Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La mano amiga

Un proyecto en el Museo de Artes Decorativas de Ciego de Ávila ayuda a la recuperación de personas afectadas por la COVID-19 mediante la práctica del yoga

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— Cuando Raúl Díaz Coto descendió del ómnibus aquella mañana de agosto, en medio del rebrote de la COVID-19 en Ciego de Ávila, por unos minutos permaneció con el maletín en la mano y sin saber qué hacer. Los vecinos lo miraban con pavor y algunas mujeres se taparon la boca antes de empezar a llorar.

Al principio no comprendió nada. «¿Tan mal estoy?», se preguntó. Acababan de darle el alta del hospital de campaña, y entre las inyecciones contra la alergia y el coronavirus su cuerpo había recibido 45 pinchazos: 14 de rosephin y 31 de interferón.

«Pero lo peor estaba por venir», confiesa cuatro meses después, sentado en la sala de su casa al lado de su esposa, Margarita Hernández Rivas, quien también sufrió la enfermedad. Cuenta que al mirarse en el espejo encontró otra persona. A diferencia del hombre corpulento de seis pies de estatura, ahora veía a un ser encorvado y que había perdido 60 libras en una semana.

«Estiraba el brazo y veía una masa de pellejo colgando —recuerda—. Apenas podía respirar. Andaba unos metros y debía sentarme. No sentía motivación por nada. No quería hablar, no me impulsaba trabajar —es chofer de la Organización Básica Eléctrica—, no podía levantarme de la cama».

El resultado de la crisis fue una depresión muy grande. Sentía una ansiedad tremenda, similar a la vivida en abril, cuando se bloqueó por el encierro ante la enfermedad. Al igual que en aquel momento, cerraba los ojos y veía un pared inmensa y oscura. «Me sentía muy mal —confesó—. Quería salir de ese hueco, pero no sabía cómo».

La solución llegó de una mano amiga y de una práctica milenaria, tan sutil que parecía inofensiva: el yoga.

Abrazar un árbol: abrazar la vida

«Yo practicaba yoga antes de la COVID-19. Sufrí la pérdida de familiares muy cercanos, me sentí muy mal y al principio me acerqué a unos profesores de La Habana que impartieron unas clases en Cayo Coco», explica su esposa, especialista en razas puras en la Dirección de Servicios Técnicos de la Delegación Provincial del Ministerio de la Agricultura.

Luego los profesores se fueron y ella se acercó a Salud’Arte, un proyecto surgido en el verano
de 2019 en el que se enseña el estilo Hatha Yoga con un enfoque rehabilitador para la salud, en coordinación con el Museo de Artes Decorativas de Ciego de Ávila y bajo la asesoría de la Clínica de Medicina Natural y Tradicional (MNT) del Hospital Provincial Antonio Luaces Iraola, entre otras especialidades. Allí Margarita encontró la mano amiga.

«Ellos se nos acercaron, sobre todo por los problemas que tenía Raúl después de salir del hospital», cuenta Rafael Pinares González, líder del proyecto. «A él específicamente le pregunté: “¿Tú quieres salvarte?”. Respondió: “Sí”. “¿Seguro?” “¡Sí!”, me insistió. “Está bien… —le dije— Ya diste el primer paso. Vamos a trabajar”».

Recuerda Raúl: «Lo primero que me enseñó fue a respirar. Todos respiramos mal, con el diafragma contraído, y no oxigenamos el cuerpo. Después empecé a caminar todas las mañanas por el Parque de la Ciudad. Las indicaciones eran hacerlo despacio, con la atención fija en los árboles y respirando lo más suave posible. Pinares me dijo que abrazara un árbol si lo
deseaba y lo hice. Después se añadieron otros ejercicios diarios para fortalecer los pulmones y el corazón. Como a las dos o tres semanas, cuando desperté y me senté en la cama, descubrí algo extraño: el cansancio de los otros días se había ido».

