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De Raúl a Díaz-Canel, una Revolución viva

Tras calificar el 8vo. Congreso del Partido como histórico, el Primer Secretario de la organización y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, declaró a los líderes históricos, «con dignidad y orgullo», que se puede decir mucho más: la Revolución no termina con ellos porque lograron formar nuevas generaciones, «igualmente comprometidas con los ideales de justicia social que tanta sangre han costado de los mejores hijos de la nación cubana»

Autores:

Alina Perera Robbio
René Tamayo León
Enrique Milanés León
Norland Rosendo

El recién electo Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, expresó a la Generación del Centenario del Apóstol, guiada por Raúl y Fidel a lo largo de seis intensas décadas, que la Revolución socialista que hicieron a solo 90 millas del poderoso imperio está viva, actuante y firme, en medio del temporal que estremece a un mundo más desigual e injusto después del derrumbe del sistema socialista mundial.

Tras calificar el 8vo. Congreso del Partido como histórico, el también Presidente de la República declaró a los líderes históricos, «con dignidad y orgullo», que se puede decir mucho más: la Revolución no termina con ellos porque lograron formar nuevas generaciones, «igualmente comprometidas con los ideales de justicia social que tanta sangre han costado de los mejores hijos de la nación cubana».

En un discurso abarcador, profundo y hasta poético, Díaz-Canel aclaró que «lo que recibimos hoy no son cargos ni tareas, no es solo la conducción de un país; lo que tenemos delante, desafiándonos continuamente, es una obra heroica descomunal: es el osado alzamiento de Céspedes, es la vergüenza imbatible de Agramonte, es la firme intransigencia de Maceo, es la astucia impresionante de Gómez, es el empuje libertario de los cimarrones, es la pasión de los poetas de la guerra, es la fiereza de Mariana en la manigua y es la luz inspiradora de Martí».

«Es –continuó- la fundadora juventud de Mella, los versos tremendos de Villena, el antimperialismo radical de Guiteras, la entrega absoluta de la Generación del Centenario; Haydée y Melba tras los barrotes, Vilma desafiando a los represores, Celia organizando la comandancia de la Sierra, las madres cubanas enfrentando la dictadura que asesinó a sus hijos; es el pelotón femenino de la Sierra, la fidelidad sin límites de Camilo, el legado universal del Che; es el liderazgo profundo y creador de Fidel y la continuidad sostenida por Raúl».

El nuevo Primer Secretario del Comité Central del Partido continuó explicando, a los delegados y al pueblo, la profunda naturaleza de los motivos de la continuidad: «Es la gran rebelión, la clandestinidad, los frentes guerrilleros, la contraofensiva estratégica, la invasión a Occidente, las batallas decisivas, la entrada triunfal a La Habana, la reforma agraria, la alfabetización, la lucha contra bandidos, las milicias, la victoria de Girón, la Crisis de Octubre, la colaboración internacionalista en Asia, en África y en América Latina, la guerrilla del Che; es hasta la sangre por Vietnam, por Angola, por Etiopía, por Nicaragua, las brigadas médicas, Elián González, Los Cinco, la ELAM, la Operación Milagro, el ALBA, el Contingente Henry Reeve, la ciencia, la medicina, la cultura, el deporte de alto rendimiento, las universidades y la solidaridad humana en nuestra tierra».

En el cierre de un Congreso trascendental, Díaz-Canel argumentó las esencias de la unidad nacional: «Lo que nos une es tanto que la lista estará siempre incompleta, pero puede dar idea del gran monumento que el pueblo cubano ha levantado en más de 150 años de lucha. Esa historia se puede resumir en dos palabras: pueblo y unidad, que es decir Partido, porque el Partido Comunista de Cuba, que nunca ha sido un partido electoral, no nació de la ruptura; nació de la unidad de todas las fuerzas políticas con ideales profundamente humanistas que se habían fogueado en la lucha por cambiar un país desigual e injusto, dependiente de una potencia extranjera y bajo el yugo de una tiranía militar sangrienta».

«Hoy decimos Somos Cuba, Cuba Viva, y suena sencillo y fácil –señaló-, pero qué difícil ha sido alcanzar y mantener la soberanía y la independencia en medio del cerco más feroz. La generación histórica, consciente de su rol en esa creación heroica que es cada día de la Revolución Cubana frente a la multidimensional guerra permanente que le hace su más cercano vecino, trabajó siempre en la formación de las nuevas generaciones y ha facilitado el paulatino traspaso de las principales responsabilidades de dirección».

