Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ciudadanos del cibermundo

A edades cada vez más tempranas se acercan al mundo virtual nuestros niños y adolescentes. Comprender las dinámicas reconfiguradas, guiar su uso, supervisar las prácticas asociadas y garantizar sus derechos es parte del gran reto que las familias deben asumir

 

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Una imagen vale más que mil palabras. Usted lo ha escuchado muchas veces y, estoy segura, piensa igual. Un antecedente se le atribuye al dramaturgo noruego Henrik Ibsen, quien escribió que «Mil palabras no dejan la misma impresión profunda que una sola acción». En el mundo actual, signado por la profunda influencia de las imágenes televisivas y más recientemente, de las que se comparten en las redes sociales, la pregunta es entonces: ¿Solo creemos, entendemos y valoramos aquello que miramos en el entorno digital?

Sucede que ahora para el homo sapiens, y desde que irrumpió la televisión, es más fácil «digerir» lo que se le muestra en imágenes y coexiste la estimulación que se supone genera este medio de comunicación, con una capacidad cada vez más reducida de entender lo leído o lo escuchado.

Giovanni Sartori, politólogo, sociólogo y uno de los intelectuales más importantes de la segunda mitad del siglo XX, se refiere por ello a una nueva generación, a la que se le puede identificar como homo videos. Niños que crecen frente a un televisor o la pantalla de una computadora o celular y sin siquiera saber leer o escribir, ya progresan en conocimientos. Seres que, en plena adultez, no aceptan leer y solo responden al estímulo visual.

Con la internet, consumen y aportan ellos mismos mensajes concretos, rápidos y cortos, y ello marca un déficit de atención.  Ahí están los memes, fenómeno reciente que sintetiza los conceptos que defiende el teórico italiano. Claro, a diferencia de la televisión, internet propicia un espacio de interacción posible de los usuarios y la creación de contenidos propios. Y aun así, la preocupación se mantiene: ¿Solo comprendemos si vemos? ¿Solo nos interesa existir en el mundo virtual?

Recuerdo la conversación en 2013 con Hamlet López García, máster en Sicología Social e investigador del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, sobre los matices que puede tener abordar los riesgos de deshumanización de las tecnologías sin tener en cuenta sus matices.

«No son las tecnologías las que nos hacen menos o más humanos, menos o más atentos a lo que sucede a nuestro alrededor. La responsabilidad es del sujeto que las usa», me decía. Y tiene razón.

El especialista en Siquiatría Yalil López Guido, sicoterapeuta del Servicio de Adicciones del Hospital Siquiátrico de La Habana, me explicaba que las sociedades en general viven bajo un estrés social muy elevado que se «alivia» con determinados soportes técnicos como los teléfonos móviles, las computadoras y las tabletas, entre otros, cada día más atractivos y con más aplicaciones.

El peligro radica en que, siendo niños o adolescentes, «olvidemos» el mundo real y solo nos interese ese que se crea y se comparte en las redes sociales, por ejemplo.

Interrogantes en el camino

¿Cuántas horas al día su niño o adolescente accede a internet? ¿Cuáles son los contenidos que busca en las diferentes redes sociales? ¿Usted supervisa sus intereses y comportamientos en las publicaciones que sigue? ¿Le ha preocupado conocer a cuáles grupos pertenece y por qué? ¿Conoce los riesgos a los que se expone?

Parece un interrogatorio, y perdone por eso. Pero créame, pueden aflorar más interrogantes para propiciar en usted que lee estas líneas el análisis necesario y oportuno. Ser un ciberciudadano en estos tiempos en los que el uso de las tecnologías digitales predomina, incluso por encima del aprovechamiento de los espacios en la vida real, impone retos, ofrece oportunidades, desarrolla
habilidades, pero también, y alerta debe estar, conlleva riesgos.

Nos servimos de la tecnología y, claro está, nos facilita la vida. Interactuamos de disímiles maneras en espacios creados para ello y eso forma parte de un mundo en el que las dinámicas se reconfiguraron con ese fin. Sin embargo, ¿ha pensado usted en la garantía de los derechos de su niño o adolescente en ese entorno?

Medios, tecnologías de la comunicación y redes digitales en la socialización de nuestras infancias y adolescencias fue también el tema que «provocó» los debates en la octava edición del evento Adolescer, el espacio académico anual convocado por el proyecto Escaramujo para debatir sobre adolescencias en Cuba y que contó, recientemente, con 162 participantes de diez provincias.

