Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un grito que se escucha todavía

El 5 de diciembre de 1956, apenas tres días después del trabajoso desembarco del yate Granma, mientras acampaban confiados y físicamente rotos, los 82 expedicionarios recibieron su bautismo de fuego

Autor:

Osviel Castro Medel

Un disparo sonó como un latigazo en medio de la tarde y de inmediato una balacera en modo de ventisca. Era el anuncio de que los 82 hombres habían sido emboscados y sorprendidos en aquel monte ralo, que bien podía llamarse Tristeza de Pío.

No solo era un sitio desolado y mustio, también estaba atado a dueños que, como muchas porciones de la ruralidad cubana, nada tenían que ver con campesinos.

Lo cierto es que el 5 de diciembre de 1956, apenas tres días después del trabajoso desembarco del yate Granma, mientras acampaban confiados y físicamente rotos, los 82 expedicionarios recibieron su bautismo de fuego.

Ese aguacero de metralla y humo en Alegría de Pío, que provocó el desconcierto y la fragmentación de los combatientes en ¡28 grupos!, marcaba también la primera derrota del naciente Ejército Rebelde y sus primeros mártires: Humberto Lamothe Coronado, Israel Cabrera Rodríguez y Oscar Rodríguez Delgado.

En los días posteriores 18 jóvenes fueron asesinados, 22 terminaron apresados y otros tomaron un rumbo distinto a las montañas; de manera que solo un pequeño grupo, con Fidel al frente, lograba reunirse en la Sierra Maestra.

Sin embargo, pese al fracaso, en ese sitio del actual municipio granmense de Niquero quedó sembrado un grito que parece escucharse todavía. Cuando la soldadesca, sabiéndose en ventaja posicional y acaso emocional, conminó a los expedicionarios a rendirse, emergió una voz-trueno, en medio de las balas: «¡Aquí no se rinde nadie, c...! ». El Che la definiría como una «palabrota».

Juan Almeida Bosque, quien por años se calló haber sido el protagonista de la respuesta, dijo tiempo después que si algún día las futuras generaciones piensan en esa contestación contundente, «que cada cual se lo imagine como lo quise expresar».

Ese grito, con C mayúscula, símbolo de coraje, es el mismo con el que Céspedes respondió tras el fracaso del ataque a Yara, Maceo decidió continuar la guerra luego del Zanjón, Fidel reinició la lucha en Cinco Palmas. Con ese mismo grito escribimos Cuba, camino y corazón. Y decidimos ahora y siempre, pese a otras balaceras, no rendirnos.

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