A seguidas el Presidente cubano comenzó un emocionado retrato de Raúl, a quien llamó «el principal abanderado del proceso de la continuidad».

Fotos: Ariel Ley Royero/ACN

Repasando los días de 2018 en que asumió la presidencia de los Consejos de Estado y de Ministros, Díaz-Canel evocó –contando parte de su discurso de entonces- el perenne acompañamiento de Raúl: «El compañero Raúl, quien ha preparado, conducido y liderado ese proceso de continuidad generacional con tenacidad, sin apego a cargos ni responsabilidades, con elevado sentido del deber y del momento histórico, con serenidad, madurez, confianza, firmeza revolucionaria con altruismo y modestia por mérito propio, con legitimidad, y porque Cuba lo necesita, será consultado sobre las decisiones estratégicas de mayor peso para el destino de la nación».

Raúl estará siempre presente –prosiguió su continuador-, bien al tanto de todo, combatiendo con energía, aportando ideas y propósitos para la causa revolucionaria a través de sus consejos, su orientación y su alerta ante cualquier error o deficiencia. Él confrontará al imperialismo como el primero, con su fusil en la vanguardia del combate. El General de Ejército continuará presente porque es un referente para cualquier comunista y revolucionario en la búsqueda del perfeccionamiento de nuestra sociedad. Raúl, como cariñosamente lo llama nuestro pueblo, es el mejor discípulo de Fidel, pero también ha aportado innumerables valores a la ética revolucionaria, a la labor partidista y al perfeccionamiento del Gobierno.

Así habló, de su guía, el continuador: La obra emprendida bajo el liderazgo de Raúl al frente del país en la última década es colosal. Su legado de resistencia ante las amenazas y agresiones y en la búsqueda del perfeccionamiento de nuestra sociedad es paradigmático. Asumió la dirección del país en una difícil coyuntura económica y social. Forjando consenso ha encabezado, impulsado y estimulado profundos y necesarios cambios estructurales y conceptuales como parte del proceso de perfeccionamiento y actualización del modelo económico y social cubano.

Miguel Díaz-Canel recordó que Raúl fue capaz de lograr la renegociación de una enorme deuda y defendió con honestidad y respeto la palabra empeñada y el principio de que la nación honraría sus compromisos con los acreedores, lo cual fortaleció la confianza hacia Cuba.

De igual modo, refirió cómo el General de Ejército condujo con sabiduría el debate que culminó en una trascendental actualización de la ley migratoria, impulsó transformaciones en el sector agropecuario, promovió sin prejuicios la ampliación de las formas de gestión del sector no estatal de la economía, la aprobación de una nueva ley de inversión extranjera, la creación de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, la eliminación de trabas para el fortalecimiento de la empresa estatal cubana, las inversiones en el sector turístico, el programa de informatización de la sociedad y el mantenimiento y perfeccionamiento, hasta donde ha sido posible, de nuestras conquistas sociales.

Además –continuó el primer secretario del Comité Central- Raúl logró la liberación de nuestros Cinco Héroes, cumpliéndose así la promesa de Fidel de que volverían y signó, con su estilo, una amplia y dinámica actividad en las relaciones exteriores del país. «Con firmeza, dignidad y temple dirigió el proceso de conversaciones y negociación que concluyeron con la firma del restablecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos», remarcó.

En su sesión de cierre, ante los delegados y el pueblo, fueron reconocidos también los aportes internacionales de Raúl, dadas sus indudables cualidades como estadista y como defensor de la integridad de la integración latinoamericana, que distinguieron de manera especial el período de Cuba en la presidencia pro témpore de la Celac. «Su legado más importante –dijo Díaz-Canel- fue la defensa de la unidad dentro de la diversidad. Condujo a la declaración de la región como Zona de Paz y contribuyó de manera decisiva a las conversaciones para la paz en Colombia».

Ese aporte precisó de valentía: «Raúl ha defendido como nadie –afirmó Díaz-Canel- los derechos de los países caribeños y, en particular, los de Haití en los foros internacionales. Con profundo orgullo, los cubanos escuchamos su voz emocionada y su discurso preciso en la Cumbre de las Américas en Panamá, donde recordó la verdadera historia de Nuestra América».