No es magia, es ayuda

Hoy Raúl, y así lo reitera a JR, es una persona recuperada. Pero, ¿cuál fue la clave? «El yoga no es magia; tampoco superstición ni religión. Es una filosofía inclusiva, originaria de India, con prácticas y principios que contribuyen al bienestar de las personas», explica Pinares González.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), con el apoyo del Ministerio de Salud de India, creó un protocolo apoyado en el yoga para atender a un grupo de morbilidades, entre estas las asociadas a la COVID-19. Para ampliar esas acciones, en el verano de este año se creó una aplicación con el objetivo de extender esa práctica.

«Ya está más que documentado por la ciencia el impacto del yoga en la mejora de la salud, al igual que un grupo de disciplinas de origen asiático», expresa el doctor José Miguel Fernández González, especialista en Medicina General Integral y residente en el último año en MNT.

«En el caso específico del yoga, las investigaciones lo ubican como una herramienta muy completa para trabajar todas las estructuras del cuerpo y lograr un equilibrio entre las partes física, mental y espiritual de los seres humanos. También se ha comprobado que un grupo de posiciones y ejercicios, como la meditación y la respiración, ayudan a energizar
el organismo y controlar varias enfermedades crónicas, entre las cuales se encuentran el asma, la hipertensión o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)».

«Lo que se debe hacer bien y con el debido acompañamiento médico y de los instructores», aclara la doctora Belkys Cruz Guerrero, especialista en fisioterapia y rehabilitación. «Hay beneficios que para percibirlos se demanda de más tiempo y disciplina; pero otros se aprecian a corto plazo, como el control del estrés, algo muy importante en estos tiempos de pandemia».

En Salud’Arte se sigue ese enfoque. Con el apoyo del profesor Eduardo Pimentel Vázquez, presidente de la Asociación Cubana de Yoga, y del doctor Ermis Zamora García, jefe de MNT en el hospital Luaces Iraola, antes de la pandemia el proyecto se enfocaba en lograr calidad de vida y manejar diversos tipos de dolencias. Luego a las clases se les añadieran las vías para atenuar los daños del coronavirus. La docencia se imparte bajo el protocolo de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

«Ese proyecto está logrando un papel muy importante en la recuperación de las personas, sobre todo en brindar herramientas que ayuden a prevenir enfermedades —expresa el doctor Fernández González—. Por eso pensamos que a nivel de país debe articularse una política efectiva de comunicación para divulgar el yoga y concretar espacios para su práctica», argumenta.

El especialista respalda su criterio con lo apreciado en consultas, y asegura: «Hay un antes y un después en la calidad de vida de las personas cuando practican el yoga. Algunas dolencias no se pueden curar; pero poco a poco, con mucha constancia, sí llegan a controlarse con esta disciplina».

El galeno también añade otro argumento a partir de la experiencia de Salud’Arte: la labor comunitaria de apoyo a la Salud Pública. A mediados del año pasado se logró dar consultas de MNT y rehabilitación en las clases. Esa labor solo se detuvo por los rebrotes de la COVID-19 en Ciego de Ávila. Actualmente se trabaja para rescatarlo.

Los cursos, a los que asiste población de distintas edades, también han permitido combinar el aprendizaje con recorridos por el Museo de Artes Decorativas en una alternativa de rehabilitación ante las afectaciones de la pandemia a la salud mental. De acuerdo con Celia Marrero Álvarez, directora de la institución, entre 2019 y 2021, 786 personas han visitado el museo gracias a las clases de yoga.

«Este no es un proyecto lucrativo —expresa Rafael Pinares González—. Su intención es ayudar y vivir la experiencia del yoga. Sí trae varios beneficios: primero, te involucras en el cuidado de tu salud; al hacerlo estimulas el cambio hacia un mejor estilo de vida, y al percibir la mejoría recibes esperanza… Y la esperanza, sobre todo en personas enfermas, siempre puede ser curativa. Esa es la intención de Salud’Arte: dar esperanzas».

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