«Las redes sociales ya no pueden seguir siendo vistas como una herramienta solamente, sino, y sobre todo, como un espacio de socialización que ha reconfigurado las maneras de ser, aceptarse y relacionarse con los demás», apuntaba en el panel inaugural de la cita el licenciado en Sicología Jorge Enrique Torralbas, miembro de la Sociedad Interamericana de Sicología y del Foro Internacional para la Innovación Social de París.

Insistía en que las redes sociales ya no son algo que usamos para…, sino un espacio en el que estamos por y para… «Su diferencia en el impacto subjetivo parte de que es un espacio de socialización que ha movido todos los paradigmas de apropiación de contenidos.

«Su aplastante inmediatez, la capacidad para mediar y ser parte de los vínculos con los otros, la manera en que se construyen las identidades, la autopromoción, la autoexhibición, la gestión del tiempo libre…, ha movido la forma en la que nos construimos como sujetos individuales y colectivos y por eso debemos comprender el impacto subjetivo de las redes sociales en nuestras vidas.

«Las investigaciones más recientes muestran que casi el 50 por ciento de una muestra seleccionada de jóvenes de entre 18 y 35 años, declara usar entre cinco y nueve horas las redes sociales a diario. Eso mueve e impacta muchos de los temas de socialización; se disuelven fronteras entre lo público y lo íntimo, y por ello nos corresponde entender esa reconfiguración y sus efectos en la participación sociopolítica y la educación digital».

La Doctora en Ciencias Sicológicas Daybel Pañellas, líder de proyectos de investigación sobre identidades sociales, grupos y heterogeneidad social, subraya que existen grupos formados en las redes sociales y algunos solo tienen presencia en ese entorno, pero carecemos de herramientas teóricas para comprender su funcionamiento, su organización y sus procesos de influencia, cohesión y desarrollo.

«Debemos estudiar cómo generar técnicas que nos permitan investigar profundamente para no reproducir las que se aplican en entornos off line, y hacerlo bajo la certeza de la diferencia de accesos», apunta la también máster en Comunicación Social, quien propone generar un nuevo modo de obtener información desde la sicología en las encuestas e investigaciones.

«¿Hay un ciudadano global de las redes sociales o un cubano de las redes sociales? ¿Cómo nos presentamos
en las redes sociales? ¿Cómo legitimar el debate político y cómo podemos asumirlo como emancipador? ¿Cómo potenciar un debate en las redes que sea más dialógico? ¿Cómo convertir el acceso a las redes en un proceso más democrático y equitativo?».

Se trata de analizar los retos, insiste. Analizar la  emergencia de nuevos roles e identidades en las redes sociales, evaluar el impacto en la conformación de nuevos empleos y actores económicos y la creación de estereotipos e inequidades. Esas son algunas de las líneas temáticas que se deben trazar para investigar con profundidad, afirma.

Corresponsabilidad digital en la familia

La Doctora en Ciencias Jurídicas Ana María Alvarez-Tabío, miembro de la Comisión Redactora del Código de las Familias, comenta que la norma aborda la responsabilidad parental en los entornos digitales. «A los contenidos tradicionales de la corresponsabilidad parental se suma la noción de corresponsabilidad digital en la familia, encaminada a articular formas concretas de protección que apunten a la garantía de los derechos de estas personas menores de edad en las redes.

Preocupa que el tiempo excesivo frente a la pantalla esté aislando a los niños de sus familias y de su entorno, acrecentando la depresión e incluso contribuyendo a la obesidad. Foto: Maykel Espinosa Rodríguez

«A estas alturas nadie se cuestiona que el mundo virtual forma parte de la vida real y que buena parte de la socialización de un individuo transcurre en el mundo digital. Esto impone nuevas formas de entender y ejercer la parentalidad», agrega.

Alvarez-Tabío apunta que «muchas situaciones familiares se ven alteradas; se delegan las funciones parentales en los dispositivos digitales. Sucede inconscientemente, y casi siempre sin acompañamiento del adulto y sin la finalidad de orientarlos, sino para que no molesten.

«Se alteran los espacios de educación familiar tradicionales como la comida, la sobremesa, la tertulia en la sala, para dar espacio a los dispositivos. Se han modificado los espacios de ocio y existe una configuración de identidades digitales donde ser, estar, definirse, agradar, mostrarse, es más importante que cualquier otra cosa».

Alvarez-Tabío refiere que, además, aparecen nuevos comportamientos como el sexting, la modificación de la imagen, el grooming, el bullying, el ciberacoso, la violencia grabada y difundida… Hay que estar alertas, enfatiza.