En el segmento más emocionado del reconocimiento, el primer secretario del Comité Central reconoció que Raúl condujo esas realizaciones mientras enfrentaba la enfermedad y la muerte de su amada compañera de vida y de luchas: «nuestra extraordinaria Vilma, con quien compartió la pasión por la Revolución y fundó una hermosa familia. También sufrió, en ese periodo, la enfermedad y el fallecimiento de su principal referente en la vida revolucionaria, además de su jefe y hermano: el compañero Fidel, a quien ha sido leal hasta las últimas consecuencias».

El presidente cubano siguió el sensible relato: Raúl antepuso, al dolor humano, el valor revolucionario y el sentido del deber: «besó la urna que guarda las cenizas de Vilma y saludó militarmente la piedra con el nombre de Fidel y dirigió el país sin descanso, con acierto, con ímpetu, con devoción». De ahí su conclusión: «sus aportes a la Revolución son trascendentes».

Es el camino de la Revolución: como el continuador que este lunes habló de él, Raúl Castro empezó temprano: «…debutó en la política como el abanderado de un grupo de jóvenes universitarios que en abril de 1952 enterraron simbólicamente la Constitución de 1940 humillada por el golpe de Estado del 10 de marzo», refirió Díaz-Canel.

Fue solo el comienzo de una vida en Revolución: «…en enero de 1953 –dijo Díaz-Canel-, es uno de los fundadores de la marcha de las antorchas y en marzo del mismo año acude a la Conferencia Internacional sobre los Derechos de la Juventud y a la Declaración del 4to. Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. A su regreso, se convierte en uno de los asaltantes al Moncada, donde se hizo jefe en el combate. Luego, cumplió prisión en Isla de Pinos, participó en la preparación de la lucha contra la tiranía de Batista, durante el exilio en México; desembarcó en el Granma, se reencontró con Fidel en Cinco Palmas, emprendió la contienda en la Sierra Maestra; por méritos y valor fue ascendido a Comandante y, de ejemplar manera, fundó el Segundo Frente Oriental Frank País».

En sus palabras de clausura del 8vo. Congreso, el recién electo Primer Secretario del Partido reconoció que Raúl es, también, el dirigente político que ha promovido el debate para el perfeccionamiento de la labor partidista, exigiendo siempre un fuerte vínculo con el pueblo, con el oído pegado a la tierra. «A él debemos –precisó- frases y decisiones determinantes en momentos cruciales para el país, como aquella advertencia de que los frijoles son tan importantes como los cañones». Al respecto, recordó que, con la expresión de que Sí se puede, Raúl «levantó los ánimos nacionales en el momento más oscuro del período especial».

Díaz-Canel relató otros aportes del mejor discípulo de Fidel: el jefe militar del Segundo Frente Oriental, que en plena guerra de liberación desarrolló experiencias organizativas y de gobierno en bien de la población que después, al triunfo revolucionario, serían multiplicadas en todo el país, dirigió durante casi medio siglo el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cuyo aporte a la independencia de Angola, de Namibia y al fin del apartheid fue decisivo.

Al mismo tiempo –dijo-, propició que se alcanzaran resultados relevantes en la preparación del país para la defensa y en el desarrollo de la concepción estratégica de la Guerra de todo el pueblo. Bajo su mando, las Fuerzas Armadas Revolucionarias se convirtieron en el más disciplinado y eficiente órgano de la administración del Estado, se desarrollaron experiencias que posteriormente sirvieron al país, como el perfeccionamiento empresarial, con valiosos conceptos de la administración, la sostenibilidad, la eficiencia y el control, del cual nació el sistema empresarial de las FAR, que ha alcanzado notables resultados que tributan a la economía del país.

El Presidente cubano recordó al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, «quien puso en el pecho del General de Ejército las condecoraciones más altas y dedicó a su labor como dirigente las palabras exactas durante la clausura del V Congreso del Partido (Comunista)».

En alusión a la valoración de Fidel sobre «su hermano de sangre y de ideas», Díaz-Canel Bermúdez recordó la expresión que Fidel dejara para la historia: «la vida nos ha deparado muchas satisfacciones y muchas emociones, mucha suerte, y digo realmente que ha sido una suerte para nuestro Partido, nuestra Revolución, y para mí, que hayamos podido disponer de un compañero como Raúl, de cuyos méritos no tengo que hablar, de cuya experiencia, capacidad y aportes a la Revolución no es necesario hablar. Es conocido por su actividad infatigable, su trabajo constante y metódico en las fuerzas armadas, en el Partido. Es una suerte que tengamos eso».

