Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El abrazo del tiempo

En la distancia, el Guerrillero Heroico sigue convertido en un ejemplo incómodo para las burocracias y los egoísmos

 

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

Cuentan que aquella noche, la del acto en la Plaza de la Revolución, no hubo júbilo ni cantos ni consignas.

El Che había muerto, una quietud sepulcral se había adueñado del país y La Habana, con sus calles y amplias avenidas, parecía una ciudad dormida en la tristeza.

Solo dos voces quedaron grabadas en la memoria del acto: la de Fidel y la de Nicolás Guillén, cuando leyó aquel poema inmortal: Che Comandante, amigo.

Al terminar el discurso no hubo ovación. O si la hubo, no se recuerda.

Lo que sí se tiene fijado es el murmullo de los zapatos en un andar interminable de retorno a los hogares, y el silencio final, el llanto y la consternación apagada, que terminó por convertirse en el canto más íntimo.

***

El homenaje al Che comenzó a partir de aquella velada del 17 de octubre de 1967.

Desde ese día su rostro, su vida y su pensamiento comenzaron a tener una extensión quizá imaginada por pocos.

Nicolás Guillén había sido profético en su poema. Su cuerpo lo encontraron a pesar de que trataron de disimularlo en sierras, páramos y bajo las versiones más disímiles para ocultar el verdadero sitio del enterramiento.

Pero también acertaba cuando adelantó con esa voz telúrica:

«Estas en todas partes. En el indio / hecho de sueño y cobre. Y en el negro / revuelto en espumosa muchedumbre, / y en el ser petrolero y salitrero, / y en el terrible desamparo / de la banana, y en la gran pampa de las pieles y / en el azúcar y en la sal y en los cafetos, / tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron, / vivo, como no te querían, / Che Comandante, / Amigo».

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Por una especie de ironía macabra, los asesinos del Che han sido de los mayores divulgadores de su figura.

Lo han expandido en fotos, películas, artículos de cocina, tatuajes, revistas, libros, conferencias, documentales, páginas web y cuanto recurso han tenido a mano.

Pero, ahí está la perfidia, ha sido una expansión donde al objeto se le ha retirado el contenido.

El rebelde, el justiciero, el pensador, el anticonsumista y el consecuente hasta el final con sus ideas se ha sustituido, si acaso, por un tipo con cierto valor personal. Y punto. Un personaje de historietas.

El lavado se intentó tan a lo grande que el escritor y periodista mexicano Paco Ignacio Taibo II temió que la boina guerrillera se quedara casi sin color y mucho menos con la estrella.

Entonces escribió la biografía Ernesto Guevara, también conocido por el Che.

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Esa tergiversación es peligrosa, pero revienta como pompa de jabón al conocerse solo un poco al Che real.

Las anécdotas son variadas y todas revientan a ese personaje de opereta que han inventado.

Un compañero de luchas, que desde Oriente lo acompañó en la invasión y la campaña de Las Villas, nos contó un hecho breve, y que lo retrata.

Un guajiro subió al campamento de la Sierra Maestra después de un fuerte aguacero. Venía con comida para la guerrilla, aunque traía algo más.

—Comandante, mire —y extendió una jaba repleta de naranjas—. Las traje solo para usted. Están riquísimas.

El Che lo midió con la mirada y con un gesto de la cabeza señaló un lugar.

—Póngalas ahí.

El hombre se movió rápido y con tono obsequioso acomodó la jaba, mientras insistía en la calidad de las frutas hasta que se paró y con los brazos mostró los bajos del pantalón llenos de fango.

—Mire, mire cómo me puse para traérselas.

Unos ojos duros lo dejaron sin habla. Con los dientes apretados, el Che dijo:

—Eso te pasó por guataca. ¡Llévatelas ahora mismo!

***

¿En qué medida se encuentra presente el Che en la vida real de la Cuba de hoy? ¿Hasta dónde sus preceptos éticos se cumplen o permiten que se cumplan en la cotidianidad, en la dirección de los trabajadores, en el contacto de los jefes con su pueblo y en la propia ética de la población ante los actos más mínimos de la vida?

***

El Che era un hombre de cultura, de pensamiento, de acción; de un pensamiento crítico (a veces ríspido cuando estaba de por medio la verdad), de fuertes valentías y honestidades.

En resumen, era una mezcla, es un ejemplo muy explosivo, altamente incómodo para los oportunistas y la burocracia.

Para el socialismo y su preservación, ese es uno de los mejores legados del Guerrillero Heroico.

Su ejemplo se convirtió en algo consustancial a la Revolución Cubana. Alejarse de él implica ponerla en el más silencioso y amenazante de los peligros.

Actuar en la vida real en base al «haz lo que yo digo y no lo que yo hago», con los locales llenos de cuadros de Fidel y el Che, con las redes llenas de mensajes, sería algo pernicioso.

Sobre todo si se tiene en cuenta que Ernesto Guevara pertenece a esa estirpe de personas que actúan como piensan.

Creó el trabajo voluntario ante una necesidad económica y para forjar una conciencia que pusiera por delante la solidaridad y la honestidad ante el egoísmo y las hipocresías de las apariencias.

¿Iría el Che a una convocatoria vestido de gala para remover unas hierbitas o unos pocos bloques y luego hacerse unos selfies para Facebook o Twitter?

La respuesta es obvia. Ahí están las imágenes y las vivencias de quienes lo acompañaron. Ese sentido del ejemplo alimentó la cultura y la sensibilidad política del país. Y por esa tabla, la población mide.

Porque una de sus mayores enseñanzas está en que el capitalismo no solo renace desde la economía, sino también desde la práctica cotidiana del egoísmo hacia los demás

Cuba, como dijo Guillén, lo conocía de memoria. Firme la voz que ordenaba sin mandar, tierna y dura de jefe camarada convertido en soldado, ministro y, sobre todo, gente llana. Puro como un niño.

Esa memoria es la que no nos puede faltar. Ahí está su abrazo en el tiempo.

El Che actuaba como pensaba. Foto: Centro de Estudios Che Guevara

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