«La tarea de ser padres implica promover relaciones saludables en la familia, fundadas en el ejercicio de una positiva responsabilidad parental que garantice el derecho de los menores, así como promover su desarrollo y bienestar, basado en vínculos afectivos, en entornos basados en la seguridad y una rutina predecible, establecimiento de límites, apoyo y reconocimiento de sus experiencias, del valor que tienen como sujetos en desarrollo.

«La responsabilidad parental plantea un control basado en el afecto, el apoyo, el acompañamiento y la implicación en la vida cotidiana de los hijos. Esa es la manera de lograr una autoridad legitimada ante ellos», asevera la especialista, quien agrega que el acceso a internet y el uso de las tecnologías digitales por los menores requieren de la presencia de adultos responsables y de límites establecidos, además del control en su acceso a diferentes contenidos.

«La responsabilidad parental faculta a madres y padres para velar por su interés en el mundo digital, pero respetando sus derechos individuales, es decir, sin perjudicar su libre desarrollo de la personalidad. Se trata de cibereducar a nuestros hijos, de transmitirles que internet tiene normas y que debemos ser responsables de lo que con ella hacemos», subraya.

Al proteger a los niños contra lo peor que la tecnología digital puede ofrecerles, y al ampliar su acceso a lo mejor, podemos inclinar la balanza hacia una experiencia de mayor calidad. Foto: Tomada de Cubadebate

Un espacio virtual saludable

La presidenta de la Unión de Informáticos de Cuba en Las Tunas, Dayalé Torres Diéguez, líder del proyecto Igualdad de Género en las TIC sobre ruedas (el cual busca llenar las comunidades de difícil acceso de niñas que manejen con maestría celulares y tabletas), defiende la idea de que deben desarrollarse acciones de integración en la escuela, la familia y la comunidad.

«En tiempos actuales nos encontramos que el inicio en la ciberciudadanía ocurre desde muy tempranas edades y es necesario que sean capaces de discernir lo ético, lo correcto y actuar con responsabilidad. Para eso hay que trabajar conceptos importantes en el entorno real, de manera que estos se reflejen en el entorno digital.

«Alertamos en el uso de los videojuegos porque son espacios en los que se puede propiciar la vulneración de los  derechos; por eso siempre apostamos por las buenas prácticas para prevenir violencia y afrontar comportamientos inadecuados.

«El futuro Código de las Familias garantiza, a través de la responsabilidad parental, el papel medular sobre los horarios de acceso a las redes, por ejemplo. Le corresponde a la familia velar por los contenidos que consumen sus niños y adolescentes, pero no basta solamente con la familia… Es urgente articular acciones para formar a esas generaciones en principios y conceptos coherentes y que puedan hacer uso de productos informáticos y espacios virtuales saludables, cada vez más inclusivos y respetuosos».

Riesgos de la vida en línea 

Los investigadores suelen clasificar la gran variedad de riesgos que aparecen en línea en tres categorías:

  • Riesgos de contenido: cuando un niño está expuesto a un contenido no deseado e inapropiado. Esto puede incluir imágenes sexuales, pornográficas y violentas; algunas formas de publicidad; material racista, discriminatorio o de odio; y sitios web que defienden conductas poco saludables o peligrosas, como autolesiones, suicidio y anorexia.
  • Riesgos de contacto: Cuando un niño participa en una comunicación arriesgada, como, por ejemplo, con un adulto que busca contacto inapropiado o se dirige a un niño para fines sexuales, o con personas que intentan radicalizar a un niño o persuadirlo para que participe en conductas poco saludables o peligrosas.
  • Riesgos de conducta: Cuando un niño se comporta de una manera que contribuye a que se produzca un contenido o contacto riesgoso. Esto puede incluir que los niños escriban o elaboren materiales odiosos sobre otros niños, inciten al racismo o publiquen o distribuyan imágenes sexuales, incluido el material que ellos mismos produjeron.

Es preciso contemplar estos riesgos dentro de su contexto. Todos los niños hacen frente a la posibilidad de sufrir daños como resultado de las tecnologías de internet. Pero para la mayoría de los niños, esta posibilidad sigue siendo eso, una posibilidad. Comprender por qué el riesgo se traduce en daño real para ciertos niños, y no para otros, es crucial. Nos abre los ojos a las vulnerabilidades subyacentes en la vida del niño que pueden ponerlo en mayor situación de riesgo. Al comprender y abordar estas vulnerabilidades, podemos proteger mejor a los niños tanto en línea como fuera de línea, y facilitar que disfruten de las oportunidades que surgen al estar conectados en un mundo digital.  

Fuente: Estado Mundial de la Infancia 2017 dedicado a los niños en un mundo digital

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