«Esa suerte descrita por Fidel se llama Raúl Modesto Castro Ruz», dijo Díaz-Canel Bermúdez, con lo cual motivó los aplausos en la sesión plenaria.

Cuba seguirá defendiendo su soberanía y las ideas justas

Sobre la magna cita partidista, el Jefe de Estado afirmó que el encuentro ha sido un amplio y crítico debate, donde se ha defendido la visión integral de continuidad, donde se han aportado ideas, conceptos y directrices que trazan la línea para avanzar. «Pero es imprescindible, enfatizó el mandatario, enfrentar ese desafío con el mayor conocimiento posible, en el complejo contexto nacional e internacional, conscientes de que el mundo cambió de modo dramático y hay demasiadas puertas cerradas para las naciones de menos recursos, y muchas más para quienes nos empeñamos en ser soberanos».

El Presidente habló, además, de la alta concentración, diversidad y complejidad de los medios de comunicación actuales, de las herramientas tecnológicas que sustentan las redes digitales, y de los recursos empleados en las generaciones de los contenidos, lo que permite a algunos poderosos, fundamentalmente desde los países altamente desarrollados, convertir en patrones universales ideas, gustos, emociones y corrientes ideológicas muchas veces completamente ajenas a nuestras concepciones.

Alertó entonces que «para estos hechiceros de la comunicación» la verdad no solo es negociable sino también prescindible: «A través de la diseminación de matrices mentirosas, manipulaciones e infamias de todo tipo —denunció el dignatario sobre el proceder de quienes se creen los dueños del mundo—, contribuyen a promover la inestabilidad política en el intento de derrocar gobiernos, allí donde no se ha logrado quebrar la voluntad de una nación libre e independiente».

Ningún pueblo está a salvo de la mentira y de la calumnia en la Era de la post verdad, dijo Díaz-Canel Bermúdez; quien afirmó que justamente la mentira «es una realidad que Cuba enfrenta todos los días mientras persiste en su voluntad de construir una sociedad más justa, soberana y socialista, en paz con el resto del mundo».

«En el Informe Central —prosiguió— se expusieron con franqueza varios de los desafíos específicos que enfrenta nuestro país, en particular los asociados a los intentos de dominación y hegemonía del imperialismo estadounidense, y el brutal bloqueo, cuyo impacto extraterritorial golpea en casi todos los frentes, y en los últimos cuatro años escaló a niveles cualitativamente más agresivos».

Nadie con un mínimo de honestidad —subrayó— y con datos económicos que son de dominio público, puede desconocer que ese cerco constituye el principal obstáculo para el desarrollo de nuestro país y para avanzar en la búsqueda de la prosperidad y el bienestar.

«Al ratificar esta verdad no se intenta ocultar las insuficiencias de nuestra propia realidad, sobre lo que hemos abundado bastante. Se trata de responder a los que con cinismo difunden la idea de que el bloqueo no existe».

Díaz-Canel Bermúdez aseveró que el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos a Cuba, por más de 60 años, arreciado oportunista y vilmente en los períodos de mayor crisis de las últimas tres décadas, para que el hambre y la miseria provoquen un estallido social que socaven la legitimitad de la Revolución, es la más larga afrenta sostenida en el tiempo contra los derechos humanos de un pueblo, y constituye por sus efectos un crimen de lesa humanidad.

Esta transgresión histórica, afirmó el Presidente cubano, permanecerá indeleble en la conciencia y el corazón de las cubanas y cubanos que hemos sentido en carne propia el enseñamiento desproporcionado de un enemigo muchas veces superior, que no acepta la construcción en sus narices de una alternativa de sociedad más justa y equitativa, fundada en principios sólidos y en ideales de justicia y solidaridad humana, como la independencia y la soberanía como brújula y sostén de nuestra sociedad.

«Que nadie, afirmó, ose quitarle al bloqueo ni un adarme de culpa de nuestros principales problemas». Hacerlo, enfatizó, sería negar los inmerecidos poderes del imperio, su dominio casi absoluto de los mercados globales, y la determinante influencia en la política de otros gobiernos, algunos de los cuales, creyendo ser socios, actúan como secuaces.

