Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El profesor de los sábados

JR comparte la historia de un maestro suigéneris, movido por el afán de enseñar y abrir nuevas oportunidades al conocimiento, sin otro pago que el regocijo de hacer el bien

Autor:

Jomay Laurent

 -Periodista, yo quiero que cuente mi historia.

-¿Sí? Eso me suena un poco autosuficiente, ¿no cree?

-¡Qué va!

-¿Cómo es eso? ¿No es sobre usted mismo?

-Lo es… y no lo es.

-¿Acaso no quiere que le pregunte sobre su obra periodística?

-¿Quién dice? Se trata de la formación a los muchachos que sueñan con ser periodistas, los que vienen hasta mi casa en Artemisa desde Pinar del Río, La Habana, Mayabeque, Bahía Honda, Güira de Melena, Mariel, Bauta…

-¿Acuden a verlo porque es buen profesor?

-¿Buen profesor yo? Para nada. Y mira que lo intento. Me la paso inventando para que no se aburran cuando les cuento los orígenes del conflicto en Palestina, o lo sucedido en Bosnia Herzegovina, Somalia y Darfur. Muchas veces los veo medio dormidos cuando llevamos horas hablando de guerras de las que nunca antes habían oído hablar.

Hasta uso mapas dibujados por mí para hacerlos reír, y les cuento chismes históricos, porque adoro cuánto de aventura tiene la historia. Pero es difícil enseñarles cuanto ha ocurrido en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, incluida la crisis de la fuga de capitales, los movimientos guerrilleros en América Latina, el neoliberalismo y la Operación Cóndor.

-¿Y entonces?

-Me bajo del avión imaginario en que nos trasladamos por todo el planeta, y los reto a ser creativos; les demuestro que pueden lograrlo… mediante el periodismo.

Nos divertimos y aprendemos leyendo las crónicas de Manuel González Bello, Eduardo Galeano, Reinaldo Cedeño… Los pongo a realizar entrevistas, primero a personalidades, y luego les indico otras aparentemente absurdas: a un bolígrafo, una goma o unos espejuelos. Les oriento redacciones a partir de títulos tan descabellados como Sebastopol sobre mi almohada o ¿Cómo matar a un ruiseñor?

Al inicio, quedan atónitos ante el inusual entrenamiento de redactar y completar oraciones sin ninguna forma de los verbos ser, estar o tener, y sin un solo que ni palabras categóricas como todos o nadie. Cuando superan el desafío, descubren los mejores caminos del lenguaje… y piden más.

Les revelo las seis preguntas básicas para construir una noticia y el método de la pirámide invertida. Hablamos de los diversos leads ¡y se prueban! Igual con las entrevistas, crónicas, la elección de fuentes para un reportaje y el mejor ángulo para la foto de una cobertura informativa.

-Ser profesor asistente en la Universidad debería significar que domina el arte de impartir clases…

-Así debería funcionar. Muchos pueden impartir temas y hasta enseñar. Sin embargo, ese arte de seducir, de encantar con la voz y miles de anécdotas, solo nace con uno. A mí no me tocó. Desde luego, me esfuerzo: procuro copiar los mejores ejemplos de esos que sí son profesores maravillosos, los de películas como El Club de los poetas muertos y los de la vida real, los magníficos maestros de mis años de estudiante.

Me sirvo de sus técnicas, de la didáctica, y a mi manera primitiva intento mantener la atención de mis alumnos. Mi suerte es que ellos son muy buenos, y tienen una inmensa voluntad de aprender. De haber sido profesor de secundaria, todos mis alumnos suspendían, pero ellos quieren ser periodistas y me siguen.

-¿Y cumplen sus sueños?

-¡Ojalá lo lograra siempre! A veces no basta el arsenal de entrevistas y crónicas que leemos juntos, ni los cientos de páginas de la literatura universal y cubana, o las películas que los aliento a devorar.

Dedicamos un día entero a desentrañar la evolución de la pintura y la escultura desde los clásicos griegos de la Antigüedad hasta las obras de Fabelo y Ernesto García Peña. Pasamos de 12 a 15 sábados bajo las bombas de las agresiones a Iraq, Yugoslavia, Somalia, Afganistán, Libia, Siria…

Debatimos los sistemas electorales de Cuba y Estados Unidos. Les comento sobre la actualización de nuestro modelo económico. Escuchamos trova y música tradicional cubana.

Desafortunadamente, algunos han tenido que construirse un sueño nuevo: el de formarse como excelentes abogados, fiscales o jueces; ganarse un prestigio como magníficos psicólogos y comunicadores sociales; amar la Historia, los idiomas o la Sociología; abrazar la Licenciatura en Ciencias de la Información, la Filología, la Comunicación Audiovisual…

En cambio, otros muchos han cumplido su sueño: imparten clases en la propia Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana o trabajan en Granma, Juventud Rebelde, Cubadebate, Radio Rebelde, Prensa Latina, el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, La Pupila Asombrada, Cubahora, El Artemiseño, ArTv y Radio Ariguanabo.

En la Facultad de Comunicación cursan estudios decenas de quienes fueron mis pupilos. A otros la preparación les sirvió para matricular en la Facultad de Medios Audiovisuales y el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, incluso una alumna fue representante de Cuba en la ONU.

-¿Cuánto cobra por tantos sueños convertidos en realidad?

-Una millonada. Tantos amigos que perdí la cuenta. Desde 1997 hasta hoy, ¿quién sabe? Palabras como altruismo o desinterés no describen bien este empeño: ¿acaso no es suficiente probar que es posible la utopía, que los ideales perviven y no todo necesita ser pagado con billetes?

Ayudo a un puñado de jóvenes a realizar sus sueños y, de paso, hago realidad el mío propio. Así que mi retribución no va a parar a una gaveta, al banco o al bolsillo de nadie, ni mucho menos se deteriora con el tiempo: queda para siempre.

-¿Y a Joel Mayor no le importa cómo reaccionen los lectores cuando comprendan que el entrevistador es usted mismo?

-No, porque tengo dos tremendas razones. Habría que estar justo en mi piel para saber lo que pasa por la mente de un profesor de aspirantes a periodistas, y no conozco a nadie más en tan singular oficio. Sería precisamente Joel quien mejor conoce a este profesor de los sábados.

Además, el propósito no es hablar sobre mí. Intento promover este afán de enseñar, este empeño de ofrecer oportunidades sin otro pago que el regocijo de hacer el bien. Pretendo despertarlo en alguno de mis cientos de alumnos: que sea mi relevo, o comience de inmediato, y lograremos que muchísimos más jóvenes cumplan su sueño.

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