultar a un especialista. Si tenemos un servicio de posaborto, donde garantizamos la disponibilidad de la anticoncepción, entonces algo está fallando cuando la chica vuelve para interrumpir el embarazo», señala el doctor Luis Salas Castillo, especialista en Ginecología y Obstetricia, y miembro de la junta directiva de la Sociedad Científica Cubana para el Desarrollo de la Familia (Socudef).

Los criterios recogidos por Juventud Rebelde indican que en el país no se ha logrado articular por completo el trabajo entre las distintas organizaciones e instituciones involucradas en el problema, aunque es dable precisar que desde los inicios de la Revolución fueron prioridad las políticas sociales relacionadas con la salud sexual y reproductiva de las muchachas, con la participación de la Federación de Mujeres Cubanas.

Pero aun cuando el aborto está institucionalizado (se realiza en instituciones de Salud bajo estrictos protocolos), la insuficiente —o deficiente— comunicación conspira contra la prevención de embarazos no deseados que terminan en ese procedimiento.

Los especialistas coinciden en que el uso de los anticonceptivos está mediado por el nivel de confianza, diálogo e información que se pueda establecer dentro del hogar. Una de las causas —señalan— por las cuales ese vínculo no se logra, está en el hecho de no respetar los espacios de los adolescentes, violentar en ocasiones su intimidad e imponerles criterios en una etapa de la vida sometida a numerosos cambios, donde no se percibe como válida la imposición, razón por lo cual es más efectiva la negociación.

El asunto preocupa a Yanet Silva Albear, sicóloga del hogar materno provincial en Santiago de Cuba: «Pasamos de una era de padres muy autoritarios a otra de familias muy permisivas. Es cierto que se están comunicando; pero, ¿cómo?, ¿qué ocurre?, ¿qué falta? Quizá hoy debamos realizar más intervenciones con los adultos para formarlos ante las complejidades de un asunto tan variado como lo es la sexualidad en la adolescencia».

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Durante la investigación de Juventud Rebelde, el personal médico reiteró una advertencia: no se pueden soslayar las culturas y tradiciones de cada lugar. Los números lo dicen. Si bien en las zonas rurales prima el criterio de que «el primer embarazo se deja» —como se constató en Santiago de Cuba y Cienfuegos—, las indagaciones del Minsap y el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem) corroboran que la primera concepción es la que se está interrumpiendo, principalmente en edades adolescentes y en áreas urbanas.

Los especialistas asimismo alertan sobre un conflicto más soterrado: la huella sicológica dejada por el aborto, que genera múltiples trastornos en la personalidad. «Pueden aparecer emociones y estados sicológicos como miedo, inseguridad, tristeza o angustia, que en ocasiones pasan de emociones simples y aisladas a otras más complejas, como ansiedad y depresión. Su repercusión depende del apoyo que tenga la adolescente», expresa la Doctora en Ciencias Demográficas Matilde Molina Cintra.

La también subdirectora del Cedem considera que cuando el embarazo y el aborto en la adolescencia ocurren con una pobre participación de la joven y un contexto familiar que no favorece el desarrollo emocional, el daño sicológico se hace más intenso y puede afectar los mecanismos de autovaloración y, con ello, la autoestima.

«Para que la interrupción de un embarazo deje en la adolescente el menor número de secuelas sicológicas, la familia precisa apoyarla —señala—. Deben centrarse en el problema para tomar una decisión adecuada y no en las emociones, ya que este afrontamiento genera irracionalidad y un clima conflictivo. Los seres más cercanos deben propiciar una comunicación más próxima con la adolescente y la pareja, si está presente».

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El doctor Luis Salas Castillo insiste en varias ideas, al igual que Liset Mailén Imbert Milán, especialista en temas jurídicos asociados a los de género. Una de ellas refiere la necesidad de entender que el aborto no termina con la interrupción, sino con la anticoncepción, para que no se repita un embarazo.

El doctor Luis Salas Castillo, especialista en Ginecología y Obstetricia. Foto: Maykel Espinosa Rodríguez

Otro elemento a considerar son los derechos de la mujer. Ambos especialistas aclaran que el Gobierno y las leyes cubanas protegen a toda muchacha que esté en un proceso abortivo. La familia no puede forzarla. Y el médico no puede obligarla ni cobrarle por ello; por el contrario,  tiene que darle lo mejor de su conocimiento y de sus habilidades.

«Si en consulta, una muchachita llora y declara tener miedo y no quiere abortar, los procedimientos se detienen de inmediato», precisa Salas, quien también es coordinador en Cuba de la Red Musa (Mujeres en Situación de Aborto), auspiciada por el Centro Latinoamericano de Perinatología, la Organización Mundial para la Salud y la Organización Panamericana de la Salud.

Ante algunas posturas individuales de personas que condenan el aborto, el doctor Salas puntualiza que este procedimiento no puede ser crucificado, y penalizarlo significaría un retorno a los años anteriores a la Revolución, y primeros de la década de 1960, en los cuales, al ser prohibido, ese método se sumergió en la ilegalidad y con ello se generaron inseguridades, falta de información y muertes.

«No podemos perderlo —señala el doctor—. Ni se puede censurar, ni flagelar. Limitar el aborto es vulnerar un derecho, y a un derecho no se le pueden poner fronteras. Lo que se debe hacer es trabajar bien para prevenirlo.

«Nuestro país defiende y garantiza que la interrupción sea antes de la semana 12, porque desde el punto de vista biológico no hay estructura fetal todavía. Hasta la semana 12 se considera un embrión», aclara.

Tanto Salas como la jurista Imbert Milán apuntan a las garantías legales para el aborto en la adolescencia. Según las leyes cubanas y los protocolos médicos, cuando la muchacha se encuentra por debajo de los 14 años, debe contar con el consentimiento informado de los padres o tutores legales.

Explican ambos profesionales que existe una protección legal y, ante cualquier problema que se detecte, el asunto pasa a manos del fiscal que atiende a los adolescentes, junto a la protección de la trabajadora social.

Entre las consecuencias sicológicas se identifican el miedo, la inseguridad, tristeza y angustia.Foto: Maykel Espinosa Rodríguez.

No obstante, Imbert Milán subraya: «Teniendo como base que la intención suprema es la salud y la integridad de la adolescente, así como el debido respeto a sus derechos sexuales y reproductivos, es obligatorio escuchar el parecer del médico, tutores legales, sicólogo y, sobre todo, a la joven».

«También es importante —dice Salas— la labor de la Atención Primaria de Salud para identificar a las pacientes en edad reproductiva. Otro de los problemas es trabajar entre el tiempo del embarazo y el del procedimiento, porque no se puede dilatar el período desde que la muchacha entra en la línea hospitalaria hasta que se hace el aborto. Ese espacio hay que acortarlo sin poner en peligro su salud.

«No es un capricho: es su derecho. Se trata de su cuerpo, y con su cuerpo, ella decide. Nuestro Gobierno garantiza esa potestad, y también se ocupa de que la paciente entre al procedimiento sin ningún riesgo y transite después sin mayores complicaciones. Es la parte que nos toca: lograr un aborto seguro».

Le recomendamos leer la primera parte de este reportaje: Adolescencia relegada (I) (+ Podcast, Infografías y Video)

Para ampliar el tema lea además: 

Abortos inducidos medicamentosos (2015-2019)

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