«Hay que decirlo una y otra vez, sin temor a repetirlo: primero deben cansarse ellos de tan largo como inútil crimen. Nuestro reclamo a que se ponga fin es y será, sin tregua, una lucha incesante mientras permanezca vigente esa política despiadada y genocida». Y seguidamente compartió esta certeza: «Sabemos que contamos con el apoyo de la comunidad internacional, ratificado en innumerables ocasiones, y de gran parte de los cubanos en el exterior».

Díaz-Canel denunció que hasta el día de hoy permanecen en vigor las 242 medidas de agresión impulsadas por el gobierno de Donald Trump, a las que su suman las acciones resultantes de la reinclusión en la espuria y arbitraria lista del Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre países que supuestamente patrocinan el terrorismo.

«Ningún funcionario estadounidense, y ningún político de ese u otro país puede afirmar, sin faltar a la verdad, que Cuba patrocina el terrorismo», denunció el mandatario, quien no pasó por alto que «continúan las campañas de subversión e intoxicación ideológica promovida por agencias y entidades de los Estados Unidos, dirigidas a desprestigiar a Cuba, a calumniar la Revolución, a tratar de confundir al pueblo, a fomentar el desánimo, la desidia, la inconformidad, exacerbando las contradicciones internas».

Se dice que Cuba —reflexionó Díaz-Canel Bermúdez— no es una prioridad para los Estados Unidos, y como nación soberana no tendría por qué serlo. Valdría la pena cuestionarse, dijo, por qué existen entonces legislaciones específicas como la Ley Torricelli o la Ley Helms Burton, por solo mencionar dos ejemplos, cuyos propósitos son agredir y tratar de controlar el destino de Cuba desde la coacción a terceros que establezcan o pretendan establecer vínculos comerciales o de cooperación.

¿Por qué los Estados Unidos, preguntó el dignatario, dedican cientos de millones de dólares a tratar de subvertir el orden constitucional cubano? ¿Por qué emplean tanto tiempo y recursos en tratar de socavar la conciencia nacional ante las cubanas y los cubanos? ¿Qué justifica una guerra económica cruel e incesante durante más de 60 años? ¿Por qué pagan el precio del aislamiento internacional evidenciado en las Naciones Unidas y otros foros internacionales, al mantener una política moral y legalmente inaceptable?

«Nuestra aspiración es a vivir en paz y relacionarnos con nuestro vecino del norte como hacemos con el resto de la comunidad internacional, sobre bases de igualdad y respeto mutuos, sin injerencias de ninguna índole. Esa es la posición del Partido y del Estado, es la voluntad de nuestro pueblo».

Resulta llamativo, apuntó el mandatario, que el gobierno de Estados Unidos declare como prioridad de su política exterior la lucha ante el cambio climático, el enfrentamiento a las amenazas de salud como la pandemia de la COVID-19, o la promoción de los derechos humanos. Es algo, subrayó, que contrasta con la conducta real de ese país y su trayectoria histórica. El Presidente expresó que, paradójicamente, esas prioridades son áreas para posibilidades de colaboración bilateral, si verdaderamente se buscan soluciones a problemas tan complejos, con honestidad, y con ánimos de alcanzar resultados.

«En estos tiempos de incertidumbre mundial, de enorme desafío medioambiental, bajo el embate de una pandemia que ha reconfigurado el comportamiento del mundo, y que agudiza la crisis global que se nos venía encima, la labor partidista estará centrada en la defensa de la Revolución», definió el mandatario.

«El Partido, destacó, conduce la política exterior de la Revolución cubana que descansa en la noción de que un mundo mejor es posible y que para luchar por él se requiere del concurso de muchos y de la movilización de los pueblos, y esa ha sido una guía constante de nuestro desempeño internacional y la continuamos en este Congreso».

«Expresamos la voluntad de desarrollar relaciones de amistad y de cooperación con cualquier país del mundo. Nos satisface practicar la solidaridad internacionalista aun en países cuya ideología gubernamental no compartimos. Ratificamos la determinación de exponer las verdades con claridad, por mucho que molesten a algunos; de defender principios, de acompañar las causas justas».

Cuba, afirmó el Jefe de Estado, seguirá enfrentándose al atropello como lo ha hecho contra el colonialismo, el fascismo, y el Apartheid. Y al mismo tiempo, patentizó Díaz-Canel, la nación no renunciará a la plena independencia de Nuestra América, al empeño de ayudar a lograr una región económica y socialmente integrada, capaz de defender el compromiso de América Latina y el Caribe como zona de paz. «Es la política exterior descrita en el Informe Central del Congreso, y que ratificamos hoy».

La victoria es el aprendizaje

Al abordar la actualidad económica del país, el nuevo Primer Secretario del Partido argumentó que «ha sido muy difícil resistir y enfrentar la actual situación que ralentiza nuestros pasos hacia la prosperidad deseada»; sin embargo, no se ha dejado «de atender las demandas y necesidades del pueblo, argumentando cada decisión, convocando y emprendiendo procesos con acciones y medidas complejas».

Reconoció así mismo que no siempre se ha logrado compresión y éxito. «Lo digo sin quejas, en una revolución auténtica la victoria es el aprendizaje», analizó y refirió el desafío hoy de «innovar constantemente, cambiando todo lo que tenga que ser cambiando, sin renunciar a nuestros más firmes principios, pero libres de ataduras rígidas y conscientes de los posibles equívocos».

Refiriéndose a la experiencia económica de China y Vietnam, retomando palabras del General de Ejército Raúl Castro Ruz en el Informe al 8vo Congreso, Díaz-Canel ejemplificó que ambos procesos confirman las elevadas potencialidades de la planificación socialista, sin embargo, ambas naciones, en su camino hacia el desarrollo y el incremento del nivel de vida de sus poblaciones, sufrieron más de un tropiezo.

En el Partido, nuestras esencias

Argumentando sobre la labor del Partido, señaló que en las circunstancias actuales su trabajo ha sido y seguirá siendo fundamental. «No es posible imaginar este momento sin la labor de la vanguardia política —sentenció—, pero nuestra organización está urgida de cambios en sus estilos de trabajo, más acordes con esta época y sus desafíos».

«El Partido Comunista de Cuba continuará en el reconocimiento y defensa de nuestras esencias, la independencia, la soberanía, la democracia socialista, la paz, la eficiencia económica, la seguridad y las conquistas de justicia social», sumado —agregó— a la lucha por una prosperidad que abarque desde la alimentación hasta la recreación, que incluya el desarrollo científico, una riqueza espiritual superior».

Díaz-Canel defendió a propósito el camino al socialismo, porque es —conceptuó— «la respuesta a la necesidad de un mundo más justo, equitativo, equilibrado e inclusivo; es la posibilidad real de diseñar con inteligencia y sensibilidad un espacio donde caben todos, y no solo los que tienen los recursos». El socialismo —abundó— «apunta como ningún otro sistema a concretar el afán martiano de conquista toda la justicia».

El Primer Secretario explicó, empero, «que la fuerza principal para lograr todos estos propósitos es la unidad, todo lo que nos une, los sueños, las preocupaciones, pero también las angustias ante peligros comunes. Y defenderemos esa unidad, sin discriminar, sin dar espacio a prejuicios, dogmas o encasillamientos que dividen injustamente a las personas».

Indicó a seguidas que «un elemento indispensable para sostener esa unidad que se forja desde el Partido, es la ejemplaridad de la militancia, lo que exige de cada militante una actitud pública que, desde la capacidad, la entrega, los resultados, despiertan admiración y respeto en un pueblo con aguda percepción, capaz de reconocer a distancia el falso compromiso y la doble moral».

La continuidad generacional también fue definida por el también Presidente de la República como otro parte fundamental de esa unidad. «Es preciso —argumentó— hablar y compartir realizaciones con nuestros jóvenes, como las más importantes personas que son, y distinguirlos como gestores de las transformaciones en marcha; que en ellos está la fuerza, la disposición y decisión, la sinceridad para cualquier emprendimiento o aporte revolucionario que la situación demande; en el clímax de la pandemia lo han demostrado con arrojo y responsabilidad».

Ahondando sobre el trabajo del Partido en el presente, señaló que le corresponde «consolidar la autoridad ganada por los méritos de la generación histórica y que se ampare el liderazgo en la autoridad moral de nuestra organización».

Para lograr esos objetivos —añadió— «resulta indispensable fortalecer las dinámicas de funcionamiento del Partido y la proactividad de su militancia ante los problemas más acuciantes que afronte la sociedad, bajo la premisa de que por el carácter de partido único, el nuestro tendrá siempre el desafío de ser cada vez más democrático, más atractivo, más cercano al pueblo en su conjunto, y no solo en su entorno inmediato».

El Primer Secretario de la organización de los comunistas cubanos se pronunció por fortalecer la vida interna del Partido para tener más vida externa; «es decir, para funcionar realmente como una vanguardia con liderazgo capaz de proyectarse en su ámbito con auténticas preocupaciones por el funcionamiento de la sociedad y con poder de convocatoria y movilización que derrote cualquier plan de los enemigos de la nación».

Tras desarrollar un grupo de orientaciones sobre el trabajo al interior de la organización, el dirigente partidista señaló, «lo más revolucionario dentro de la Revolución, es y debe ser siempre el Partido».

En un análisis de la militancia del Partido, de los diferentes sectores que lo constituyen, sentenció que la «unidad tiene que prevalecer sin olvidar jamás que hay que “ver el bosque y también los árboles”, el colectivo y las individualidades no son los mismos aunque a lo lejos se perciban así».

Llamó también a la militancia a sacudirse la rutina, la que —dijo— «ha minado mucho de nuestros procesos, y hoy apremia sacudirse las inercias para promover la discusión honesta y aportadora sobre temas de prioridad».

En un prolijo análisis sobre la ejemplaridad de la militancia y la vida del Partido, Díaz-Canel incorporó al análisis los pilares que también deben regir el actuar del Estado y el Gobierno cubano, como la informatización de todos los procesos al interior de la organización, el apoyo de la ciencia y la innovación para solucionar los temas complejos, así como el desarrollo creativo de la comunicación social.

El marxismo nos enseña —dijo— que la ciencia y la tecnología son parte indisoluble de los procesos sociales, y que en la relación ciencia-tecnología-sociedad están las claves del desarrollo perspectivo y prospectivo de cualquier proyecto. Este es el camino, añadió, «para construir una economía socialista basada en el conocimiento, una sociedad cada vez más cimentada en el conocimiento, un horizonte promisorio para las nuevas generaciones».

Entre otros temas vitales para el presente y futuro de la nación, el desarrollo económico-social, y la democracia socialista, Díaz-Canel llamó a estimular la participación popular, «creando espacios y procedimientos para atender, evaluar y aplicar las demandas y propuestas para que se hagan efectivas».

Los comunistas van al frente

El Primer Secretario presentó en su intervención —sin dudas una guía de acción de la militancia y el pueblo todo para el presente y los próximos años—, un detallado análisis de la guerra que en el campo de las ideas promueve el enemigo con el financiamiento de mercenarios y grupúsculos en el interior del país, y que actúan bajo un supuesto manto del arte.

«Ni en el peor de los escenarios, un militante puede ser pasivo espectador de una provocación o dejar que una compañera o compañero de fila se enfrente en solitario a los provocadores. A la revolución la defienden los revolucionarios, y entre los revolucionarios, los comunistas vamos al frente», enfatizó.

Díaz-Canel señaló que «hay que sentir orgullo por integrar las filas del Partido y entender la militancia como un acto de consagración a los ideales que la organización defiende, con pasión, con alegría y con responsabilidad».

Es hora —dijo— de comprender y emplear todos los recursos de la comunicación social, particularmente el trabajo en redes para tratar temas que estremecen a la sociedad, para intercambiar y dar respuesta oportuna a los reclamos ciudadanos, para favorecer la participación, la transparencia y la rendición de cuentas, para mostrar los ánimos que envuelven al país.

«Debemos aprovechar todos los espacios de comunicación para dar nuestra batalla como revolucionarios, haciendo sentir el peso de la historia, las razones y convicciones patrióticas, las claves del liderazgo colectivo. Tenemos el desafío de contar con voz propia todo lo bueno que se ha hecho, así como lo que puede y debe seguir haciéndose, mostrando nuestras luces y compromisos».

La economía: batalla crucial

Como crucial, sin la cual todas las demás no pueden desarrollarse, calificó Díaz-Canel la batalla económica. Hizo así un repaso sintético de la economía cubana en el quinquenio que cierra (2016-2020), el cual, aseveró, no exhibe buenos resultados económicos, en lo que influyeron ineficiencias e ineficacias del sistema empresarial y presupuestado, ambos limitados, además, por problemas estructurales que han empezado a resolverse.

Sin embargo, pese a las dificultades de diversa índole que ha tenido que enfrentar, la economía cubana —señaló— ha mostrado capacidad de resistencia, posibilitando preservar las conquistas sociales sin renunciar a los objetivos de desarrollo previstos, así como al apoyo y solidaridad a diversos pueblos.

«Cuba ha dado una lección magnífica de cómo la voluntad política, la vocación humanista de la Revolución, la gestión del gobierno, las políticas públicas que ponen como centro al ser humano, los diálogos entre los principales decisores y científicos, y la participación del pueblo, pueden, con relativo éxito, enfrentar un problema complejo como el de la pandemia».

Un pequeño país sin recursos, asediado cruelmente, bloqueado, ha presentado indicadores que presentan un mejor comportamiento que muchos países del mundo y de la región. Y esta obra es sostenida por esa economía que criticamos para perfeccionarla y hacerla más eficiente, reflexionó.

El Primer Secretario expuso que el Partido ratifica que no nos conformaremos con mantener las condiciones económicas para la sobrevivencia.

«Aspiramos —aclaró— a resistir creativamente, sin renunciar a nuestros proyectos de desarrollo; perfeccionando, actualizando sus conceptos, modernizando las formas de hacer, con nuestros propios esfuerzos, reconociendo que el camino está en nosotros mismos, Isla adentro, con la menor dependencia externa posible».

Díaz-Canel planteó entre las tareas por venir, la dinamización de la actualización del modelo económico y social, la implementación de la Estrategia Económica y Social y el Plan de Desarrollo Económico Social hasta 2030, combinando flexiblemente la necesaria planificación, la descentralización y la autonomía indispensable para el desarrollo territorial, con la participación de todos los actores económicos, con la empresa estatal socialista como el principal.

El dirigente partidista también hizo un análisis exhaustivo de la implantación de la Tarea Ordenamiento desde el 1ro de enero de este año, y de otros procesos que hoy marcan el día a día de nuestra economía, confiado en el éxito que tendrá en este campo la Revolución cubana.

Entrega revolucionaria

En nombre de los miembros del Buró Político del Partido, del Secretariado y del Comité Central del Partido elegidos en el 8vo Congreso, Díaz-Canel enfatizó que asumen el extraordinario compromiso de dar continuidad a la Revolución cubana.

Hizo también un sentido reconocimiento a las mujeres y hombres que después de años (vidas) de trabajo y entrega al trabajo del Partido, se retiran del Comité Central. «Todos llevan consigo el mejor de los reconocimientos», les dijo.

Dedicó así emotivas palabras a los Comandantes de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez y Guillermo García Frías y al Comandante del Ejército Rebelde José Ramón Machado Ventura.

En cuanto al General de Ejército, Raúl Castro Ruz, «el Congreso de la Continuidad —señaló Díaz-Canel— quiere dejar constancia de nuestra enorme deuda con un hombre que jamás podrá separarse del Partido, del que es fundador, que el reconocimiento a su inmenso aporte a la Revolución no es solo deber de compañeros, es un modo de mostrarnos a nosotros mismos cuáles son las principales cualidades de un líder, de un auténtico revolucionario, inconforme siempre con la obra que dirige, y atento a los latidos sociales, sensible a cuánto sirve o perjudica al pueblo, intransigente y firme cuando se trata de enfrentar al adversario y de defender la obra; sincero y afectuoso cuando estimula, reconoce, premia e incluso cuando sanciona a un compañero de batallas.

«La continuidad se afirma en el ejemplo y en las enseñanzas de los auténticos líderes que nos han precedido», afirmó el nuevo Primer Secretario dirigiéndose a Raúl a quien dijo:

«Compañero General de Ejército, Ministro, o sencillamente Raúl, como se le llama popularmente, en nombre de mis compañeras y de mis compañeros, y del pueblo cubano: ¡Gracias por el ejemplo, el empuje, la fuerza y la confianza!; ¡gracias por estar y ayudarnos a creer en nosotros mismos!

«¡Fue importante, muy importante, su apoyo y aliento durante estos años y formación que nos permiten asumir hoy responsabilidades en las que Usted y Fidel, hicieron historia, el desafío es tremendo, pero queda la tranquilidad de que la escuela está cerca; que ustedes están a nuestro lado!».

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